L¨¢zaro se estrena en Espa?a
Al ya tradicional problema de aceptaci¨®n que la m¨²sica contempor¨¢nea tiene para un sector considerable del p¨²blico -aferrado en exceso al lenguaje de los siglos XVIII y XIX- se a?aden, en el caso de L¨¢zaro (estreno en Espa?a el pasado viernes), otras dificultades. La primera es com¨²n a cualquier ¨®pera servida en versi¨®n de concierto: lo que est¨¢ concebido para la escena, se sostiene mal sin ella. Actuaci¨®n de los personajes, escenograf¨ªa, iluminaci¨®n y vestuario son elementos esenciales del espect¨¢culo, y la valoraci¨®n de ¨¦ste ser¨¢ siempre relativa en ausencia de aquellos. Los espectadores de la ciudad alemana de Kiel, donde se vi¨® -all¨ª s¨ª, escenificada- por vez primera L¨¢zaro (mayo de 2008), tuvieron m¨¢s suerte que los valencianos.
L¨¢zaro (versi¨®n de concierto)
Composici¨®n y direcci¨®n: Crist¨®bal Halffter. Textos de Juan Carlos Marset. Solistas: J?rg Sabrowski, Diana Tiegs, Marina Pardo, Stefano Palatchi, Alfredo Garc¨ªa, Eduardo Santamar¨ªa, Gustavo Pe?a, Fernando Latorre. Orquesta de Valencia. Palau de la M¨²sica. Valencia, 27 de febrero de 2009
Hay, sin embargo, otros obst¨¢culos para su disfrute que parecen desprenderse de la obra misma. Uno de ellos es la gran cantidad de temas que pretende abarcar. Partiendo de la historia evang¨¦lica de L¨¢zaro, se sugiere a la vez una reflexi¨®n sobre la muerte, la apariencia, el acceso al conocimiento y, en definitiva -son palabras de Crist¨®bal Halffter-, el mito plat¨®nico de la caverna. Transformar todo esto en una obra dram¨¢tica resulta sin duda complicado. No tanto porque se trate de una "¨®pera de ideas" como por la dificultad de transmitir el inmenso caudal de pensamientos y emociones que su misma ambici¨®n pone sobre la mesa. De hecho, cuando el compositor present¨® en la misma sala (2005) las Cuatro piezas para orquesta (que al final resultaron ser los fragmentos instrumentales de L¨¢zaro), su trabajo gust¨® en mayor medida. Las filigranas sonoras de la instrumentaci¨®n y el s¨®lido engranaje estructural convencieron m¨¢s como m¨²sica pura que como interludios oper¨ªsticos. Abundando en lo mismo, la maestr¨ªa de Halffter en la escritura para orquesta parece muy superior a la del tratamiento vocal. A pesar de ello, los cantantes defendieron con entusiasmo y expresi¨®n sus papeles. Y tambi¨¦n cumpli¨® con eficacia la orquesta, aunque, quiz¨¢s, menos entusiasmada.
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