Tocino de cielo

Es La Principal un establecimiento que pretende, con honestas intenciones, dar de comer bien a razonables precios, y como es clamor popular que lo consigue, sus mesas se llenan d¨ªa tras d¨ªa.

Para lograr sus fines se sirve de buenas materias primas y conocimiento cabal de aquel tipo de cocina que la mayor¨ªa de los clientes demandan, y que no es otra -en estos tiempos de rigor- que aquella que hace recordar la casa propia.

Ensaladas -comunes o singulares-; huevos revueltos del mismo tipo -con ajos y con gambas, con boletus edulis y jam¨®n-; entradas cl¨¢sicas y olvidadas, como los caracoles o los calamares a la andaluza; grandes y peque?os pescados -el San Pedro, la lubina- a la espalda o a la sal-, el lenguado, el at¨²n o la merluza, compiten a porf¨ªa con la paletilla de cordero, el chulet¨®n de buey y el secreto ib¨¦rico, que no es una escultura de nuestros ancestros sino una parte singular del cerdo, llena de sabor y de bondad cuando es asado a la parrilla.

Pero conviene vigilar los platos de cuchara, tradici¨®n que vuelve con indomable poder, representada, seg¨²n los d¨ªas, por el arroz con acelgas y caracoles, el potaje de garbanzos, las jud¨ªas con perdiz y otros varios de su traza y cala?a, que dejan ah¨ªto el est¨®mago y ajustada la cuenta a pagar.

As¨ª como los postres, cap¨ªtulo culinario donde la modernidad se ha aliado con el gusto popular de forma m¨¢s patente, desplazando en muchas ocasiones las pesadas composiciones de otros tiempos. Sin embargo, cuando nos encontramos con un trasunto de aquellos digno de menci¨®n -caso del tocino de cielo que nos ofrecen en impagable raci¨®n- debemos calibrarlo, estudiarlo, y al fin ingerirlo, haciendo abstracci¨®n de nuestros prejuicios y de sus calor¨ªas.