G¨¦nero negro
?Qu¨¦ ocurre cuando el suspense de la realidad supera, con creces, el de la ficci¨®n? El aquelarre de adictos a la novela negra celebrado estos d¨ªas en Barcelona tampoco ha logrado dar respuesta a un inc¨®modo interrogante que ampl¨ªa cada vez m¨¢s su inquietante vigor. Gracias a esta irresoluble inc¨®gnita, el g¨¦nero negro gana adeptos: en las novelas, al menos quien indaga se ve premiado con un final, y a otra cosa, mariposa. En la realidad, por el contrario y m¨¢s si estamos oficialmente en crisis -lo que da una especie de especial permiso para ponerlo todo patas arriba-, un suspense lleva a otro: el cuento de nunca acabar. ?El futuro acecha!
Las novelas negras m¨¢s cl¨¢sicas, desde Sherlock Holmes a Hercule Poirot, son pedag¨®gicas: ense?an, entre otras cosas, m¨¦todos de indagaci¨®n ¨²tiles en los repliegues de la cotidianidad. Mis admirados contempor¨¢neos, los escritorees Sue Grafton y Henning Mankell, una norteamericana -que est¨¢ acabando con T de trampa (Tusquets) un magistral abecedario del crimen- y un sueco -dramaturgo, cuyas obras describen problemas y sensaciones comunes al individuo global- ofrecen, adem¨¢s de m¨¦todos propios de indagaci¨®n, estrategias para sobrellevar los cotidianos sobresaltos en el choque de lo local con lo global y en la confrontaci¨®n de ese choque con aquello que cre¨ªmos que fue la historia. Suspense a tope, como en la vida.
Las novelas negras son pedag¨®gicas: ense?an m¨¦todos de indagaci¨®n ¨²tiles en lo cotidiano
En El chino (Tusquets), lo ¨²ltimo del excelso Mankell, todo eso se combina con un viaje por el pasado basado en la hip¨®tesis/suspense de moda: los chinos llegaron a todas partes antes que ning¨²n occidental -nuestro Crist¨®bal Col¨®n tan s¨®lo fue un imitador vulgar- y as¨ª colonizaron ?frica y Am¨¦rica, lo cual acarrea interesantes consecuencias y oscuras tramas de intereses que llegan hasta ahora mismo. La inc¨®gnita del pasado ha generado una literatura de detectives de la historia cuyo m¨¢s singular representante actual es Gavin Menzies, un marino e investigador brit¨¢nico a quien se debe la divulgaci¨®n de los viajes de la flota china a comienzos del siglo XV en 1421 (Debolsillo), de la que se han vendido cientos de miles de ejemplares. Las 600 p¨¢ginas de esta investigaci¨®n se quedan cortas: dentro de un mes, aparece en castellano la traducci¨®n de 1434 (Debolsillo): Col¨®n lo tiene crudo. Y nosotros tambi¨¦n: ?qui¨¦n sabe si descubrimos que los chinos tambi¨¦n pasaron por aqu¨ª? Menudo susto, lo que faltaba.
El suspense del pasado y sus fantasmas reales es una constante que, de no haber estado tan ocupados con el intrigante futuro, deber¨ªa haberse contemplado en la superconferencia de Davos y revolotear¨¢, sin duda, en la pr¨®xima quedada del G-20, en Berl¨ªn y Londres. En otra novela -tan oscura como un pozo sin fondo-, El lector, de Bernhard Schlink (Anagrama), cuya versi¨®n cinematogr¨¢fica acaba de estrenarse con el valor a?adido de la candidatura al Oscar de Kate Winslet, se muestra como el terror traspasa barreras generacionales y la herencia del mal resulta irreparable. Fantasmas por todas partes.
El inquietante g¨¦nero negro, con su suspense y sus expectativas, es, pues, vivo retrato de nuestra ¨¦poca: ?vivimos una novela de cr¨ªmenes con un final abierto? Basta ver los telediarios para confirmar que, d¨ªa tras d¨ªa, se confirman las peores expectativas y no aprendemos de nuestros tropiezos. Gracias a esta escasa capacidad no s¨®lo de rectificar, sino de modificar comportamientos tan enfermizos como el tenerlo todo bajo control, se confirman noticias como que Google y similares -no hace falta que sean norteamericanos, pueden estar a la vuelta de la esquina- piratean y se apropian de textos literarios y de investigaci¨®n.
En suma: uno puede pasar la vida investigando o creando, pero, sin una patente o un buen abogado, todo posible m¨¦rito beneficiar¨ªa a un tercero. Hay ejemplos de esta apropiaci¨®n intelectual indebida -los que no citan fuentes, por ejemplo- todos los d¨ªas. En ese caso, ni siquiera un detective de novela es capaz de resolver nada y ya sabemos que la justicia -real, la que hace falta- est¨¢ ocupada en cosas de mayor inmediatez. As¨ª que lo que investigamos por un lado se l¨ªa por el otro. Puro g¨¦nero negro.
Y siempre, claro, el gui?o, la iron¨ªa. Explicaba en la London School of Economics el consejero Castells su dificultad para definir nuestra realidad catalana en ingl¨¦s: country, nation, state, region? Castells quer¨ªa hacerse entender, as¨ª que acab¨® dando n¨²meros. Otro cl¨¢sico: la calculadora universal anida en todas las mentes. Das una patada al suelo -en Catalu?a tambi¨¦n- y salen miles de candidatos, especialmente j¨®venes sin complejos, a la caza de fianciaci¨®n, n¨²meros, pasta. De ah¨ª que aqu¨ª la gran haza?a catalana de hoy no sea una reflexi¨®n preocupada sobre la negra realidad, sino el hero¨ªsmo surreal de unos prohombres empe?ados en convencernos de que, para conjurar toda incertidumbre, real o no, nos faltaba un avi¨®n. Qu¨¦ digo, una compa?¨ªa entera. Esto, con la que est¨¢ cayendo, es pura magia catalanista: g¨¦nero gris.
m.riviere17@yahoo.es
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