El cambio necesario
Las novenas elecciones auton¨®micas en Euskadi, adem¨¢s de apuntalar el pluralismo de la sociedad vasca, se?alan un camino sin retorno.
En primer lugar, el ciclo de Lizarra, gestionado por Ibarretxe con la muleta de quienes apoyan a ETA, ha tocado a su fin. Este ciclo ha estado caracterizado por la estrategia de acumulaci¨®n de fuerzas del frente nacionalista, por la exclusi¨®n deslegitimadora de la mitad pol¨ªtica del pa¨ªs y por las aventuras soberanistas de Ibarretxe y su partido.
A estas alturas, y sabiendo lo que sabemos, resulta obscena la insistencia del nacionalismo en intentar deslegitimar el resultado electoral por la exclusi¨®n democr¨¢tica de la competici¨®n de quienes apoyan al terrorismo. ?Qu¨¦ podr¨ªamos decir de su connivencia e instrumentalizaci¨®n rec¨ªproca durante tantos a?os y con tanta irresponsabilidad?
El entendimiento del PNV con el PSE-EE s¨®lo puede darse si el primero abandona la estrategia de Lizarra
Si el PNV no rectifica, Patxi L¨®pez debe iniciar el cambio gobernando en solitario
En segundo lugar, el Partido Socialista de Patxi L¨®pez tiene el encargo y la responsabilidad de inaugurar una nueva etapa que supere la pol¨ªtica de frentes, en la que se ha basado la hegemon¨ªa artificial del nacionalismo, y oxigene la asfixiante vida pol¨ªtica e institucional que ¨¦ste ha estado monopolizando.
Hace tiempo que nuestras encuestas ven¨ªan detectando una mayor¨ªa social en la opini¨®n p¨²blica vasca que demandaba un cambio de rumbo y de ciclo en la pol¨ªtica vasca, que rechazaba y se fatigaba con el enfrentamiento identitario y que no apoyaba las aventuras radicales y rupturistas encabezadas por Ibarretxe.
Ibarretxe no ha querido cerrar este ciclo, a pesar de los avisos electorales previos, de la p¨¦rdida de imagen y apoyo de su Gobierno, de los mensajes de la opini¨®n p¨²blica vasca (a cuya voz siempre apela, con visi¨®n mesi¨¢nica o plebiscitaria) y de la propia direcci¨®n de su partido en los tiempos de Josu Jon Imaz. Inici¨® su campa?a ofreciendo la reedici¨®n de su f¨®rmula de gobierno y el mantenimiento b¨¢sico de la estrategia de Lizarra. Al tiempo que pon¨ªa sordina (que no rectificaci¨®n) a sus propuestas soberanistas, hac¨ªa gui?os a la base social de los violentos para mantener su alianza en la sombra y captar una parte de su voto desencantado, aun a costa de deslegitimar la lucha antiterrorista, en general, y el proceso electoral, en particular. Al mismo tiempo, amenazaba con toda clase de males para el autogobierno y para el pa¨ªs, si su f¨®rmula no se ve¨ªa revalidada y se produc¨ªa la alternancia, agitando el fantasma de un inexistente pacto secreto del "frente espa?olista", que responde a su enfermiza concepci¨®n excluyente y monopol¨ªstica del pa¨ªs, sus instituciones, su identidad y su voluntad plurales.
La campa?a ha estado muy polarizada en torno al PNV y el PSE-EE y sus candidatos respec-tivos (Ibarretxe y L¨®pez) y la incertidumbre sobre el resultado final, no tanto por qui¨¦n ser¨ªa el ganador (la opini¨®n p¨²blica apostaba mayoritariamente por el PNV), cuanto por las dudas razonables sobre la continuidad de la actual f¨®rmula de gobierno y la confusi¨®n sobre las alternativas posibles de gobierno.
Lo cierto es que, a pesar de lo ajustado de las expectativas de unos y otros, de las citadas incertidumbres y de las estrategias polarizadoras, no ha sido una campa?a que movilizara a la ciudadan¨ªa como en 2001 o, incluso, en 2005. El nacionalismo ha perdido casi 60.000 electores (incluyendo los 90.000 seguidores estimados de D3M al llamamiento del voto nulo) y el autonomismo algo menos de la mitad. Por tanto, el nacionalismo ha acusado el desgaste, pero el autonomismo no ha logrado movilizar a todo su electorado, lo que le habr¨ªa servido para respaldar una alternancia rotunda.
La campa?a, por tanto, no ha sido todo lo movilizadora que se podr¨ªa esperar, pero ha servido para concentrar el voto en las dos opciones ¨²tiles y llamadas a gobernar: PNV y PSE-EE. Entre ambos suman casi el 70% de los votos y casi tres de cada cuatro esca?os parlamentarios, constituy¨¦ndose en el eje central de la pol¨ªtica vasca en su encrucijada sociopol¨ªtica y competitiva: derecha/izquierda y nacionalismo/autonomismo.
Por una parte, al PNV, atando su futuro inmediato a Ibarretxe y su figura, la estrategia le ha dado resultado al lograr captar el apoyo de cuatro de cada cinco votos nacionalistas, y permitirle un ¨²ltimo aliento de esperanza al ganar las elecciones. Por otra, el PSE-EE, aunque se ha quedado por debajo de sus expectativas, tambi¨¦n ha logrado concentrar tres de cada cinco votos autonomistas, cuya mayor¨ªa absoluta sirve para avalar su propuesta de cambio.
As¨ª pues, el pueblo ha hablado y los pol¨ªticos tienen que interpretar su voz en clave de gobernabilidad y de pol¨ªtica. Y, por muy dif¨ªcil que puedan parecer las salidas, la fuerza del cambio, en uno o varios tiempos, es la que tiene que fijar el rumbo de un nuevo tiempo pol¨ªtico de integraci¨®n plural para el Pa¨ªs Vasco. Porque es obvio que la sociedad vasca necesita y demanda un cambio de rumbo, que ponga las instituciones al servicio del pluralismo y acompase la pol¨ªtica a las necesidades y problemas de vertebraci¨®n y cohesi¨®n social de su ciudadan¨ªa plural.
Es cierto que la opci¨®n preferida, aunque minoritaria, antes de las elecciones era la del entendimiento entre el PNV y el PSE-EE, lo que, sin duda, dar¨ªa una gran estabilidad a la gobernabilidad del pa¨ªs en estos momentos de crisis global. Pero, tambi¨¦n es cierto que ni la reedici¨®n de la actual f¨®rmula de gobierno tripartito (aunque sea reforzada con Aralar) propuesta por Ibarretxe podr¨ªa dar estabilidad al pa¨ªs, ni el PSE-EE est¨¢ por formar un gobierno de coalici¨®n de frente alternativo (con el PP y UPyD).
El entendimiento necesario entre PNV y PSE-EE s¨®lo puede darse si hay un cambio de rumbo y el PNV abandona su estrategia de Lizarra, aparca sus propuestas soberanistas, se implica en la lucha contra el terrorismo del lado del Gobierno de la naci¨®n y en el aislamiento social de los violentos, y demuestra que puede ser leal a las instituciones constitucionales, corrigiendo su sistem¨¢tico hostigamiento deslegitimador del Estado, as¨ª como su concepci¨®n excluyente del autogobierno y de lo vasco. En definitiva, si protagoniza una aut¨¦ntica rectificaci¨®n, que puede incluir incluso un sacrificio del propio Ibarretxe, por incapacidad manifiesta para rectificarse a s¨ª mismo y su pol¨ªtica. De lo contrario ser¨ªa un pacto en falso, que buena parte del electorado socialista no entender¨ªa y que frustrar¨ªa las expectativas del cambio necesario.
Este cambio necesario no puede ser un movimiento pendular y reactivo, pero tampoco puede ser cosm¨¦tico, despu¨¦s de tantos a?os de monopolio nacionalista. Tiene que ser un cambio responsable y con prioridades claras para afrontar la restauraci¨®n plena de las libertades y del pluralismo, la cooperaci¨®n y lealtad de las instituciones vascas en la lucha contra el terrorismo y, muy especialmente, la concertaci¨®n para afrontar las consecuencias y las salidas de la crisis econ¨®mica.
Si el PNV no est¨¢ maduro ahora mismo para producir una rectificaci¨®n en profundidad, Patxi L¨®pez y el PSE-EE no puede eludir la responsabilidad democr¨¢tica de formar un gobierno en solitario, aparentemente fr¨¢gil e inestable en sus apoyos iniciales, pero que puede afrontar una primera etapa transitoria eficaz para los objetivos del cambio necesario. Al fin y al cabo, esa responsabilidad ya la han demostrado cuando han estado apuntalando la fr¨¢gil mayor¨ªa de Ibarretxe a lo largo de la ¨²ltima legislatura.
?No es exigible un comportamiento rec¨ªproco? El PNV comienza mal descalificando la alternativa y utilizando argumentos como la usurpaci¨®n o la primogenitura. ?l mismo malgobierna Guip¨²zcoa y ?lava sin haber ganado las elecciones.
El cambio necesario es, precisamente, el de la moderaci¨®n, el sentido com¨²n, la integraci¨®n plural, la lealtad institucional, la cooperaci¨®n con el Estado y la responsabilidad democr¨¢tica y no el de la apelaci¨®n al esp¨ªritu de la tribu o la responsabilidad comunitaria. En las democracias representativas no gobierna, necesariamente, quien gana, sino quien consigue concitar m¨¢s apoyos.
Francisco J. Llera Ramo es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, director del Euskobar¨®metro y autor de Los vascos y la pol¨ªtica.
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