El veneno de crecer

En 1999 lleg¨® el momento en que Manuel G¨®mez Pereira se empe?¨® en huir de s¨ª mismo, tras haber convertido la herencia de la comedia postransicional, variante Colomo, en ambicioso -y, a veces, aparatoso- modelo de cine espect¨¢culo, con sentido del star system y capacidad de imantar taquillas. Le sali¨® Entre las piernas, una pel¨ªcula esquinada, ¨¢spera, extravagante, pero recorrida por una alucinada poes¨ªa que casi nadie pareci¨® apreciar. Confiesa este cr¨ªtico sin rubor su especial debilidad por esa pel¨ªcula, que parec¨ªa avanzar por los desfiladeros de lo improbable sin miedo a estrellarse, sin miedo, tampoco, al rid¨ªculo: era Entre las piernas una suerte de revisi¨®n ven¨¦rea de ciertas estrategias filohitchcockianas que convert¨ªa en piel del espect¨¢culo toda esa carga psicosexual que en la obra del maestro del suspense era inquietante subtexto.

Cuando volvi¨® a la comedia, G¨®mez Pereira ya no era (o no quer¨ªa ser) el mismo: sus sucesivos trabajos en el g¨¦nero parec¨ªan marcados por el empe?o de encontrar un nuevo tono; empe?o que recal¨®, puntualmente, en lo que podr¨ªa llamarse el tradicional toque G¨®mez Pereira con Reinas (2005), una pel¨ªcula a la que quiz¨¢ se le pod¨ªan reprochar muchas cosas, pero no insuficiencias en carisma y fluidez narrativa.

El cineasta ha tardado tres a?os en volver a colocarse tras las c¨¢maras y su nuevo trabajo revela que su b¨²squeda sigue en marcha: adaptaci¨®n de la novela que revel¨® a la joven escritora Imma Turbau -y que este cr¨ªtico reconoce no haber le¨ªdo-, El juego del ahorcado es un regreso al thriller y, a primera vista, un firme repudio a las claves dram¨¢ticas y est¨¦ticas que entraron en juego en Entre las piernas. Tambi¨¦n puede resultar confuso e inexacto hablar de thriller: El juego del ahorcado es, tambi¨¦n, relato de iniciaci¨®n con esqueletos en el armario, cr¨®nica de tr¨¢nsito entre la infancia y esa vida adulta que desvelar¨¢ subtextos de posesi¨®n, crueldad y dependencia donde la adolescencia s¨®lo hab¨ªa experimentado gozoso descubrimiento sensorial y la conquista de una identidad. Clara Lago y ?lvaro Cervantes se entregan a sus respectivos papeles de femme fatale accidental y doliente chivo expiatorio con energ¨ªa, verdad y convicci¨®n, mientras G¨®mez Pereira coloca frialdad y un autocontrol que a veces parece inercia -o una inercia que algunos pueden considerar autocontrol- donde en Entre las piernas hab¨ªa colocado fuego y enfebrecido ¨ªmpetu.

Hubiese preferido este cr¨ªtico que el cineasta no fuese tan prudente, que se hubiese intoxicado de esa turbulenta pasi¨®n que mueve, aunque sea al abismo, al personaje de ?lvaro Cervantes.