El nazi
-?Salud y pesetas! ?O euros!
El tipo y su novia alzan sus copas de cava y r¨ªen. Parecen simp¨¢ticos. Al menos, parecen j¨®venes. En el hotel de Sitges donde pasamos Nochevieja, la mayor parte del p¨²blico tiene m¨¢s de 50 a?os. Algunos llevan esmoquin y fuman gordos habanos desde antes de la cena. Pero este hombre debe de tener 30 y ni siquiera lleva corbata. En cambio, luce un pendiente en la oreja izquierda y parte de un tatuaje asoma por el cuello de su camisa.
La Nochevieja es la fecha en que se nos permite hacer el rid¨ªculo. M¨¢s a¨²n, se nos estimula a hacerlo. Al principio de la cena, nos entregan una bolsa con serpentinas, cornetitas y matasuegras. A los postres, la mitad de los comensales ya se persiguen entre las mesas soplando papelitos de colores con sombreros de lentejuelas. En medio de la euforia, el tipo del tatuaje resulta sobrio, incluso austero.
La Nochevieja es la fecha en que se nos permite hacer el rid¨ªculo. M¨¢s a¨²n, se nos estimula a hacerlo
Despu¨¦s de medianoche, se inicia el baile. Shakira. Gloria Gaynor. Lo de siempre. El del tatuaje parece conocer a todo el mundo. Aqu¨ª y all¨¢ se le ve conversando animadamente con quien encuentra. Cuando los asistentes han entrado en calor, el disc jockey pone una canci¨®n que yo nunca hab¨ªa o¨ªdo y todos salen a bailar con velas en las manos. El disc jockey promete premios para quien mantenga su vela encendida hasta el final de la canci¨®n.
-Esto debe de ser una cosa catalana -me dice el del tatuaje, que ahora est¨¢ a mi lado en la barra-. Pero yo vengo de Zaragoza. Paso.
Trabamos conversaci¨®n. M¨¢s bien, ¨¦l traba conversaci¨®n. Sin parar. Me cuenta de su trabajo cargando muebles en una empresa de mudanzas. De su perro. De la hospitalizaci¨®n de su madre. No s¨¦ por qu¨¦ me habla de todo esto. Su novia no se ve por ninguna parte.
-Y le dije al doctor: "?O das a mi madre de alta o yo te doy de alta a patadas!". Porque yo he estado en la calle, t¨ªo. Aqu¨ª donde me ves, yo he sido de temer.
-?En serio? ?Qu¨¦ hac¨ªas?
Me examina en silencio, bajo la luz mortecina de las velas. Luego duda:
-T¨² eres periodista, ?no?
-No estoy de servicio.
-Los periodistas siempre est¨¢n de servicio.
Su novia emerge de entre la multitud. La canci¨®n de la vela ha terminado y ella quiere bailar. ?l la acompa?a un par de piezas, pero luego discuten. Creo que se est¨¢n gritando, pero quiz¨¢ es s¨®lo que no se oyen por el volumen de la m¨²sica. A su lado, un cincuent¨®n con aire de Mick Jagger y gafas oscuras baila fren¨¦ticamente con una rubia.
Antes de darme cuenta, el del tatuaje ha vuelto a sentarse a mi lado. Ahora habla de moda, y luego de sus vacaciones en el Pirineo, y de su perro otra vez. Empiezo a sospechar que est¨¢ hasta las orejas de coca¨ªna.
-T¨² no sabes lo que yo he sido -est¨¢ diciendo ahora-. Las cosas que he hecho.
-Porque no me lo has dicho. Cu¨¦ntamelo. Total, no te ver¨¦ nunca m¨¢s.
?l se lo piensa unos instantes. Es la primera vez que detiene su verborrea. Declara:
-Yo era nazi.
-Ya.
Dos hombres con esmoquin pasan a nuestro lado. Llevan gafas con luces de colores y sombreros de payaso. ?l contin¨²a:
-Soy nazi, pero estoy retirado de la calle, ?sabes?
-Claro.
-?T¨² eres argentino?
-Peruano.
-No pasa nada, ?eh?
-Vale.
-Nada contra ustedes. ?Sabes cu¨¢les son un peligro? Los jud¨ªos.
Trato de irme, pero me ha cortado el paso. Trato de hablar, pero es imposible. Me ahoga su torrente de palabras:
-Mira lo que est¨¢n haciendo en Palestina. Todas esas bombas. Todos esos ni?os muertos. Y ahora nos van a llamar antisemitas.
A nuestro lado, una mujer deja escapar una carcajada. Su risa suena como vasos rompi¨¦ndose.
-?Sabes lo que te digo? No hay nada m¨¢s bonito, m¨¢s emotivo, que luchar por tu patria y tu familia. De eso se trata todo ?Comprendes?
Le digo que s¨ª. ?l vuelve a hablar del hospital, y luego de f¨²tbol. Me cuenta que en Zaragoza jugaba un peruano. Me da un abrazo. Siento el sudor que empapa su camisa. De repente, ah¨ª est¨¢ su novia:
-Ya te est¨¢ dando el tost¨®n con sus rollos, ?no? -me sonr¨ªe ella. Lo besa en los labios y le acaricia el pelo, como a una mascota-. Venga, a bailar.
A nuestro lado pasa un hombre sin camisa y con una copa de cava. El del tatuaje sigue a su novia d¨®cilmente, hasta que desaparecen en la pista de baile.
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