Salman Rushdie, veinte a?os despu¨¦s
De casi todo hace veinte a?os", y de la fetua que el ayatol¨¢ Jomeini lanz¨® contra Salman Rushdie, tambi¨¦n.
El 14 de febrero de 1989, mientras el autor de Los versos sat¨¢nicos asist¨ªa en una iglesia ortodoxa de Londres, y con numerosos amigos, a un servicio religioso en memoria de Bruce Chatwin, se conoci¨® la fetua pronunciada aquella misma ma?ana. "La semana pr¨®xima vendr¨¢n por ti", le dijo a Rushdie uno de sus amigos, el escritor Paul Th¨¦roux. Las dictaduras hab¨ªan quemado libros, las diversas inquisiciones los hab¨ªan puesto en sus listas negras, pero nunca hasta entonces un autor hab¨ªa sido ejecutado.
En cuanto al origen de la fetua, m¨¢s tarde comprendimos que, en vez de un asunto teol¨®gico, era el resultado de una feroz lucha por el poder entre el islam sun¨ª -en su versi¨®n salafista radical propagada por Arabia Saud¨ª- y el islam chi¨ª iran¨ª, que, humillado por su derrota en la guerra contra Irak, necesitaba reafirmar su posici¨®n en la vanguardia de la revoluci¨®n isl¨¢mica.
La 'fetua' de Jomeini no acab¨® con el escritor, pero gener¨® la autocensura
De cualquier modo, lo que nadie pod¨ªa prever hace veinte a?os y, sin embargo, puede afirmarse hoy es que, m¨¢s que Salman Rushdie -cuya vida fue alterada y cuyo ostracismo lleg¨® hasta el punto de no ser aceptado en los aviones de la British Airways-, han sido los valores occidentales los que m¨¢s se han resentido.
Mientras Salman Rushdie desaparec¨ªa de la escena p¨²blica, la presi¨®n islamista contra toda posible cr¨ªtica, o incluso simple comentario, del islam o del profeta Mahoma, lleg¨® al mundo occidental acompa?ada de un rosario de casos de persecuci¨®n, exilio e incluso asesinato.
En 1989, las librer¨ªas Collets, Dillon, York Penguin Bookshop y Liberty Bookshop saltaron por los aires. Al a?o siguiente, el traductor de Rushdie al japon¨¦s fue asesinado y su traductor al italiano, gravemente herido. En 1993, su editor noruego tambi¨¦n muri¨® asesinado y su traductor turco escap¨® a un atentado en un hotel que caus¨® 37 v¨ªctimas. En 1995, el novelista y premio Nobel egipcio Naguib Mahfouz, que hab¨ªa escrito que la fetua hab¨ªa hecho m¨¢s da?o al islam que la novela de Rushdie, fue apu?alado en El Cairo por unos islamistas.
A partir de ah¨ª, los veh¨ªculos de cultura que se supone han de defender valores como la libertad de conciencia e informaci¨®n parecieron ser presas del p¨¢nico y empezaron a practicar una autocensura que hoy es casi habitual. Cuando Arno Widman sugiri¨® a sus colegas periodistas la publicaci¨®n simult¨¢nea del primer cap¨ªtulo de los Versos, ¨¦stos le dejaron solo en el empe?o. La pieza teatral Mahoma, de Voltaire, no puedo representarse en Ginebra debido a la intervenci¨®n de Tariq Ramadan, el ensayista musulm¨¢n injustamente considerado como moderado, dado que se niega a condenar la lapidaci¨®n de mujeres en Ir¨¢n. En 2005 la escultura Dios es Grande, que asociaba la Biblia y el Talmud, era retirada de la Tate de Londres y el director general de los museos de Berl¨ªn imped¨ªa la instalaci¨®n de un gran cubo negro del escultor Schneider que representaba la Caaba. El Royal Court de Londres anul¨® una nueva versi¨®n de la Lis¨ªstrata de Arist¨®fanes, cuya acci¨®n se sit¨²a en el para¨ªso isl¨¢mico. El Barbican, a su vez, censur¨® un cl¨¢sico ingl¨¦s para no poner en peligro a los actores o al p¨²blico del teatro, y el Deutsche Oper de Berl¨ªn anul¨® la representaci¨®n del Idomeneo de Mozart.
El caso de las caricaturas danesas del profeta es bien conocido, as¨ª como la t¨ªmida defensa de la libertad de los dibujantes por parte de todos los medios de comunicaci¨®n. Cuando Ayaan Irsi Ali, escritora atea y ex diputada neerlandesa de origen africano, fue amenazada de muerte por unos extremistas musulmanes, los periodistas e intelectuales m¨¢s notorios -Ian Buruma y Timothy Garton Ash, entre otros- se preguntaron si su conducta y sus ideas no perjudicaban a la causa que pretend¨ªan defender. La escritora tuvo que pagarse sus propios guardaespaldas y termin¨® exili¨¢ndose en Estados Unidos; pocos conocen hoy su direcci¨®n. Finalmente, en 2007, la novela La joya de Medina, de Sherry Jones, centrada en el personaje de Aisha, esposa favorita de Mahoma, fue rechazada por Random House para terminar siendo publicada por la peque?a editorial inglesa, Gibson Square, m¨¢s valerosa, pero cuya sede tambi¨¦n fue volada.
En todos esos casos cabe preguntarse cu¨¢l fue la posici¨®n de la izquierda democr¨¢tica de los pa¨ªses afectados y, en particular, de Europa. Mientras que los ¨¦mulos de Jomeini alimentaban la idea, falsa y culpabilizadora, de una guerra de Occidente contra el islam, la censura originada simplemente por el miedo se instal¨® por todas partes en nombre del "respeto" a un multiculturalismo degradado y mal entendido. Un "respeto" que hace que se toleren en el "otro" unas agresiones indignas y unos actos contrarios a la m¨¢s elemental observancia de los derechos humanos. As¨ª ocurre en particular con las mujeres musulmanas, que en Europa la mayor parte de las veces se ven abandonadas a su suerte en su justo problema de emancipaci¨®n, una actitud que roza el racismo. Esto ata?e tambi¨¦n a la dignidad de todos los intelectuales, periodistas o creadores que se autocensuran de una forma casi instintiva. Jomeini no mat¨® a Salman Rushdie -de hecho, la fetua hasta ha sido retirada-, pero cambi¨® nuestra forma de vivir, y no precisamente a mejor.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Nicole Muchnik es periodista y pintora.
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