Un Israel ensimismado
Mientras el l¨ªder de la derecha que se reconoce como derecha, Benjamin Netanyahu al frente del Likud, trata de formar Gobierno con una ultraderecha que no se reconoce como tal, Nuestra Casa Israel, de Avigdor Lieberman, y otros partidos menores que la izquierda califica de "lun¨¢ticos", Israel, o una parte notable de sus periodistas, intelectuales, profesionales y gente de excelente formaci¨®n se encierra en una madeja de explicaciones, justificaciones, y enso?aciones que difuminan el tr¨¢nsito a la realidad. Es un Israel ensimismado con el discurso contrario al que a principio de los 90 desarrollaba el entonces director del diario Haaretz, Hannoch Marmari, entre otros, con su saludo al postsionismo. La paz en Palestina parece hoy tan alejada como nunca haya podido estarlo.
La paz en Palestina parece hoy tan alejada como nunca haya podido estarlo
El Instituto Chaim Herzog de la Universidad de Tel Aviv organiza anualmente encuentros con la prensa europea sobre una cuesti¨®n recurrente: Europa no nos entiende, en su versi¨®n moderada; o Europa se despe?a hacia el antisemitismo, en lenguaje m¨¢s radical. Y es fascinante comprobar c¨®mo profesionales del esp¨ªritu, tipos decent¨ªsimos, dem¨®cratas a carta cabal, con impecables credenciales ante el mundo palestino, se han fabricado un mecano explicativo en el que la prensa europea hace el papel de ¨ªncubo de la persecuci¨®n contra Israel. Todo lo que se refiera a su pa¨ªs, dec¨ªan, recibe un tratamiento especial por parte de Europa, y, as¨ª, las guerras israel¨ªes sufren una cobertura period¨ªstica muy distinta a la que los europeos dan "a sus propias guerras". Y todo ello embalsamado en un reg¨¹eldo de suspicacia, que adivina en la utilizaci¨®n del t¨¦rmino "castigo", con que se describen las operaciones de represalia contra el terrorismo palestino, una carga sem¨¢ntica del m¨¢s grave antisemitismo. Pocos llegan, sin embargo, a asegurar -como ocurri¨® hace tres a?os- que exist¨ªa en Europa un sanedr¨ªn de periodistas que dirig¨ªa la ofensiva medi¨¢tica contra el Estado de Israel; el reverso en miniatura del Protocolo de los Sabios de Si¨®n.
Y no es que Europa no tenga nada que reprocharse, desde el tratamiento secular a los jud¨ªos, a mirar para otro lado cuando empezaba a ser inconfundible lo que pasaba con el pueblo jud¨ªo en la II Guerra, sevicias hist¨®ricas todas ellas que han dejado tras de s¨ª un poderoso residuo de antisemitismo en la educaci¨®n, las creencias -como contrapuestas a ideas, en la versi¨®n de Ortega- y hasta en los t¨®picos de una pretendida conversaci¨®n amable. Deber¨ªa la opini¨®n europea ilustrada comprender, a¨²n hoy cuando Israel es una temible potencia militar como prueba la reciente destrucci¨®n de Gaza, la mentalidad de pa¨ªs cercado, de sociedad que siempre teme estar a punto de tener que librar la ¨²ltima batalla. Pero no s¨®lo es Ir¨¢n quien ha de guardarse de Israel -que ya posee el arma nuclear- y no al rev¨¦s, sino que la gran prensa europea, en todo caso, es moderadamente favorable al Estado sionista, y si sufre en ocasiones accesos de palestinidad nunca van m¨¢s all¨¢ de rogar que se cumpla la resoluci¨®n 242 del Consejo de Seguridad: la retirada israel¨ª de todo lo conquistado en 1967, pero siempre con el a?adido de una serie de garant¨ªas para la mayor integridad del pa¨ªs. Nadie de peso reclama hoy en Europa el regreso de cuatro millones de refugiados palestinos y sus descendientes a sus antiguos hogares.
?Cu¨¢l es la t¨¦cnica introspectiva que permite a ese segmento de poblaci¨®n construirse un universo de fantas¨ªa poblado de periodistas europeos clamando "genocidio"? Consiste en entender la realidad como un mecano que se puede descomponer en un gran n¨²mero de piezas o eslabones, de los que, sin embargo, s¨®lo se quiere examinar algunos -y los hay que tanto alientan una como otra posici¨®n- pero siempre con la precauci¨®n de no querer nunca ver la cadena en su conjunto, porque ¨¦sta remite inexcusablemente al problema de origen: la culpabilidad se reparte, a buen seguro, entre israel¨ªes y palestinos, pero no hay forma de evitar que ¨¦stos se dividan en ocupantes y ocupados. As¨ª, los que habitan en esa burbuja autoinsuflada son perfectamente capaces de considerar un error la incesante colonizaci¨®n de los territorios, pero no por ello conectan ese torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de cualquier tipo de negociaciones con la irremediable par¨¢lisis y fracaso de las mismas. El arbitrista Mart¨ªn Gonz¨¢lez de Cellorigo, mientras contemplaba la ruina de la Espa?a del siglo XVII, escribi¨® que aqu¨¦llo se hab¨ªa convertido en "una rep¨²blica de hombres encantados". ?Habr¨¢ alguien capaz de desencantarlos?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.