La casa de los l¨ªos
Ma?ana se celebran elecciones auton¨®micas en Galicia y en el Pa¨ªs Vasco. Es habitual que las autonom¨ªas del art¨ªculo 149 celebren sus comicios a la vez, pero los ciudadanos suelen verlos como unas primarias de las elecciones generales. No es el caso de las comunidades del 153. Nunca hab¨ªan coincidido dos convocatorias de este tipo, por lo que los debates interesaban m¨¢s bien poco a los votantes de otras comunidades. Ahora no, ahora las vemos las dos a la vez, las comparamos e, inevitablemente, las enjuiciamos. Es lo que tiene la categorizaci¨®n, que dejas de pensar en el individuo y piensas en el significado de las cosas, como muy bien sab¨ªa Arist¨®teles con todo aquello de la identidad gen¨¦rica y la diferencia espec¨ªfica. Pero, adem¨¢s de inducirnos a juzgar, el contraste convierte el fen¨®meno en espect¨¢culo, nos incita a ver el asunto como algo tr¨¢gico o c¨®mico. En este caso, Arist¨®teles, que fue el primero en sentar las bases de la tragedia y de la comedia, lo habr¨ªa clasificado en el segundo grupo.
Hay una clase de novela consistente en narrar acontecimientos simult¨¢neos en cada vivienda de un edificio: La vie, mode d'emploi de Georges Perec es un ejemplo protot¨ªpico. Algunas obras de Gald¨®s se acercan al modelo, pero quien mejor lo ha encarnado es el entra?able comic de Roberto Ib¨¢?ez, 13 Rue del Percebe. ?Recuerdan aquellos tipos humanos formidables? Bueno, pues la contemplaci¨®n de dos elecciones auton¨®micas a la vez nos dibuja Espa?a como una estrafalaria casa de los l¨ªos en la que cada una de las diecisiete viviendas tiene su historia paralela. El moroso del ¨¢tico: ?no les recuerda a cierta autonom¨ªa -caliente, caliente- donde se debe todo y la deuda ha ido creciendo astron¨®micamente en estos a?os de vino y rosas? Y qu¨¦ me dicen de la madre de los ni?os terribles: ?a que esa comunidad donde siempre acaban disculpando las gamberradas mort¨ªferas de sus ni?atos de la gasolina se le parece que ni pintada? ?Pues anda que la patrona de la pensi¨®n!: qued¨¢rselo todo para la casa y dejar a los paganos con el est¨®mago vac¨ªo ha sido, desde que existe el Estado espa?ol, una especialidad de quienes cortan el bacalao en la capital. Claro que algunas autonom¨ªas, como el tendero del bajo, han compensado el asunto intentando enga?ar a las dem¨¢s en el peso de las mercanc¨ªas. Todo recuerda a un fren¨¦tico caleidoscopio en el que se mezclan coches tuneados, yates de lujo, decenas de trajes y, sobrevol¨¢ndo el conjunto, un ominoso silencio.
Hasta ahora las comunidades aut¨®nomas han vivido de criticar al Estado y de no asumir sus responsabilidades. Pero este modelo tiene los d¨ªas contados porque ya no hay mucho m¨¢s que repartir. La gente empieza a darse cuenta de que la Espa?a auton¨®mica se ha convertido en un patio de vecinos grotesco que, en vez de resolver el problema, de la diversidad ling¨¹¨ªstica y cultural de la Pen¨ªnsula, no hace sino reproducir los peores vicios de los gobiernos centralistas de ¨¦pocas pasadas. Ya comprendo que con la que est¨¢ cayendo preocuparse por las autonom¨ªas parece un capricho. Sin embargo, la retracci¨®n proteccionista a la que asistimos como consecuencia de la crisis va a tener, entre otras, la consecuencia de encerrarnos otra vez en nuestros l¨ªmites estatales, por lo que el asunto es m¨¢s importante de lo que parece. Yo, por si acaso, me pido el ascensor del n¨²mero 13 de la rue del Percebe, un espacio que, aunque azaroso, permite vivir al margen de esa pandilla de locos que nos ha tocado en suerte.
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