No ser¨¢ obispo
Andr¨¦s, el chico que padec¨ªa una anemia severa que le abocar¨ªa tras un largo v¨ªa crucis a un tr¨¢gico final, puede ahora vislumbrar su futuro con optimismo. Ya se est¨¢ curando gracias a la profesionalidad de su equipo m¨¦dico, su reci¨¦n estrenado hermano Javier, el tes¨®n de sus padres y los avances de la ciencia. Una ciencia que no ha exigido ninguna contrapartida inhumana como tributo a esta consecuci¨®n. Estamos todos de enhorabuena. ?Todos? Todos, no. Queda a¨²n una aldea de irreductibles que se resiste ahora y siempre a la felicidad y al bienestar del g¨¦nero humano; una aldea para la que Andr¨¦s y el resto de sus cong¨¦neres deben, al parecer, vivir su vida como un v¨ªa crucis en toda su literalidad.
Andr¨¦s quiere ser hemat¨®logo. Le deseo suerte. Es imposible predecir si alcanzar¨¢ o no su objetivo. Lo que con casi toda certeza podemos aventurar es que no ser¨¢ obispo.
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