Santa indignaci¨®n
Las pr¨¢cticas salariales de los altos ejecutivos de las grandes instituciones financieras no tiene parang¨®n en ning¨²n otro sector de la econom¨ªa: cobran bonus tanto si la empresa va bien como si va mal. Y, por lo que parece, sucede lo mismo con su sentido de la ¨¦tica. Aunque la empresa quiebre, no tienen conciencia de haber hecho nada malo.
Quiz¨¢ este juicio le parezca a alguno de mis amigos financieros una concesi¨®n a la demagogia. Pero es lo que se deduce de los relatos que se van publicando sobre los salarios de los altos ejecutivos de entidades financieras en quiebra en Estados Unidos y en Europa.
El caso del gigante de seguros norteamericano AIG es muy ilustrativo de una pr¨¢ctica que por lo que se va viendo est¨¢ muy generalizada. En 2007 la unidad de productos financieros de AIG comenz¨® a multiplicar sus p¨¦rdidas. Su principal responsable fue relevado, pero no tuvo que devolver los 250 millones ganados en a?os anteriores para que gestionase bien, y por encima recibi¨® una indemnizaci¨®n de 34 millones de d¨®lares. Adem¨¢s, sigui¨® vinculado a la empresa con un contrato de un mill¨®n de d¨®lares al mes para "asesorar" al presidente.
Aunque la empresa quiebre, los altos directivos del sistema financiero no tienen conciencia de haber hecho algo malo
Si esto le parece sorprendente, su sorpresa aumentar¨¢ al conocer que aun cuando esa unidad estaba ya perdiendo 5.300 millones de d¨®lares trimestrales, el nuevo responsable aprob¨® en 2008 un plan de bonus de 218 millones de d¨®lares para repartir entre 71 altos directivos, con el argumento de retenerlos y que no se fuesen a otras empresas. Curioso, el mundo al rev¨¦s: cuanto m¨¢s haces perder a la empresa m¨¢s te pagan para que no te vayas.
Pero adem¨¢s de ¨¦ticamente cuestionable, esta pr¨¢ctica fue ineficaz, porque al final de 2008 las p¨¦rdidas se elevaron a 40.000 millones. Visto los resultados, quiz¨¢ a AIG le habr¨ªa ido mejor dejar marchar a esos directivos para que arruinasen a la competencia.
Los analistas se preguntan c¨®mo es posible que la direcci¨®n de la compa?¨ªa no frenase ese plan. Es f¨¢cil de explicar. Resulta que el consejo de administraci¨®n ten¨ªa a su vez un gigantesco plan de incentivos de 1.000 millones de d¨®lares que repartir entre los m¨¢s altos empleados de la compa?¨ªa.
Los altos directivos del sistema financiero pueden ser m¨¢s incompetentes y fraudulentos que los de otros sectores de la econom¨ªa porque disparan con p¨®lvora del Rey, es decir, con el dinero de los contribuyentes. Eso es lo que ha sucedido en el caso de AIG, en el que el miedo a un colapso financiero ha llevado a las autoridades a poner 173.000 millones de dinero p¨²blico para tapar el agujero originado por sus directivos.
Es significativo que esta ayuda p¨²blica no haya llevado a los directivos de AIG a arrepentirse de sus excesos. Es m¨¢s, unos d¨ªas despu¨¦s de que las autoridades fuesen al rescate, los principales ejecutivos celebraron una lujosa fiesta en California, con aviones privados, banquetes, golf, SPA, manicuras, tratamientos faciales, pedicuras, masajes..., todo ello a cargo del dinero de los contribuyentes.
?C¨®mo es posible que esta gente se pueda comportar de forma contraria al m¨¢s m¨ªnimo sentido de la decencia y sin sentimiento de culpabilidad? Posiblemente, no tienen mala conciencia porque creen estar respaldados por los principios de la econom¨ªa de mercado. Piensan que las retribuciones que reciben son la justa contrapartida que paga el mercado por su calidad y talento empresarial. Nada de eso es cierto.
En uno de los estudios m¨¢s rigurosos sobre la formaci¨®n de los salarios de los altos ejecutivos en Estados Unidos (Pay without Performance, 2004), Lucian Bebchuk y Jesse Fried se?alan que son los propios altos ejecutivos quienes deciden por s¨ª mismos el importe de sus ingresos, sin que tenga nada que ver la calidad de su gesti¨®n ni su clasificaci¨®n en el mercado de talento empresarial.
Si es as¨ª, ?c¨®mo poner l¨ªmites a estas pr¨¢cticas depredadoras? Bechuk y Fied se?alan que el ¨²nico factor que es capaz de limitar las retribuciones de los altos directivos es lo que denominan "l¨ªmite de indignaci¨®n". Es decir, la preocupaci¨®n de los propios directivos por el hecho de que el pago de retribuciones excesivas origine una airada reacci¨®n de aquellos que en otras circunstancias se mostrar¨ªan aquiescentes, a saber, accionistas, trabajadores, opini¨®n p¨²blica, pol¨ªticos, etc¨¦tera.
Lo que le est¨¢ sucediendo al Gobierno de Obama, y al propio presidente, con los bonus de los directivos de AIG es una clara confirmaci¨®n de esa tesis. Al principio, la C¨¢mara de Representantes aprob¨® una norma para anular esos pagos a los directivos de las empresas que reciban dinero de los contribuyentes. Las presiones de la propia Administraci¨®n Obama, en concreto de la Secretar¨ªa del Tesoro y del Banco Central, as¨ª como de los bancos llevaron a los senadores a retirar esa restricci¨®n.
Ha sido la ola de indignaci¨®n ciudadana que se ha levantado contra los directivos de AIG la que oblig¨® la semana pasada a los pol¨ªticos norteamericanos a volver a coger el toro por los cuernos, obligando al propio presidente a declarar: "yo tambi¨¦n estoy indignado".
Un sentimiento similar de indignaci¨®n ciudadana comienza a manifestarse en el Reino Unido, en Francia y en Alemania.
Es importante que avance ese sentimiento de indignaci¨®n ciudadana contra las injustificadas retribuciones de los altos directivos. No se trata de moralina barata. Si no se pone freno a ese lado oscuro del capitalismo, la econom¨ªa de mercado quedar¨¢ deslegitimada. Las reformas y los sacrificios necesarios para hacer que la econom¨ªa vuelva a funcionar no contar¨¢n con apoyo social y la salida a la crisis se retrasar¨¢.
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