?Viva el XIX!
No estoy muy de acuerdo con que muevan del Prado los Caprichos y los Desastres, aunque uno comparta la idea de que en Goya fermenta lo mejor del arte contempor¨¢neo, por lo que el Reina Sof¨ªa no es un mal lugar. No, no lo es. La discrepancia es m¨¢s instintiva que razonada. Uno se inquieta cada vez que se habla de tocar al Prado.
Hay unos cuantos espacios en el mundo en los que te sientes radicalmente conservador. En los paisajes salvajes, en los museos y en los camposantos. Son esos lugares en los que piensas que lo mejor ser¨ªa no tocarlos o hacerlo lo menos posible. Y el Museo del Prado es el mejor h¨¢bitat del mundo. Si se pudiese elegir una forma de transmigraci¨®n, a uno le gustar¨ªa reencarnarse en bedel del Prado. Y de estar cerca de la sala donde conviven Patinir, El Bosco, Brueghel y Fra Angelico, pues cualquier forma, visible o microsc¨®pica, animal o vegetal, ser¨ªa buena.
Ahora que lo pienso, lo de trasladar a Goya al XXI es muy procedente. Anda por ah¨ª en cine la historia de Benjamin Button, el hombre que naci¨® anciano y cuya vida es un viaje de la vejez hacia la infancia. Mientras Goya, por su transmodernidad, va hacia el siglo XXI, nosotros nos vamos instalando en el XIX.
Eso, con un poco de suerte. La Iglesia, con el cepillo saneado por el pecaminoso Estado laico, retorna y se instala jubilosa en los tiempos del arzobispo V¨¦lez y su teolog¨ªa del preservativo.
Aquellos banqueros que deber¨ªan capitanear la calma se entregan a la producci¨®n de miedo, en una escalada metaf¨®rica que va de la "emergencia nacional" a la "escalera de incendios", y compiten con los predicadores y pol¨ªticos m¨¢s patri¨®ticos muy entusiasmados con la profec¨ªa de la ruina de la patria, si es en seis meses mejor que en un a?o. Estamos en el XIX, pero con televisor. A disfrutarlo.
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