La distancia ¨¦tica y est¨¦tica de dos grandes autores
Junot D¨ªaz y un homenaje a Updike en la segunda jornada del Hay de Cartagena
John Updike, fuerza de la naturaleza y centauro de la literatura estadounidense, pod¨ªa escribir 200 p¨¢ginas de una de sus 50 novelas antes de comer, una cr¨ªtica de 25.000 palabras en la siesta y tres poemas al caer el sol. La par¨¢lisis ante el blanco papel del ¨²ltimo premio Pulitzer Junot D¨ªaz, autor dominicano de La maravillosa vida breve de Oscar Wao, su segundo libro en 11 a?os, no es menos legendaria.
La distancia, ¨¦tica y est¨¦tica, entre ambos se antoj¨® el viernes, segunda jornada del festival Hay de Cartagena de Indias, tan ancha y profunda como el mar del Caribe, pese a que al homenaje apresurado rendido a Updike, a los dos d¨ªas de su muerte, y la conversaci¨®n que D¨ªaz mantuvo con el escritor Eduardo Lago s¨®lo las separaron media docena de cuadras del recinto amurallado de la ciudad colombiana. En el tributo a la memoria del autor de Corre, Conejo, que, por razones obvias, no figuraba en el programa, el autor Martin Amis, lector aplicado de Updike, compareci¨® aferrado a una cerveza con Jon Snow, c¨¦lebre periodista brit¨¢nico, y Peter Mayer, leyenda editorial, amigo personal del fallecido y el tipo al frente de Penguin durante dos gloriosas d¨¦cadas. Fueron la viva imagen de la alta literatura anglosajona; tanto pelo blanco, tanta precisi¨®n ir¨®nica, tanta referencia al "suburbio americano" como estado mental.
Los tres proceden de ese mundo que el a?o pasado premi¨® casi como en una travesura la obra de D¨ªaz, la historia de un dominicano gordo y desgraciado, amante de los c¨®mics, loco por echar un polvo. Y con el gran honor de un Pulitzer. Aquello pareci¨® la apertura de un resquicio por el que dejar sentir otras voces. "Yo no encontraba de ni?o novelas que explicasen por qu¨¦ los hombres en mi pa¨ªs ponen cuernos a sus mujeres, c¨®mo es ser un carajito inmigrante", explic¨® D¨ªaz en el mismo proteico spanglish de la novela y ante un auditorio que llen¨® el teatro. "No encontraba eso en Shakespeare. Dicen que ah¨ª est¨¢ todo, pero es mentira".
No extra?¨®, por tanto, que D¨ªaz, tipo de una energ¨ªa contagiosa, no se sintiese animado a sumarse al homenaje a Updike de Amis y Mayer. "No ha existido probablemente un escritor con tanta avidez desde D. H. Lawrence", opin¨® el primero. "Siempre se sinti¨® como un dibujante frustrado", a?adi¨® el segundo. Al final de estos eventos, dos en la marea de palabras que inunda Cartagena, qued¨® la reconfortante sensaci¨®n de que algo se est¨¢ moviendo en la literatura estadounidense. Y que los latinos est¨¢n invitados a darle la vuelta al calcet¨ªn de la gran novela americana del mismo modo en que, record¨® Amis, hicieron "los jud¨ªos en los cincuenta".
El camino, en cualquier caso, no parece f¨¢cil. "No hay pesadilla de un americano en la que no aparezca un latino", dijo D¨ªaz. "Y sigue sonrojando c¨®mo nos trata la cr¨ªtica. Si soy dominicano habr¨¦ de ser caliente y todos los horrorosos t¨®picos que se les ocurran. En el fondo es puro miedo".
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