Obama y el islam
La semana pasada escrib¨ªa que los amos de la econom¨ªa de mercado han actuado de forma que "todo cambie para que nada cambie". Desde luego, hoy no podr¨ªa hacer la misma observaci¨®n acerca de las nuevas relaciones que el presidente norteamericano ha decidido mantener con el islam y que constituyen, en efecto, un cambio real y profundo en las mentalidades occidentales y en los factores geopol¨ªticos. Para m¨ª, es un acontecimiento considerable.
Sin duda, de las declaraciones y escritos de Barack Obama cuando era senador por Illinois, luego candidato del Partido Dem¨®crata y, finalmente, nuevo presidente de Estados Unidos se pod¨ªa deducir una de sus decisiones geopol¨ªticas fundamentales. Su voluntad de ofrecer al mundo un rostro radicalmente diferente de Estados Unidos poniendo fin a las guerras de Afganist¨¢n e Irak y a los conflictos de Oriente Pr¨®ximo era clara. Adem¨¢s, en su combate contra el terrorismo, quer¨ªa abolir el esp¨ªritu de cruzada que hab¨ªa desembocado en una estigmatizaci¨®n no s¨®lo del islamismo radical, sino finalmente del islam en su conjunto. Es lo que acaba de confirmar con claridad durante su visita a Ankara.
El nuevo presidente ha abolido el esp¨ªritu de cruzada que impregn¨® la acci¨®n de George W. Bush
Con su "soy uno de ellos", corta con la idea del "choque de civilizaciones"
Pero, ?por qu¨¦ escogi¨® Turqu¨ªa? Porque este pa¨ªs forma parte de la OTAN y su deseo de integrarse en la Uni¨®n Europea confirma su aspiraci¨®n de integrarse en Occidente. Porque este pa¨ªs es lim¨ªtrofe con Irak e Ir¨¢n y puede influir en uno y en otro. Porque, al estar en paz con Israel, pudo facilitar las negociaciones con los sirios y puede ayudar a Estados Unidos a ejercer presi¨®n tanto sobre Ham¨¢s como sobre los nuevos dirigentes israel¨ªes. Y, finalmente, porque este pa¨ªs musulm¨¢n es tambi¨¦n un pa¨ªs laico y su h¨¦roe, Mustaf¨¢ Kemal, ha sido comparado por Barack Obama con Abraham Lincoln: a sus ojos los dos eran libertadores.
Estos temas estuvieron presentes en los discursos notablemente bien pensados que Barack Obama pronunci¨® ante el Parlamento turco y durante su visita a la mezquita de Santa Sof¨ªa. El sucesor de George Bush se dio el gusto de recordar que Turqu¨ªa accedi¨® a la democracia libremente y por iniciativa propia y que no fue necesario impon¨¦rsela -sobrentendido: como a Irak-.
Esta estrategia geopol¨ªtica da la espalda radicalmente al manique¨ªsmo del concepto del "eje del mal" y de los "Estados gamberros", que pod¨ªa justificar los comportamientos intervencionistas y, para ser m¨¢s exactos, la guerra preventiva contra Ir¨¢n. No olvidemos que hoy mismo, en Israel y en algunos ambientes norteamericanos, no se excluye la eventualidad de tal guerra. Mientras, los iran¨ªes han aceptado la invitaci¨®n de los es-tadounidenses para participar en la Conferencia de los Seis sobre la proliferaci¨®n nuclear.
Este viraje no significa que uno sea m¨¢s o menos propenso a bajar la guardia ante una eventual respuesta provocativa por parte de los pa¨ªses a los que se les ha ofrecido la paz, pero implica que ya no se toma al pie de la letra un discurso iran¨ª que preconiza la destrucci¨®n de Israel, por ejemplo, o un conjuro de los talibanes conminando a Estados Unidos a abandonar Afganist¨¢n. La proclamada reconciliaci¨®n con el islam facilita la posibilidad, para Estados Unidos, de intervenir en la pol¨ªtica interna de cada pa¨ªs musulm¨¢n para favorecer a sus fuerzas pac¨ªficas. Por eso Barack Obama se permiti¨® aconsejar a los turcos que se reconciliasen con los armenios -sin invitarles, sin embargo, a reconocer el genocidio-, a avanzar en las propuestas hechas a los kurdos y a facilitar un acercamiento entre los chipriotas turcos y los chipriotas griegos.
El presidente estadounidense apel¨® a Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro turco, para que le ayude a alcanzar los dos objetivos prioritarios en Oriente Pr¨®ximo: la unidad entre Ham¨¢s y la Autoridad Palestina y la instauraci¨®n de un Estado palestino al lado del de Israel.
"Quisiera dejar claro", dijo Barack Obama en Ankara, "tan claro como sea posible, que Estados Unidos no est¨¢, ni lo estar¨¢ nunca, en guerra con el islam. De hecho, nuestra colaboraci¨®n con el mundo musulm¨¢n es crucial. (...) Escucharemos cuidadosamente, disiparemos los malentendidos y encontraremos terrenos comunes. Seremos respetuosos incluso cuando no estemos de acuerdo. (...) Estados Unidos se ha visto enriquecido por los norteamericanos musulmanes. Muchos norteamericanos tienen musulmanes en su familia o han vivido en pa¨ªses de mayor¨ªa musulmana. Yo lo s¨¦ bien, y lo s¨¦ simplemente porque soy uno de ellos".
Esta ¨²ltima expresi¨®n "soy uno de ellos" proclama su voluntad de acabar con la amenaza del "choque de civilizaciones", tan cara a Samuel Huntington, y con la profec¨ªa del islamizante Bernard Lewis, partidario de los turcos contra los kurdos, que apoy¨® la guerra de Irak y para quien no hay raz¨®n alguna para que cese un conflicto entre cristianos y musulmanes que dura ya once siglos.
En pleno impulso, Barack Obama no se ha preguntado si la integraci¨®n de Turqu¨ªa en la Uni¨®n Europea es o no un asunto exclusivo de los europeos, que tienen razones para dudar que su identidad pueda permanecer inalterada si se extendiese a 76 millones de musulmanes turcos. Todo se desarrolla como si, a ojos de Obama, un poco m¨¢s de islam en Europa tuviese la ventaja de alejar la amenaza del conflicto de civilizaciones. Tampoco se ha preguntado si no ser¨¢ peligroso exhortar a Anders Fogh Rasmussen, el antiguo presidente dan¨¦s y actual candidato a la Secretar¨ªa General de la OTAN, a presentar excusas a los turcos por haber permitido que sus conciudadanos se burlasen -refiri¨¦ndose al asunto de las caricaturas de Mahoma- de ciertos aspectos de la religi¨®n isl¨¢mica. Seguramente ¨¦sta fue para ¨¦l la manera de echar un capote a Erdogan ante sus aliados musulmanes.
Con todo y con eso, la islamofilia de Barack Obama, ocho a?os despu¨¦s de la destrucci¨®n de las torres de Manhattan, no deja de ser, en mi opini¨®n, uno de los acontecimientos m¨¢s importantes de los quince ¨²ltimos a?os.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.