Ese bar de los poetas
Un local de Malasa?a acoge cada semana lecturas de poemas de sus parroquianos
Y usted, ?c¨®mo se imagina a los poetas? ?Rom¨¢nticos, ebrios y suicidas? ?Taciturnos? ?Melanc¨®licos? ?Con piel verde, rabo y cuernos? Bueno, lo cierto es que no son tan raros, aunque tienen su punto. Para comprobarlo basta con visitar el Bukowski Club (San Vicente Ferrer, 25), lugar de encuentro de diversos letraheridos y otros elementos en pleno coraz¨®n de Malasa?a.
Poetas, poetastros, bohemios, canallas, animales de barra y noche, todos ellos admiradores de Charles Bukowski -el escritor americano famoso por su realismo sucio y su desaforada afici¨®n a la bebida- se re¨²nen en este bar rojizo y humeante, alargado y estrecho. Su peculiaridad son las jam sessions de poes¨ªa (los mi¨¦rcoles, a eso de las 21.30) y de relato (los domingos a la misma hora), en las que se le brinda a cualquier mortal la oportunidad de subirse al min¨²sculo escenario, recitar sus ¨²ltimas creaciones y someterse al criterio del p¨²blico, que puede reaccionar de varias maneras: desde jaleando al artista, ebrio de emoci¨®n, hasta profiriendo sonoros bostezos que se cuelan entre verso y verso. Eso s¨ª, siempre desde el respeto total al que muestra su obra.
Arturo publica un peri¨®dico de dos p¨¢ginas con art¨ªculos en japon¨¦s
Despu¨¦s de leer, Torrente Malvido canta la ¨²nica 'bossa nova' que se sabe
Para ello la ¨²nica condici¨®n es apuntarse en la barra que fundaron hace tres a?os Carlos Salem (un escritor argentino con un eterno pa?uelo de pirata a la cabeza) e In¨¦s Pradilla, que es quien ahora se acoda en la barra y explica la filosof¨ªa del garito: "Quer¨ªamos montar un lugar donde la gente pudiese participar sin pasar por un filtro, sin censura de ning¨²n tipo. Con el tiempo se ha creado una gran comunidad, mucha gente que se conoc¨ªa por los blogs literarios encontr¨® un lugar f¨ªsico donde reunirse, leer y charlar. Se crearon muchas vocaciones nuevas". Adem¨¢s de las jam session, cada semana hay diferentes actividades: exposiciones, proyecciones o presentaciones de libros. "Hay editoriales que vienen aqu¨ª en busca de autores nuevos, es como una cantera", dice In¨¦s. De hecho, ya existe la primera antolog¨ªa del bar, en la que participan todos los poetas parroquianos, en Ediciones Escalera.
Pero ?chsss!, In¨¦s pone orden, silencio, que empieza la sesi¨®n. El espect¨¢culo siempre viene precedido por la canci¨®n Cerca de la Revoluci¨®n, de Charly Garc¨ªa. ?sa es la se?al. Entonces p¨²blico y poetas se distribuyen en las estrecheces del bar. Algunos han conseguido un taburete, otros se sientan el suelo, el resto se queda en pie, apoyados en las columnas llenas de p¨®sters, expectantes. Cesa la m¨²sica, bajan las luces y Olaia Prado, actriz, sube al atril, que se sustenta sobre las piernas de un maniqu¨ª femenino con medias y liga, al que llaman Jennifer ("siempre se rompen, no ganamos para medias", apunta In¨¦s). Si uno se coloca detr¨¢s de Jenny, da la impresi¨®n de que sus piernas son las del maniqu¨ª, transform¨¢ndose en una especie de cad¨¢ver exquisito.
De esta guisa, bajo el foco, Olaia empieza a recitar: "Tiendo mi mano / con gesto desagrado...". Se le nota el oficio, la interpretaci¨®n, sabe llegar, meterte el dedo en el pecho. Luego vendr¨¢n otros, cada uno leyendo tres poemas. Como Sof¨ªa Ugena, una debutante que sorprende a propios y ajenos con unos versos desgarradores, directos a las v¨ªsceras, le¨ªdos casi sin aliento. Promete. O Vicente Dr¨¹, que se acaba de enganchar al local ("me voy a traer el cepillo de dientes") y que en su tercera sesi¨®n se muestra desnudo -es un decir- en un poema. La constante expedici¨®n de tercios de cerveza en la barra facilita la expresividad y la comuni¨®n con el p¨²blico. Respecto a la poes¨ªa, hay para todos los paladares: urbana, social, experimental, metaf¨ªsica o, simplemente, mala.
Al final de la sesi¨®n, cuando ya han le¨ªdo todos, Olaia toma el escenario y cierra el bucle cant¨¢ndose una de Caetano Veloso, Cajuina, y volviendo a emocionar. Aplausos. A veces pasa por el Buko el escritor Gonzalo Torrente Malvido, hijo de Torrente Ballester, y bohemio de manual (gran gabardina, sombrero de capit¨¢n) y, despu¨¦s de leer, canta una bossa nova. Bueno, la bossa nova, porque s¨®lo se sabe una. El p¨²blico le hace coros.
Esta gente hace muchas cosas. Por ejemplo, Arturo el Surrealista, un tipo dicharachero con bigote y chaleco, publica un peri¨®dico de s¨®lo dos p¨¢ginas con nombre cambiante y art¨ªculos en sueco o japon¨¦s. ?Cada cu¨¢nto sale? "Pues cuando a m¨ª me da la gana", dice Arturo. "Intento distribuirlo en pescader¨ªas, porque al final puede ser utilizado para envolver pescado. Aunque tambi¨¦n puede servir para meterlo, hecho una bola, en el fondo de un zapato".
"Aqu¨ª se ha formado un grupo humano de la hostia", cuenta Gsus Bonilla agarrado a la barra y a una birra. Es uno de los cabecillas de la asociaci¨®n cultural La Vida Rima, formada al calor de las lecturas en el bar y que cuenta con 45 miembros. Publican dos revistas: una de poes¨ªa, Es hora de embriagarse... con poes¨ªa, y otra de relato, Al otro lado del espejo. Ambas buscan un enfoque muy visual, cuidando el dise?o y la ilustraci¨®n para huir de la "t¨ªpica revista literaria que es un ladrillo". "La idea es llegar a la felicidad por medio de la creaci¨®n", dice Gsus. ?Y lo consegu¨ªs? "Pues s¨ª. A pesar de los tiempos que corren somos felices".
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