Georgia: seis meses despu¨¦s
Saakashvili envi¨® el pasado agosto su Ej¨¦rcito a Osetia del Sur. Ahora en su pa¨ªs crecen las cr¨ªticas contra su autoritarismo y sus violaciones de los derechos humanos y el des¨¢nimo por la mala situaci¨®n econ¨®mica
El 8 de febrero se cumplieron seis meses de la entrada del Ej¨¦rcito georgiano en Tskhinvali y en Tbilisi, la capital georgiana, sonaron campanas de boda real en la catedral. Un espect¨¢culo que recogi¨® en nuestro pa¨ªs la prensa del coraz¨®n, a pesar de que finalmente no contara con la asistencia de los pr¨ªncipes de Asturias. La mirada al pasado, traducida en el fuerte resurgimiento del poder de la Iglesia y la propuesta de una restauraci¨®n mon¨¢rquica, podr¨ªa ser para algunos un remedio a los males tan evidentes de la pol¨ªtica partidista georgiana.
Un generalizado pesimismo invade hoy a los georgianos. La guerra de agosto y la repercusi¨®n de la crisis econ¨®mica mundial han cortado de ra¨ªz sus expectativas, esa creencia en que algo iba cambiando para bien despu¨¦s de tantos a?os, primero de conflictos militares y pol¨ªticos muy duros y posteriormente de estancamiento total. Ahora se encuentran con una espectacular ca¨ªda del crecimiento econ¨®mico, debida a la p¨¦rdida de valor de su moneda, el lari; la huida de inversores extranjeros, inversi¨®n que constituye hasta el 20% del PIB; el incremento del paro; la destrucci¨®n de infraestructuras, y la presencia de numerosos refugiados. Aunque eso no parece desanimar al presidente Saakashvili, que se muestra muy optimista al comparar sus cifras con las de otros pa¨ªses de su entorno. Por eso a la sensaci¨®n de humillaci¨®n y tristeza de los ciudadanos hay que unir una creciente desconfianza en la pol¨ªtica.
Georgia ha dejado de ser considerada un Estado democr¨¢tico en algunos ¨ªndices internacionales
El pa¨ªs afronta una espectacular ca¨ªda del crecimiento econ¨®mico y una subida del paro
?C¨®mo han transcurrido estos ¨²ltimos meses? La actividad pol¨ªtica y diplom¨¢tica en Tbilisi despu¨¦s del conflicto ha sido fren¨¦tica. La conferencia de donantes celebrada en Bruselas el oto?o pasado a?o reuni¨® a m¨¢s de 67 pa¨ªses que ofrecieron millones de euros para la reconstrucci¨®n. Los viajes solidarios de los distintos l¨ªderes mundiales se multiplicaron y los embajadores georgianos intensificaron sus contactos para conseguir apoyos en todos los pa¨ªses.
A pesar de ello, la candidatura de Georgia para integrar la OTAN fue pospuesta indefinidamente hasta que se dieran las condiciones adecuadas, y muchos pa¨ªses que en un principio hab¨ªan condenado sin paliativos a Rusia matizaron su discurso, no s¨®lo considerando sus intereses econ¨®micos (energ¨¦ticos) con Rusia, sino despu¨¦s de tener m¨¢s datos sobre el conflicto, marcando distancias respecto al comportamiento del presidente georgiano.
No ha sido ¨¦ste el caso de Estados Unidos, que el 9 de enero de este a?o firm¨® con Georgia un tratado bilateral de cooperaci¨®n militar, comercial y energ¨¦tica -en el que se compromete a ayudar a su integraci¨®n en la OTAN y otras instituciones- parecido al acordado en diciembre con Ucrania. Esa firma, realizada justo antes del cambio en la presidencia estadounidense, ha sido interpretada como un intento de crear un compromiso que condicione la futura pol¨ªtica de Obama, de quien, a diferencia de lo que suced¨ªa con Bush, el Gobierno georgiano no sabe qu¨¦ puede esperar. Respecto al acuerdo, lo que quiz¨¢s m¨¢s sobresalto ha creado ha sido la declaraci¨®n del presidente georgiano en el momento de la firma, recogida por la prensa internacional, en la que se refer¨ªa al hecho de que, gracias al acuerdo, Georgia se har¨ªa m¨¢s fuerte y ser¨ªa capaz de seguir el camino para restaurar su integridad territorial.
Por su parte, Rusia se ha mostrado reticente a cumplir los acuerdos de paz. Permiti¨® que los paramilitares acosaran y expulsaran a los osetios de origen georgiano, lo que, unido a los desplazados durante las acciones b¨¦licas, ha dejado m¨¢s de 25.000 refugiados en Georgia. Ha bloqueado la extensi¨®n del mandato de la OSCE dentro de los territorios en conflicto y sigue pidiendo adhesiones para reconocer la independencia de Osetia del Sur y Abjazia, y exigiendo su presencia en los foros internacionales, como las rondas de conversaciones en Ginebra. Adem¨¢s, todav¨ªa ocupa posiciones en territorio georgiano no disputado.
Dentro de Georgia, tambi¨¦n ha habido muchos cambios. La comisi¨®n parlamentaria que se cre¨® el 26 de septiembre para investigar las circunstancias en las que se hab¨ªa iniciado la ofensiva georgiana concluy¨® que toda la responsabilidad por lo sucedido reca¨ªa ¨²nicamente en Rusia, que hab¨ªa planeado y provocado la guerra, sin dejar otra salida a los georgianos m¨¢s que la respuesta armada. Exoneraba as¨ª de toda responsabilidad a Saakashvili, aunque no al Consejo de Seguridad Nacional, debido a su incapacidad para prever la reacci¨®n rusa, ni al Ej¨¦rcito georgiano, acusado de mal funcionamiento en la campa?a y cuyos responsables fueron destituidos. No obstante, algunas de las declaraciones individuales de pol¨ªticos y funcionarios durante el procedimiento, por lo menos arrojaron dudas sobre la versi¨®n oficial.
Tambi¨¦n se realizaron cambios en el Gobierno, con relevos en las carteras de Educaci¨®n, Defensa y Exteriores, pero que al final supusieron algo parecido a lo que ha sucedido durante los cuatro reajustes que Saakashvili ha realizado en un a?o: mera sustituci¨®n de unos ministros por otros, salidos en su mayor¨ªa de un c¨ªrculo cercano a un presidente que exige sobre todo lealtad a su persona y que controla todas las decisiones.
El hecho de que uno de los objetivos declarados de Rusia fuera hacer caer al presidente, propici¨® inicialmente el cierre de filas de los georgianos en torno a su l¨ªder. A pesar de ello, pronto aparecieron las primeras cr¨ªticas, no s¨®lo de la oposici¨®n sino tambi¨¦n de pol¨ªticos que hab¨ªan ocupado cargos afines al Gobierno, y estas cr¨ªticas se han ido sucediendo a lo largo de estos meses. Pero m¨¢s que centrarse en la decisi¨®n de Saakashvili de enviar el Ej¨¦rcito a Osetia del Sur, el argumento que esgrimen es su autoritarismo en el ejercicio del poder. Se critica su estilo de liderazgo consider¨¢ndolo no democr¨¢tico, dado su control de los medios y el poder judicial. El Defensor del Pueblo, Sozar Subari, por ejemplo, ha denunciado abusos de derechos humanos justificados por la necesidad de construir un Estado fuerte. La antigua portavoz del Parlamento, Nino Burjanadze, exigi¨® reformas electorales y ha creado un partido de oposici¨®n, como tambi¨¦n se han convertido en opositores el anterior primer ministro, Zurab Noghaideli, o el antiguo embajador ante la ONU, Irakli Alazania, que ¨²ltimamente es el que est¨¢ adquiriendo m¨¢s protagonismo.
Pero mientras el presidente sigue vendiendo de forma vehemente sus objetivos en todos los foros internacionales, incluso la posibilidad de liberar los territorios de Abjazia y Osetia del Sur "antes de lo que la gente cree", y defiende sus credenciales como defensor de la democracia en el C¨¢ucaso, su pa¨ªs ha experimentado una fuerte ca¨ªda en los indicadores internacionales de democracia. La falta de institucionalizaci¨®n del sistema lo acerca m¨¢s al modelo ruso que a otros, dada la concentraci¨®n de poder en el Ejecutivo y el control que ejerce sobre los medios de comunicaci¨®n, acentuado por el cierre del canal de TV opositor IMEDI. Su acumulaci¨®n de poder, justificada por la necesidad de crear un Estado m¨¢s funcional, ha dado lugar a un sistema paternalista de tendencias autoritarias, en el que no hay un equilibrio de poderes. Y a esto hay que sumar el hecho de que la sociedad civil activa est¨¢ impulsada desde el exterior y depende de la financiaci¨®n internacional, sin que realmente funcione como correa de transmisi¨®n de demandas o espacio de movilizaci¨®n de la poblaci¨®n georgiana, que s¨®lo parece implicarse en acciones de protesta espor¨¢dicas. Ello explica que Georgia haya dejado de ser considerada un Estado democr¨¢tico en algunos ¨ªndices internacionales que eval¨²an la calidad de las democracias.
Se acerca la primavera, ¨¦poca propicia para las protestas, y en una crisis econ¨®mica brutal, los Gobiernos de corte autoritario pueden sentir tentaciones de recuperar el pulso perdido intentando solucionar viejas afrentas. Y no ha acabado el que para muchos analistas fue el primer conflicto de un mundo multipolar, que puso de relieve la impotencia de Estados Unidos y la divisi¨®n de Europa, y marc¨® la recuperaci¨®n del potencial de Rusia, olvidado en parte por la violencia de la posterior entrada en Gaza de los israel¨ªes.
Lo que la tozuda realidad nos obliga a tener bien presente es que las soluciones militares no suelen ser efectivas en este tipo de conflictos y cuando los sistemas pol¨ªticos democr¨¢ticos se apuntan a ellas, siempre acaban desvalorizando los principios que pretenden defender.
Elena Garc¨ªa Guiti¨¢n es profesora del Departamento de Ciencia Pol¨ªtica y Relaciones Internacionales de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.