En busca del cat¨¢logo perdido
1. No s¨¦ qui¨¦n dijo que la cultura comienza con la lectura de cat¨¢logos de libros. Es muy posible. Es m¨¢s, conoc¨ª una vez a alguien muy culto que era un experto en inventarios de todo tipo y los coleccionaba con una pasi¨®n tan desbordante que siempre sospech¨¦ que ¨²nicamente le¨ªa eso. Llevo a?os construyendo un cat¨¢logo de lo que me gusta y lo que no me gusta. Es un extenso y meticuloso inventario de amores y repulsiones, que alg¨²n d¨ªa creo que publicar¨¦: habr¨¢ sorpresas.Me acuerdo de la lista que hizo Barthes en su libro autobiogr¨¢fico: "Me gusta: la lechuga, la canela, el queso, los pimientos, Haendel, los paseos mesurados, la sal cruda, las novelas realistas, el piano, el caf¨¦ (...) No me gustan: los perros falderos blancos, las mujeres en pantalones, los geranios, las fresas, el clavicordio, Joan Mir¨®, las tautolog¨ªas, los dibujos animados, los mediod¨ªas, la fidelidad, las veladas con gente que no conozco...". Es verdad que la lista de lo que nos gusta carece de importancia para la mayor¨ªa de la gente y aparentemente, adem¨¢s, no tiene sentido. Y sin embargo, dec¨ªa Barthes, ese me gusta y ese no me gusta significa algo; quiere decir que nuestro cuerpo no es igual a los otros cuerpos y que podr¨ªa hablarse de una especie de intimidaci¨®n del cuerpo, que obliga al otro a soportarnos liberalmente, a permanecer silencioso y cort¨¦s ante goces o rechazos que no comparte. No podemos matar al otro porque nos moleste su forma displicente de mirar al mar, por ejemplo. Y en cambio, s¨ª matamos tranquilamente a una mosca si nos fastidia. Y si no la matamos, dice Barthes, es por puro liberalismo. Total: que somos liberales para no ser asesinos.Eso me recuerda que ayer, en la sesi¨®n televisada del Parlament, o¨ª a un orador que, a prop¨®sito del problema universitario, recurri¨® a la expresi¨®n "velocidad de crucero" para decir no s¨¦ qu¨¦ sobre el plan de Bolonia. Lo hubiera matado. Me saca de quicio que se utilice esa expresi¨®n, "velocidad de crucero", para cualquier cosa. Me parece una horterada y no s¨¦ bien por qu¨¦. Lo cierto es que no soporto o¨ªr a alguien decir "velocidad de crucero" y he incluido esa expresi¨®n en mi lista de cosas que no me gustan, esa lista que me impide ser un asesino. Digo en ella que no me gustan los c¨ªnicos, los regalos navide?os, Esperanza Aguirre, los sobacos, la gente interesada, los que emplean la expresi¨®n "velocidad de crucero"... Y que me gustan, en cambio, Bob Dylan, la curiosidad intelectual, la m¨²sica de Nouvelle Vague, las rosas, el libro Veinte cosas que nos convierten la vida en un infierno, publicado en Francia por Dominique Noguez, un antiguo compa?ero de juergas. Noguez ha hecho un cat¨¢logo razonado de todo aquello que le produce leves malestares graves y dice que no le gustan los atascos, los dentistas, los corsos, los perros agresivos, las huelgas de transportes, las encuestas, las endoscopias...
2 - Me gustan -Barthes pudo inspirarse en ellas- las siempre geniales listas que Perec llev¨® a cabo, pero tambi¨¦n los que ten¨ªa proyectado realizar, como por ejemplo aquel inventario de todas las camas en las que hab¨ªa dormido fuera de su casa a lo largo de toda su vida. Hay en la obra de Perec, gran hacedor de cat¨¢logos, una reiteraci¨®n obsesiva de descripciones de objetos y creo que nos bastar¨ªa con las que podemos encontrar en su extraordinario La vida, instrucciones de uso para poder fabricar un libro que podr¨ªa ser un animado gran inventario de objetos de todo tipo acumulados en un solo inmueble de Par¨ªs. La propia obra de Perec tiene la vocaci¨®n del cat¨¢logo, que es muchas veces una forma de imponer un orden arbitrario al mundo. Y creo que Perec, adem¨¢s, ve¨ªa ese mundo como un cat¨¢logo perdido.Si nos convertimos en hacedores de un cat¨¢logo, veremos que ¨¦ste siempre nos sobrepasa y que, adem¨¢s, es recomendable no agotarlo y permitir que los lectores te reprochen haber dejado de lado muchos nombres o datos. Que alguien te avise muy ufano de que te olvidaste del coleccionista Walter Benjamin, por ejemplo. Sospecho que esta norma de no completar los inventarios la han seguido a la perfecci¨®n los creadores de este sorprendente Cat¨¢logo ragionato di libri introvabili (Cat¨¢logo razonado de libros inencontrables) que he vuelto a leer estos d¨ªas; un libro que Jordi Llovet calific¨® en su momento de "fabuloso, incomparable, una de las cimas de la literatura burlesca de los ¨²ltimos cien a?os". A Perec tambi¨¦n le habr¨ªa encantado todo lo que contiene ese libro: referencias bibli¨®filas al Quijote de Pierre Menard; Quadern verd, de Jusep Torres Campalans; todos y cada uno de los libros inventados por Bola?o en La literatura nazi en Am¨¦rica; una perla titulada Retrato del autor visto como un mueble, siempre, de Georges Perec; Enciclopedia de las ciencias inexactas, de Henri Chambernac; Eclipses litt¨¦raires, de Robert Derain (Par¨ªs. M. Maniere, 2000, 13,50 euros); bromas cargadas de malicia como Le facteur chouette et la derridance, de Jacques Derrida, o el libro de Roberto Benigni Los esp¨¢rragos y la inmortalidad del alma (6,20 euros); un tratado sobre las narices, escrito por Hafen Slawkenbergius (Londres, Letters, Yorick 1761)... Todos estos libros y 300 m¨¢s son clasificados en este volumen sobre textos que sencillamente no existen, pero que est¨¢n ah¨ª perfectamente catalogados. El libro incluso contiene una foto de la bella Rita Mal¨², un personaje que me es muy familiar, pero que cre¨ªa que no exist¨ªa. Lo que s¨ª ya puedo asegurar que existe es Cat¨¢logo ragionato di libri introvabili, volumen publicado por Zanichelli, editores de Bolonia. Contiene un ap¨¦ndice magn¨ªfico que comenta las bibliotecas imaginarias de Laurence Sterne, del capit¨¢n Nemo, de Edgar Allan Poe, del enigm¨¢tico Vil¨¦m Vok y de Giorgio Manganelli, entre otros.
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