El 'otro Occidente'
Un historiador italiano ha calificado Am¨¦rica Latina de L'altro Occidente: la copia, la imitaci¨®n de los modos pol¨ªticos occidentales en otra parte del mundo. Y ¨¦sa ha sido su imagen en Europa desde las independencias a comienzos del siglo XIX. Pero hay motivos para dudar que el continente ib¨¦rico vaya a seguir siendo por tiempo indefinido ese otro Occidente.
Hay tres l¨ªneas de evoluci¨®n en curso que conspiran contra la forma que han asumido las ¨¦lites criollas de verse a s¨ª mismas. Una de las tres es m¨¢s bien coyuntural, el azar, aunque con aspiraciones de transformarse en estructural, y las otras dos, netamente estructurales, la necesidad. La primera la encarna el presidente Hugo Ch¨¢vez de Venezuela; las otras dos son el alzamiento electoral ind¨ªgena en Bolivia y la apuesta por la hegemon¨ªa regional de Brasil, facilitadas por la dimisi¨®n, quiz¨¢ pasajera, de Washington.
El Salvador puede constituirse en nuevo recluta para la izquierda chavista
Lula tiene valor para Washington como freno a la l¨ªnea dura de Ch¨¢vez
Esa diversa marea trata de legitimarse por las urnas, por ello muy frecuentemente requeridas. Hace dos semanas en El Salvador, la izquierda ex guerrillera -el antiguo Frente Farabundo Mart¨ª- gan¨® las elecciones legislativas y tiene fundadas esperanzas de alcanzar la presidencia en los comicios de esta primavera; el presidente boliviano, Evo Morales, logr¨® el domingo un buen resultado global en el refer¨¦ndum para aprobar su Constituci¨®n indigenista, aunque cuatro provincias de nativismo contrario rechazaban el texto; finalmente, el 15 de febrero Ch¨¢vez se juega su carrera pol¨ªtica a otra consulta -la segunda, puesto que ya perdi¨® una anterior- sobre su postulaci¨®n indefinida a la presidencia.
El Salvador puede constituirse en nuevo recluta para la izquierda chavista, que ya integran Daniel Ortega en Nicaragua, el propio Morales, la convaleciente Cuba del segundo Castro, y de manera mucho m¨¢s idiosincr¨¢tica Rafael Correa en Ecuador y Fernando Lugo en Paraguay. Pero la segunda y a¨²n m¨¢s notable ofensiva contra la supeditaci¨®n a Washington es la que acomete Brasil.
Luiz In¨¢cio Lula da Silva, que tiene por delante las presidenciales de 2010 a las que ya no puede presentarse y para las que deber¨ªa colocar a un delf¨ªn -seguramente, delfina- si quiere dar continuidad al proyecto, aunque se reclame de esos valores europeos, no por ello quiere menos la expulsi¨®n de Estados Unidos y Europa -Espa?a- de los foros unitarios latinoamericanos; el instrumento para ello no permite llamarse a enga?o: la creaci¨®n de una nueva OEA integrada exclusivamente por los 33 pa¨ªses que se extienden entre la frontera mexicano-estadounidense y Tierra del Fuego, y se mojan en el Caribe. El presidente brasile?o quiere que ese foro exista para 2010, como ya dijo en la mega cumbre de Sua¨ªpe en diciembre.
?Qu¨¦ posibilidades tienen las dos ofensivas, distintas y revueltas, para sentar sobre nuevas bases, satisfactorias para ambas partes, la relaci¨®n con Estados Unidos, con un presidente, Barack Obama, tan copado como su predecesor en la conmoci¨®n de Asia central? Lula tiene valor para Washington como tapadera de Ch¨¢vez, freno y alternativa a la l¨ªnea dura bolivariana; y Ch¨¢vez por lo que pueda demorar o hacer imposible la integraci¨®n blanda de Lula. ?Pero existe una v¨ªa media, en la que los dos l¨ªderes pudieran sentirse c¨®modos renunciando a sus objetivos m¨¢ximos? El venezolano, pleg¨¢ndose a la capitan¨ªa general del brasile?o, ahora que su crudo ha ca¨ªdo bien por debajo de los 40 d¨®lares el barril; y el brasile?o, a una mera coordinaci¨®n de superestructuras de las diferentes formas de integraci¨®n que hoy enfrenta en orden disperso Am¨¦rica Latina, sin aspirar m¨¢s que a poner alg¨²n orden en el pandem¨®nium.
Pero en ambos casos, tanto con la v¨ªa dura del eje Caracas-La Habana-La Paz como con la blanda de Brasil -secundado cuando menos por M¨¦xico y Argentina-, Am¨¦rica Latina dejar¨ªa de ser ese otro Occidente tan nuestro.
Si los primeros mestizar¨ªan o indigenizar¨ªan la versi¨®n prototipo de lo latinoamericano, empleando la fuerza necesaria para que se produjera el cambio de manos del poder -lo que no ha ocurrido ni en Venezuela ni Bolivia- la versi¨®n brasile?a y adl¨¢teres tambi¨¦n deber¨ªa pasar por la renacionalizaci¨®n de los pa¨ªses concernidos, hasta que el color de su pol¨ªtica reflejara mucho mejor la variedad racial y social del continente.
?sa es la Am¨¦rica, en trance de definici¨®n, con la que Obama habr¨ªa de entenderse. Pero ni que el afroamericano fuera el mayor y m¨¢s apacible socialdem¨®crata del mundo, lo que patentemente no es, podr¨ªa ver con ecuanimidad ninguna de las dos tentativas, porque ambas conducen a un mismo fin: Am¨¦rica para los americanos; los de otro color.
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