La imaginaci¨®n al papel
El coleccionista Quim Corominas muestra en Vigo 250 juguetes antiguos
All¨ª estaba, en las vitrinas de un museo londinense. Aquella hermosura era una r¨¦plica del libro tridimensional Internationaler Circus, del dibujante alem¨¢n Lother Meggendofer (1847-1925), quien en 1887 plasm¨® el mundo del circo en seis retablos. Este prodigio editorial, que cuenta con medio millar de piezas separadas que se combinan y act¨²an sobre fondos, sedujo al pintor catal¨¢n Quim Corominas hasta el punto de que ¨¦l mismo comenz¨® a peinar mercadillos, anticuarios y librer¨ªas de viejo en todas las ciudades en busca de maravillas parecidas. "Seguro que si me pongo a buscar en los rincones de Vigo aparecer¨¢n objetos interesantes", dice.
A estas alturas, la colecci¨®n de libros singulares y juguetes de papel que el artista inici¨® en los a?os 70 supera, de largo, los 1.000 ejemplares. El propio Corominas confiesa que casi ha perdido la cuenta. Uno de ellos es, por supuesto, el circo de Meggendofer, que estos d¨ªas se expone en la sede viguesa de la Fundaci¨®n Caixa Galicia, al igual que otras 250 piezas datadas entre 1810 y 1930. Estos tesoros de papel proceden, en su mayor¨ªa, de Berl¨ªn, Londres, Nueva York y Barcelona, ciudades en las que la industria gr¨¢fica experiment¨® un mayor desarrollo desde finales del siglo XIX y hasta la primera mitad del XX. Fue la ¨¦poca dorada de la cromolitograf¨ªa, primero en Europa y, posteriormente, en Am¨¦rica. Ya por aquel entonces, Barcelona estaba a la cabeza de la producci¨®n editorial espa?ola, con permiso del editor burgal¨¦s Saturnino Calleja, cuya editorial, ubicada en Madrid, lleg¨® a publicar en 1899 tres millones de vol¨²menes. "Despu¨¦s de la guerra e incluso durante la contienda se sigui¨® editando, muchas editoriales espa?olas lo hac¨ªan desde Buenos Aires, pero los juguetes de papel no estaban al alcance de casi nadie: con las 20 pesetas que costaba uno, una familia pod¨ªa comer durante meses", explica el artista, autor, ¨¦l mismo, de libros m¨®viles.
La colecci¨®n que inici¨® en 1970 supera, de largo, los 1.000 ejemplares
Sus favoritos son cuatro libros de mu?ecos grabados en Londres en 1811
El valor literario de los cuentos casi es lo de menos en la colecci¨®n de Corominas, invadida por gran cantidad de artilugios mec¨¢nicos y con propuestas gr¨¢ficas que exhiben un extenso abanico de tendencias. Son notables las influencias del c¨®mic estadounidense, la cultura cl¨¢sica, la tradici¨®n espa?ola decimon¨®nica y la Commedia Dell'Arte italiana sobre papel, cart¨®n y madera. Las figuras tambi¨¦n adoptan todo tipo de formas: m¨®viles articulados, puzles, transformables, sombras chinescas, mu?ecos de papel... Hay teatros, libros con sonido, casas de mu?ecas y curiosos cinemat¨®grafos manuales. Evocan un mundo de sue?os en una sociedad fascinada por la tecnolog¨ªa, el descubrimiento del cine, la arquitectura y el exotismo.
Es necesario adoptar una mirada inocente para comprender la necesidad de escudri?ar a trav¨¦s de la exigua mirilla de un peep-show, cuando su techo descubierto permite contemplar la escena dibujada con total comodidad. Hasta las cajas de l¨¢pices, como una con el escudo del Bar?a, se dibujaban con primor.
"Hay que pensar que fueron hechos para jugar, en cuanto estaban muy usados ya no val¨ªan; es un lujo encontrarlos en buen estado". Para Corominas, profesor de pl¨¢stica en Girona, la colecci¨®n es una inspiraci¨®n para sus aulas. En m¨¢s de una ocasi¨®n ha expuesto los trabajos de clase de los peque?os, entusiastas creadores de troquelados, dioramas y rompecabezas de papel. "Nos permiten imaginar c¨®mo jugaban aquellos ni?os y la idea es la misma que la de los actuales libros m¨®viles, los pop ups, evolucionados t¨¦cnicamente. Aunque los de ahora cuenten con sofisticados efectos de luz y sonido, su esencia sigue siendo la sorpresa, el juego como aprendizaje", indica Corominas.
Con cari?o de padre, a Corominas le cuesta se?alar cu¨¢les son sus favoritos: un retablo de 1815 con la historia del ser humano, una caja con un mecanismo para hacer metamorfosis en un rostro, un Mickey Mouse que camina... Tras dudar se decanta por cuatro libros de mu?ecos, grabados a mano en Londres en 1810, los m¨¢s antiguos de la colecci¨®n.
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