Los nuevos cibern¨®madas
JAP?N ES EL PA?S DEL MUNDO donde m¨¢s c¨®mics se publican. La gente lee manga en trenes, en los descansos en el trabajo, tirados en el c¨¦sped en parques... Es tal la obsesi¨®n que a partir de la d¨¦cada de 1960 algunas cafeter¨ªas vieron la oportunidad de negocio y empezaron a ofrecer un cat¨¢logo de tomos de manga por los que los clientes pagaban seg¨²n sus horas de lectura.
El negocio de este tipo de cafeter¨ªas llamadas Manga Kissa no dej¨® de crecer hasta la llegada de Internet, cuando tuvieron que cambiar y ofrecer m¨¢s servicios adem¨¢s de la lectura de manga. Desde hace algo m¨¢s de 10 a?os los Manga Kissa tambi¨¦n ofrecen un ordenador con conexi¨®n a Internet. Hoy en d¨ªa la mayor¨ªa de ellos tienen cabinas privadas donde cada cliente puede navegar, leer, ver pel¨ªculas o jugar con videoconsolas con cierta intimidad.
Estuve en un Manga Kissa con mi amigo Yamamoto que suele frecuentar este tipo de locales. "Me sale mucho m¨¢s barato pasar dos horas en un Manga Kissa y leer 10 tomos de manga que compr¨¢rmelos", me explicaba conforme entr¨¢bamos en el Bagus, uno de estos peculiares cibercaf¨¦s. Es uno de los m¨¢s grandes de Tokio; ocupa cuatro plantas de un edificio.
En la entrada nos preguntan cu¨¢ntas horas queremos estar y nos dan las llaves de nuestras respectivas cabinas personales. A continuaci¨®n, nos paseamos por varios pasillos con estanter¨ªas llenas de c¨®mics, pel¨ªculas en DVD y videojuegos.
Yamamoto elige cinco tomos de un cl¨¢sico manga de la d¨¦cada de 1970. Yo me veo colapsado ante tanta informaci¨®n, ante tanto ocio entre el que elegir y me marcho hacia mi cabina sin nada que leer.
Entro en mi cabina, apenas hay m¨¢s espacio que el necesario para una c¨®moda butaca y un ordenador delante de ella. Es un sill¨®n reclinable donde ser¨ªa f¨¢cil quedarse dormido.
En el ordenador hay varios juegos instalados, nada muy diferente de lo que encontrar¨ªa en Espa?a; pero junto al ordenador tengo tambi¨¦n una Playstation 3, una Wii y un sintonizador de televisi¨®n por cable.
Al cabo de cinco minutos me siento otra vez perdido ante tanta opci¨®n y decido salir a explorar qu¨¦ otras opciones de ocio tengo. Encuentro una sala de billares y ping-pong, servicio de masajes, sala para juegos de mesa... Yamamoto y yo terminamos jugando al ping-pong. Finalmente nos cobraron 800 yenes, unos 6 euros, por dos horas. Al salir me percat¨¦ de que hab¨ªa tambi¨¦n ?un vestuario con duchas!
Desde que explot¨® la burbuja japonesa a principios de la d¨¦cada de 1990 son cada vez m¨¢s los japoneses que no pueden permitirse pagar el alquiler de un piso en grandes ciudades.
Muchos que perdieron el trabajo terminaron viviendo en las calles, pero otros decidieron que una forma barata de tener cobijo cada d¨ªa era pasando las noches en una cabina dentro de un Manga Kissa. Los propietarios de estos cibercaf¨¦s se dieron cuenta de esta tendencia e introdujeron tarifas baratas como por ejemplo "8 horas por 10 euros".
La tendencia se vio acentuada aun m¨¢s cuando algunas de las cadenas de Manga Kissa m¨¢s importantes del pa¨ªs pusieron servicio de duchas. Cada vez es m¨¢s la gente que no tiene casa y vive en estos recintos nacidos para el ocio digital. Son trabajadores temporales que cobran poco y apenas se pueden permitir gastar entre 300 y 400 euros al mes en un alojamiento. Son cibern¨®madas, producto de la crisis econ¨®mica japonesa de la que despu¨¦s de casi 20 a?os, Jap¨®n todav¨ªa no se ha recuperado y, adem¨¢s, va empalmando unas con otras.
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