Derechazos
En una democracia se reparten muchos palos. Palos metaf¨®ricos, claro. Lo bueno del sistema democr¨¢tico es que integra el conflicto. Pero la agresividad verbal decepciona a los ciudadanos, que pueden tener una tentaci¨®n antipol¨ªtica: la de alejarse. ?Qu¨¦ hacer, pues? ?Nos ponemos a fantasear con un escenario alternativo? La vida sin pol¨ªticos o la sociedad sin Estado agravar¨ªan nuestros problemas. Somos muchos en el ¨¢gora, no entramos todos en la plaza p¨²blica y, en el caso de caber, siempre habr¨¢ un avispado l¨ªder que nos seduzca. No es factible la democracia directa salvo en peque?as instituciones. Por tanto, desechar la labor de quienes nos representan -por muchos golpes verbales que se den- es peligroso. El fascismo es eso precisamente, repartir estopa para acabar con el conflicto verbal y material y con la democracia.
Entonces, cuando veamos a los pol¨ªticos darse le?a metaf¨®rica, ?qu¨¦ debemos hacer? Participar..., deliberando. Cuando se manifiesta, la deliberaci¨®n ciudadana es un hecho admirable: es la actitud reflexiva y anal¨ªtica del ciudadano responsable. Ahora bien, debemos aceptar la imperfecci¨®n del sistema pol¨ªtico, la calidad normalita de nuestros representantes; como debemos admitir que no todas las decisiones nos satisfacen. Pero no nos hagamos ilusiones. Debemos aceptar tambi¨¦n nuestra ¨ªndole com¨²n y perezosa: la previsible haraganer¨ªa de nosotros, los ciudadanos. A diario necesitamos que otros tomen las decisiones, que otros hagan un trabajo que no aceptar¨ªamos desempe?ar. No somos gran cosa, desde luego: tampoco quienes nos representan. O, como dir¨ªa Isaiah Berlin, todos tenemos un fuste torcido. Lo normal, vaya. Gente normal.
Por eso angustia la expectativa virtuosa que se ha depositado en Barack Obama. No es angelical ni tampoco un caso de probidad irreprochable. No es pr¨ªstino ni primitivo. Es humano, demasiado humano. De momento convence. Pero ya le vendr¨¢n los palos y los varapalos: vamos, ya le corregir¨¢ el principio de realidad. Ser¨¢ entonces cuando se vea forzado a rectificar esto o lo otro si quiere continuar dignamente. En tiempos c¨®modos, la convicci¨®n puede cumplirse. ?Pero y en ¨¦pocas convulsas? Los principios se sacrifican responsablemente para evitar el hundimiento del mundo. Si se empe?a en negar lo real, entonces los zurriagazos ser¨¢n mayores.
Hablando de realidad y en una esfera m¨¢s cercana, lo que me llama la atenci¨®n es el escapismo de Francisco Camps: su comportamiento recuerda al del p¨²gil a quien propinan pu?etazos y niega haber recibido golpe alguno. Si su Gabinete interpreta la sentencia judicial del Tribunal Supremo como un varapalo al Gobierno central, entonces es que alguien no ve bien la realidad. Como un boxeador ya arrinconado, Camps desmiente eso que le pasa y que est¨¢ a vista de todos. Con dicha sentencia, el coscorr¨®n se lo ha dado el Consell, diga lo que diga su presidente.
Recuerdo un pasaje de La vuelta al mundo en ochenta d¨ªas. Phileas Fogg y sus amigos pasean por las calles de San Francisco. De repente tropiezan con un mitin que se desborda: con una muchedumbre alborotada. Han de poner pies en polvorosa. "Mire", dice un acompa?ante. "Vea", insiste. "Estos tipos solo reparten golpes", a?ade. As¨ª es, admite Phileas Fogg, "los pu?etazos, aunque tengan car¨¢cter pol¨ªtico, no dejan de ser pu?etazos".
Pues eso: como los derechazos que recibe el Consell. O los varapalos.
http://justoserna.wordpress.com
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