Tan listos, tan rencorosos
El ciberespacio est¨¢ triturando las tiendas de discos: en pocos d¨ªas, me entero del colapso de varios establecimientos de los que conservaba gratos recuerdos. En Londres, desaparece Sister Ray, que ten¨ªa el stock m¨¢s ecl¨¦ctico del Soho. Ninguna broma: en cinco a?os, las 1.500 tiendas independientes brit¨¢nicas han quedado reducidas a la cuarta parte. Resultado: hundimiento de distribuidoras indies como Pinnacle y asfixia para las disqueras modestas, que se plantean dejar de editar singles f¨ªsicos, su gran baza en un pa¨ªs donde las listas de ¨¦xitos son una pasi¨®n nacional. Otros desastres. En Nueva York, anuncian para abril la clausura de la megatienda Virgin en Times Square, tan c¨®moda por sus horas y su situaci¨®n. Y un amigo de Barcelona me avisa que la cadena Castell¨® ha presentado suspensi¨®n de pagos.
Un amplio sector de la poblaci¨®n celebra todo lo que signifique dificultades para el negocio musical
Intentando confirmar esa ¨²ltima noticia, entro en Internet. Efectivamente, estaba cantado: en un a?o, Castell¨® ha perdido el 25% de ventas. El futuro de sus 10 tiendas en Catalu?a queda en manos de los acreedores, que pueden aceptar una f¨®rmula de continuidad u optar por liquidar las existencias. Pero la b¨²squeda me lleva a foros donde se comenta la mala nueva y me quedo boquiabierto.
Se supone que Castell¨® es una instituci¨®n barcelonesa: en activo desde 1933, hasta tiene la Medalla de Oro de la Ciudad. Dicen que marc¨® tendencia en la rehabilitaci¨®n del Raval al reinventar Tallers como la calle de los discos. Sin embargo, en los foros ni siquiera hallas comprensi¨®n por la situaci¨®n de sus 53 trabajadores; m¨¢s bien, un deleite no disimulado. Existe una guerra abierta entre la industria discogr¨¢fica y la gran masa que ha decidido que la m¨²sica debe ser gratuita. Aunque entienda sus motivaciones, me asombran esos pir¨®manos que celebran todo lo que signifique dificultades para el negocio musical. Aparentemente, piensan que el cierre de Castell¨® supone noches de insomnio para Teddy Bautista y Alejandro Sanz.
Se declaran mel¨®manos pero parecen creer que la m¨²sica brota como las setas, sin necesidad de abono monetario. Para ellos, la industria es un dinosaurio que no supo adaptarse a las nuevas tecnolog¨ªas y se merece todas sus desdichas: que sufra antes de evaporarse. Pueden ir de ¨¢cratas pero ejercen de justicieros del mercado libre, corifeos de la Escuela de Chicago.
As¨ª que los foros se llenan de argumentos demag¨®gicos, de gente harta de "artistas que llevan sus fortunas a para¨ªsos fiscales". Alg¨²n listo sugiere que vendan discos de "grupos menos conocidos, de esos que no tienen 20 managers robando". Tambi¨¦n aparecen los sarcasmos: "Que pidan ayuda a la SGAE, que no sabe qu¨¦ hacer con los millones del canon". En honor a la verdad, hay atisbos de mala conciencia: los que se escudan en que los dependientes de Castell¨® eran antip¨¢ticos y que ten¨ªan precios caros.
Para muchos, me temo que caro y antip¨¢tico es todo lo que cueste por encima de un CD virgen y obligue a desplazarse: puede que nunca hayan entrado en una tienda de discos ni tengan intenci¨®n de hacerlo. Se han acostumbrado a disfrutar de la m¨²sica subvencionada.
S¨ª, sub-ven-cio-na-da por esa minor¨ªa que todav¨ªa adquiere discos y as¨ª mantiene el tembloroso tinglado de empresas que contin¨²an produciendo m¨²sica, importando, recopilando y promocionando m¨²sica.
[Qui¨¦n necesita a esos musiqueros, oigo teclear: no saben que, zas, todo llega m¨¢gicamente a la Red]
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