Paisajes con inodoro
Adem¨¢s de los valores paisaj¨ªsticos, la sierra de Bej¨ªs y su entorno fueron escenario de los pen¨²ltimos combates, setenta a?os atr¨¢s, entre el ej¨¦rcito rebelde y las esquilmadas fuerzas de la Rep¨²blica. De aquella derrota todav¨ªa hemos de pedir perd¨®n, pero tanto tiempo arre¨¢ndose le?a en aquellas estribaciones del Palancia dej¨® el terreno sembrado de reliquias. Los vecinos de ese pedazo de naturaleza que no sucumbi¨® al cemento conocen, como los excursionistas habituales, la ubicaci¨®n de trincheras y senderos. En sus recorridos y pendientes igual aparece el f¨¦mur de un soldado desconocido, la vaina del proyectil que tal vez hizo diana y una lata oxidada cuya escasez aliment¨® al brigadista. O el casco de un h¨¦roe que intent¨® ponerse a salvo, una granada desvencijada y lo que sin duda fue un fusil de asalto. Todo sigue a la vista, como la memoria de quienes se resisten a abrazar la amnesia inducida y otras leyes de punto final. A este paisaje repleto de historia pertenece el Collado Gir¨®n de Bej¨ªs, que no solo afronta el desaf¨ªo futurista de Francisco Camps, el ¨²nico que sigue ligando el porvenir -¨¦l sabr¨¢ de qui¨¦n- al imperio del ladrillo. Ya que lo de dimitir por su fondo de armario patrocinado no va con esta generaci¨®n de pol¨ªticos sumariales, va siendo hora de que alguno de sus aduladores o estrategas de c¨¢mara le ponga al corriente de la magnitud del quebranto y de lo inapropiado del cuento de la lechera.
Otra amenaza se cierne sobre este territorio que contiene las huellas jur¨¢sicas m¨¢s antiguas de Europa, el camino medieval de Arteas a Cruz de la Badina y una necr¨®polis ib¨¦rica, entre hect¨¢reas de bosque y vida sin ajetreo, para convertirlo en azulejo o bid¨¦. Por alg¨²n extra?o arcano, las explotaciones mineras ostentan la categor¨ªa de inter¨¦s general. Como el f¨²tbol, y con parecida impunidad respecto de los da?os que provocan en el patrimonio p¨²blico. Ahora mismo una parte de ese bot¨ªn codiciado de arcillas es zona protegida, pues ardi¨® hace 15 a?os. De momento, la vecindad en pie de guerra ha concitado un enorme caudal de solidaridad contra el desatino. Antes que Bej¨ªs, la movilizaci¨®n c¨ªvica logr¨® evitar que arrasaran Benassal y Vilafam¨¦s. Pero los depredadores conf¨ªan en el marasmo legal y, en el acecho a la presa, saben por experiencia que las autoridades no est¨¢n o miran hacia otro lado. Con la construcci¨®n agonizante, las reservas acumuladas de azulejos y ba?eras debieran abastecer sobradamente el saneamiento de Occidente. Pero no. La intenci¨®n es que no haya esquimal con la cocina por alicatar, ni tribus n¨®madas desprovistas de chorritos para irrigar las retaguardias de su estirpe. Otro mundo es posible. Ning¨²n individuo sin taza. Y como las arcillas de nuestros escasos paisajes quedan m¨¢s a mano que las de Afganist¨¢n, pintan bastos al menor descuido. Para convertir una postal en estampa de Gaza reci¨¦n machacada por el pueblo elegido, no hace falta bajar a Palestina. Basta recorrer la comarca de los Serranos y observar la huella de las extracciones mineras. Sin entrar en los saludables efectos del tr¨¢fico pesado y el polvo en suspensi¨®n. Cosas del modelo de desarrollo. A tanto la muesca, seguro que atan los perros con longanizas. Hay una ventaja. En caso de guerra a la antigua usanza, con el imperio otomano por ejemplo, la caballer¨ªa enemiga asaltar¨ªa la posici¨®n del viejo mapa catastral y caer¨ªa por el agujero, pues la nada sustituy¨® a la orograf¨ªa por donde discurr¨ªan cauces fluviales entre bosques y rocas. Cambiaron lustrosos inodoros por un paisaje de mierda.
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