Legitimidad, correcci¨®n y oportunidad
Abocados, como estamos, a formar un nuevo Gobierno vasco, conviene distinguir dos campos de an¨¢lisis: en primer lugar, el campo de lo que es v¨¢lido y l¨ªcito, dejando para m¨¢s adelante el de lo correcto y oportuno. El primer campo est¨¢ definido por el sistema basado en la Constituci¨®n y el Estatuto; el segundo, el de lo correcto y oportuno, corresponde a una opini¨®n m¨¢s bien subjetiva, te?ida de ideolog¨ªa o de opci¨®n pol¨ªtica, campo, por eso, en buena parte, de lo subjetivo.
Desde el punto de vista de lo v¨¢lido y lo leg¨ªtimo, las decisiones que se pueden tomar para formar el Gobierno vasco son las que el sistema constitucional -Constituci¨®n y Estatuto- permiten. Podr¨¢ formar Gobierno quien consiga la mayor¨ªa, en principio absoluta, de los votos de los parlamentarios, vengan ¨¦stos de un partido, de un pacto entre partidos o del simple apoyo de uno o varios grupos de diputados. Por poner dos ejemplos, ambos de la Comunidad de Galicia: tan v¨¢lido y l¨ªcito fue el Gobierno formado por el Partido Socialista y el BNG, aunque eran segundo y tercero, como lo es hoy el del Partido Popular. Lo que determina la validez y legitimidad no es el ser el primero, sino alcanzar la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento.
Euskadi ha votado por un cambio de Gobierno y de pol¨ªtica que corrija los excesos del nacionalismo
Un Gobierno de Patxi L¨®pez deber¨ªa evitar el frentismo antinacionalista
Nadie, si juzga razonablemente desde un sistema democr¨¢tico, puede poner en duda esta obvia conclusi¨®n. Sin embargo, es preciso recordarlo cuando observamos c¨®mo el campo de lo obvio no se separa, sino que se confunde, con los juicios de valor sobre la correcci¨®n o la oportunidad pol¨ªticas. Quien consiga en el Parlamento vasco un m¨ªnimo de 38 votos est¨¢ legitimado para ser lehendakari, incluyan estos votos o no a los del partido que haya sido primero en las elecciones.
As¨ª que, en primer lugar, cualquier decisi¨®n sobre el pr¨®ximo Gobierno vasco debe juzgarse en base a su validez y licitud, y este juicio supone la adecuaci¨®n a las reglas de la Constituci¨®n y del Estatuto. S¨®lo despu¨¦s, y en otro plano, podr¨¢ discutirse sobre su correcci¨®n y oportunidad.
Cualquier pretensi¨®n sobre qui¨¦n haya de ser investido como lehendakari, y sobre qu¨¦ Gobierno pretenda formar, puede ser puesta en cuesti¨®n. Y de hecho, la pretensi¨®n de Patxi L¨®pez est¨¢ siendo cuestionada por el PNV. Con dos tipos de argumentos: el que dice que no procede porque no respeta los derechos del partido con m¨¢s representaci¨®n parlamentaria; el que dice que no procede porque supondr¨ªa formar un frente antinacionalista.
El primer argumento introduce un criterio institucional: deber¨ªa respetarse la mayor¨ªa relativa del partido con mayor n¨²mero de parlamentarios. El segundo argumento es estrictamente pol¨ªtico: debemos oponernos, en Euskadi, a las pol¨ªticas frentistas.
El argumento de la correcci¨®n se formular¨ªa as¨ª: ?es correcto ono mantener el criterio de que corresponde formar Gobierno al partido con m¨¢s parlamentarios? Y m¨¢s concretamente: un partido que ha quedado segundo, pero que puede alcanzar la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento contando con el voto de otras fuerzas, ?es correcto o no que forme Gobierno, dejando en la oposici¨®n al partido m¨¢s votado?
Primera respuesta: vale, como juicio de correcci¨®n, discutir la tesis de que el partido m¨¢s votado es el que debe gobernar. Pero este juicio de correcci¨®n debe ceder ante los l¨ªmites que marcan la validez y la legitimidad.
Esto supone que, frente a quienes defienden que es correcto que el partido con m¨¢s parlamentarios sea el que forme el Gobierno, puede oponerse la tesis que defienda el mejor derecho, y la mayor correcci¨®n, de una agrupaci¨®n lograda con votos de otros partidos. Y estas aspiraciones enfrentadas no pueden resolverse m¨¢s que apelando, no al derecho del partido que haya quedado primero, ni al del voto conjunto de otros, sino al de los que logren la mayor¨ªa absoluta. Pues la mayor correcci¨®n debe reconocerse, al final, a quien haya conseguido un resultado v¨¢lido y leg¨ªtimo.
El PNV ha confundido los planos de la legitimidad con los de la, por otra parte, discutible correcci¨®n. Esto ha sucedido cuando ha calificado la aspiraci¨®n a formar un Gobierno no nacionalista como "golpe institucional". Porque la legitimidad est¨¢ definida exclusivamente por el sistema constitucional-estatutario. No cabe crear, fuera de ¨¦l, otro mundo institucional que se sostuviera en una especie de precedentes jur¨ªdicos o de h¨¢bitos pol¨ªticos convertidos en derecho.
Segunda respuesta: aunque el PNV pudiera esgrimir su particular juicio sobre lo que es un comportamiento correcto, dif¨ªcilmente puede mantener hoy la coherencia de un argumento que va contra lo que ha impuesto ¨¦l mismo en un precedente tan significativo como el de la formaci¨®n del Gobierno en 1987, momento en el que se neg¨® a reconocer como lehendakari al candidato del partido socialista, pese a que ¨¦ste tuvo entonces la mayor¨ªa relativa de parlamentarios, e impuso la presidencia de Ardanza. (La argumentaci¨®n entonces de que la mayor¨ªa del Parlamento era nacionalista podr¨ªa volverse en su contra hoy, cuando la mayor¨ªa no lo es). Tampoco es coherente mantener ahora un criterio sobre la correcci¨®n en la designaci¨®n del lehendakari cuando no lo ha mantenido en diputaciones y municipios.
La tercera objeci¨®n del PNV es que pretender esa investidura supondr¨ªa optar por una pol¨ªtica frentista, perjudicial para Euskadi. Pero la opci¨®n por Patxi L¨®pez como lehendakari es la respuesta al frentismo nacionalista padecido durante tantos a?os; m¨¢s que la constituci¨®n de un frente antinacionalista, supone la posibilidad de mantener, precisamente ahora, una pol¨ªtica contra el frentismo.
Tras 30 a?os de dominio del PNV es muy dif¨ªcil defender la tesis de que este partido no ha desarrollado una pol¨ªtica frentista. Basta con referirnos a los ¨²ltimos a?os: los del Pacto de Lizarra, que se abri¨® incluso a ETA, y los de los planes de Ibarretxe, modelos, para los no nacionalistas, de fundamentalismo identitario y, para los nacionalistas, de ocupaci¨®n de las claves de la autonom¨ªa vasca.
Es imposible que modelos de comportamiento tan graves como los del lehendakari Ibarretxe, o tan insolidarios con el constitucional Estado de las autonom¨ªas (m¨¢ximo ejemplo el del consejero Azkarraga, de EA, justamente castigado por las urnas), sean percibidos por los ciudadanos no nacionalistas de otro modo que como una constante agresi¨®n del frente nacionalista. Vamos, que Guillermo Tell ¨¦ramos nosotros y no los que nos han estado agrediendo.
Es cierto que, en la campa?a electoral, el PNV ha presentado otra imagen. Pero otra imagen de campa?a electoral, precisamente con todo lo que tiene de ret¨®rica oportunista, no le absuelve de la pol¨ªtica practicada durante su ¨²ltima y anteriores legislaturas. Enhorabuena por la moderaci¨®n en esa campa?a, pero ya es tarde, tras tantos a?os de frentismo. Campa?a que, adem¨¢s, ha mantenido, y mantiene, al mismo lehendakari, m¨¢ximo responsable de esa pol¨ªtica frentista y anticonstitucional.
Una vez afirmada la validez, la legitimidad y la oportunidad de un cambio de Gobierno, si ¨¦ste se produce, debe haber tambi¨¦n cambio de pol¨ªtica. Y si hay un cambio de pol¨ªtica aprobado por las urnas, ¨¦ste debe suponer la denuncia del frentismo nacionalista que se nos ha ido imponiendo y la rectificaci¨®n de sus excesos.
Para eso nos convocan a gobernar. Pero hemos de tener cuidado de evitar el frentismo antinacionalista. Distinguir entre la rectificaci¨®n del exceso del frentismo nacionalista y el ejercicio de un frentismo antinacionalista exige dos grados en la virtud de la prudencia pol¨ªtica: uno, el que hay que ejercer para distinguir la pol¨ªtica deseable para conseguir lo que entendemos justo; otro, el que hay que ejercer para distinguir entre lo deseable y lo que, razonablemente, teniendo en cuenta las consecuencias de nuestros actos, podemos modificar ahora.
La prudencia, o gu¨ªa del buen gobernante, nos inspire para saber distinguir entre lo deseable y lo racionalmente posible.
Jos¨¦ Ram¨®n Recalde fue consejero socialista del Gobierno vasco.
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