El chico y su favela
Hay muy buenos libros sobre boxeadores. Desde los cuentos de Jack London, como El combate y Por un filete, hasta la cl¨¢sica novela M¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda (Budd Schulberg) o la relativamente moderna Fat City (Leonard Gardner), pasando por biograf¨ªas como The Devil and Sonny Liston (Nick Tosches), se ha escrito much¨ªsimo de boxeo: la dignidad del luchador, la miseria moral, la corrupci¨®n deportiva, la corrupci¨®n general, la desolaci¨®n de la derrota, el dolor, la soledad.
Tambi¨¦n hay buen material bibliogr¨¢fico sobre f¨²tbol. Pero, es curioso, no sobre las personas que destacan en su pr¨¢ctica. El futbolista parece un espectro sin vida, sin pasado ni futuro, oculto tras el t¨®pico ("hay que pensar en el pr¨®ximo partido") y la estructura empresarial de su club, envuelto en dinero y rodeado de supermodelos. El futbolista se erige en paradigma de la frivolidad, y eso da para poca literatura.
Adriano ha ido hundi¨¦ndose en esa esquizofrenia: ¨ªdolo de oro en Europa, pandillero salvaje en Am¨¦rica
Es curioso, repito, que las extraordinarias aventuras y los dramas personales de algunos, en especial brasile?os y africanos, no se hayan traducido m¨¢s que en biograf¨ªas hagiogr¨¢ficas llenas de reverencia o en modestos art¨ªculos de prensa. En realidad, las vidas de Rivaldo, Ronaldo o Adriano valdr¨ªan como met¨¢foras de una ¨¦poca confusa y disparatada, la nuestra.
No hace falta insistir en la infancia pobr¨ªsima de Adriano, Ronaldo y Rivaldo (con secuelas ¨®seas de malnutrici¨®n) ni de la ausencia de la figura paterna en un momento clave: Ronaldo era hijo de divorciada en las favelas; Rivaldo perdi¨® a su padre por un accidente de tr¨¢fico justo antes de firmar su primer contrato profesional; el padre de Adriano, que ten¨ªa una bala incrustada en la cabeza a causa de un tiroteo, muri¨® cuando el hijo empezaba a triunfar en el Inter. Esas circunstancias son s¨®lo una parte del asunto.
Tomemos el caso de Adriano, alcoholizado, seg¨²n su novia, o ex novia, y "necesitado de nuestras oraciones", seg¨²n su madre. El ariete del Inter gana cinco millones de euros al a?o, a los que ha renunciado mientras no juegue. Adriano ha protagonizado numerosas fugas a Brasil para refugiarse en su viejo barrio. El futbolista millonario toma un avi¨®n en Mil¨¢n, primera clase, y desembarca en la favela de su infancia para compartir cervezas y prostitutas con sus amigos de toda la vida. Sus amigos, ahora, se dedican mayormente al narcotr¨¢fico y a la delincuencia organizada. Las fiestas duran d¨ªas, semanas. Adriano ha ido hundi¨¦ndose en esa esquizofrenia: ¨ªdolo de oro en Europa, pandillero salvaje en Am¨¦rica. El chico dej¨® la favela, pero la favela no dej¨® al chico.
Por alguna raz¨®n, las tragedias personales de los futbolistas no inspiran como las tragedias de los boxeadores. Ni siquiera dan frases como las de los boxeadores. Aqu¨¦lla de Larry Holmes, por ejemplo: "Es duro ser negro. ?Ha sido usted negro alguna vez? Recuerdo que yo lo fui, cuando era pobre". Las frases del f¨²tbol hablan del f¨²tbol, no de la sociedad. "F¨²tbol es f¨²tbol", y todo lo que al f¨²tbol se refiere parece convertirse en espect¨¢culo y divorciarse de la vida. Pura frivolidad, se dir¨ªa. ?Por qu¨¦ dejamos escapar esta met¨¢fora sobre nosotros mismos?
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