Una cuesti¨®n inquietante
Los actos para conmemorar El origen de las especies de Darwin, celebrados en la Universitat de Val¨¨ncia en 1909 y, ahora, en 2009, constituyen un buen ejemplo que mostrar a la sociedad del compromiso de la instituci¨®n con el progreso y la reflexi¨®n en torno a la ciencia. El precedente de 1909 ha servido, en buena medida, como elemento detonante para promover en 2009 un elevado n¨²mero de actividades de todo tipo -divulgativas, docentes, museogr¨¢ficas, cient¨ªficas, etc.- tendentes a mostrar el alcance de la teor¨ªa de la evoluci¨®n. Pero la explosi¨®n no hubiera sido del mismo calibre de no haber existido una tradici¨®n en la instituci¨®n de investigaci¨®n, notoria y visible, en el campo de la evoluci¨®n biol¨®gica. Pues aunque todav¨ªa quedan asignaturas pendientes en lo relativo a llevar el pensamiento evolutivo a todos aquellos ¨¢mbitos de lo vivo, particularmente el m¨¦dico, lo cierto es que muy pocas instituciones del pa¨ªs cuentan con tantos cient¨ªficos y docentes procedentes de ¨¢mbitos tan dispares como la filosof¨ªa, el derecho, la pedagog¨ªa, la historia, la arqueolog¨ªa, el periodismo, la psicolog¨ªa, am¨¦n de todas las ¨¢reas de la propia biolog¨ªa, con una decidida visi¨®n evolucionista. El profesor Richard Dawkins ha aceptado el nombramiento de doctor Honoris Causa de la Universitat de Val¨¨ncia, precisamente en 2009, el a?o Darwin, porque es conocedor del compromiso de la instituci¨®n con la investigaci¨®n, la docencia y la promoci¨®n social del pensamiento evolutivo, un ejemplo m¨¢s, como en 1909, de continuidad y contribuci¨®n a la incentivaci¨®n de la ciencia.
La teor¨ªa de la evoluci¨®n es capaz de explicar la amplia y variada fenomenolog¨ªa biol¨®gica
Cuando desde determinados foros se comenta sobre la supuesta problem¨¢tica de la teor¨ªa evolutiva, particularmente la incapacidad para explicar la complejidad de determinados fen¨®menos biol¨®gicos, la reacci¨®n que se puede tener ante tales observaciones es de pura y simple perplejidad. Todas y cada una de las nuevas ciencias de la vida que se han ido conformando desde que Darwin formulara su teor¨ªa de la evoluci¨®n, lo ¨²nico que han hecho es incrementar el cuerpo de fen¨®menos explicados por la misma. Las ciencias gen¨®micas nutren y se apoyan en la teor¨ªa evolutiva. La moderna teor¨ªa de la evoluci¨®n pone de manifiesto que, adem¨¢s de la selecci¨®n natural, otras fuerzas contribuyen a la explicaci¨®n del proceso evolutivo. El panorama que la teor¨ªa nos brinda en la actualidad es, por lo tanto, el de un cuerpo s¨®lido y compacto capaz de explicar la amplia y variada fenomenolog¨ªa biol¨®gica.
?Por qu¨¦, entonces, exaspera tanto la teor¨ªa de la evoluci¨®n biol¨®gica en determinados c¨ªrculos? El examen de la propia historia del pensamiento evolucionista nos puede dar alguna pista. Entre las grandes aportaciones de la ciencia a la cultura occidental hay dos hitos particularmente relevantes pero que, de forma sorprendente, est¨¢n muy distantes en el tiempo el uno del otro. El primero de ellos es la constataci¨®n de que la Tierra no es el centro del Universo; de hecho gira alrededor del sol. Es un hito porque supone un duro golpe contra el antropocentrismo. Pero lo que sorprende, al menos a m¨ª, es que el segundo golpe contra el antropocentrismo, la formulaci¨®n por parte de Darwin de que las especies se originan y evolucionan unas a partir de otras y que el hombre no es una especie singular con origen distinto o independiente, se hiciera casi tres siglos despu¨¦s. Los motivos para este retraso son m¨²ltiples, pero hay uno que tiene una singular importancia: aunque las pruebas sobre la no centralidad del planeta que nos alberga fueran fehacientes, nada podr¨ªa excluir a priori que ese planeta siguiera siendo central en el Universo por albergar a un ser, el ¨²nico ser, a quien el Creador hab¨ªa dotado de alma. ?En qu¨¦ medida la teor¨ªa evolutiva ha contribuido a minar tal concepci¨®n? Lo cierto es que el evolucionismo es un pensamiento antiguo, se puede seguir su rastro a lo largo de la historia de Occidente y conforme nos aproximamos a Darwin encontrarnos un c¨²mulo creciente de evidencias que van restando credibilidad a la tesis del origen sobrenatural de nuestra especie. Esas pruebas, que culminan en Darwin, y se ampl¨ªan tras ¨¦l, han estado siempre ah¨ª, pero ha costado mucho leer el libro de la naturaleza, porque se le¨ªa en otras fuentes. Ahora bien, ello tampoco debe sorprendernos. Siempre hemos tenido la convicci¨®n de ser ¨²nicos en nuestro planeta en al menos una cuesti¨®n fundamental: ser conscientes de nuestra singular existencia y esa excepcionalidad bien pudiera haber contribuido a dar fundamento a la tesis del distanciamiento infranqueable con respecto al resto de seres que lo pueblan. Pero la convicci¨®n no estaba totalmente fundada, y es la ciencia, leyendo de nuevo en la naturaleza, la que nos viene mostrando nuevas e inquietantes sorpresas que hacen transitable el camino que nos acerca al resto de los seres vivos. Si sentirnos ¨²nicos y solitariamente inteligentes en el Universo ya es inquietante, mayor perplejidad puede provocar todav¨ªa el saber, por ejemplo, que llegamos a convivir con otra especie del mismo g¨¦nero que, como nosotros, dispon¨ªa de pensamiento simb¨®lico y religioso. Pero no sobrevivi¨®.
Andr¨¦s Moya es catedr¨¢tico de Gen¨¦tica y director del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biolog¨ªa Evolutiva de la Universitat de Val¨¨ncia.
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