Boatos y cuerpo de letras
Tambi¨¦n se suele calificar como "falsos amigos" aquellos vocablos que son id¨¦nticos en dos lenguas distintas, pero que significan cosas completamente diferentes, cuando no opuestas. Gonzalo Torrente Ballester contaba con mucha gracia el enorme sobresalto que experiment¨® cuando en la solapa de una de sus primeras traducciones al portugu¨¦s se encontr¨® de s¨²bito con que, debajo de la foto, sus editores lo calificaban de "espantoso escritor galego". Y s¨®lo cuando sus amigos lusos le recordaron que esa palabra significa en la lengua vecina "maravilloso" pudo recuperar el aliento.
Lo mismo sucede con "boato". Al otro lado del Mi?o no significa, como en castellano o gallego, ostentaci¨®n externa, sino simplemente "rumor". La mayor¨ªa de las palabras tienen su encanto tales y cuales son, pero a mi me seduce llamar boato a los rumores que, siendo eternos y connaturales a la conducta verbal de las personas, cobran redoblados resuellos cuando la fiebre pol¨ªtica sube algunas d¨¦cimas. Por ejemplo, con motivo de las elecciones, y no digamos cuando se trata de constituir un gobierno nuevo o de remendar otro en crisis. Incluso un boato desmentido por los hechos puede quedar ya emplazado para la ocasi¨®n siguiente. Bastar¨ªa con escribir: "Se dice, se cuenta, se rumorea que fulanito no ha sido ministro porque se le reserva para alcalde de su pueblo". Y as¨ª.
Al otro lado del Mi?o, boato no significa ostentaci¨®n externa sino simplemente "rumor"
Aquellas dos circunstancias pol¨ªticas nos acaban de acaecer, pero la vida de los ciudadanos en las democracias est¨¢, por suerte, empedrada de sucesivas elecciones, de gobernaciones encadenadas, de remodelaciones imprevistas o largamente anunciadas. Vienen ahora las europeas, y luego las municipales, y luego las generales otra vez. En la Universidad tambi¨¦n entrometemos cada cuatro a?os las nuestras, que solo a nosotros nos interesan, al parecer, pero que no dejan de tener su morbo.
Aquellos boatos pueden, en este sentido, ser instrumentos ¨²tiles a determinados prop¨®sitos. Nacen, simplemente, de una capacidad inherente al lenguaje: la de no solo reproducir la realidad de las cosas, sino en cierto modo producirla. El G¨¦nesis judeocristiano describe la creaci¨®n del mundo por Yaveh como un acto puramente ling¨¹¨ªstico: "Dijo Dios: 'Haya luz?; y hubo luz". Pero lo mismo se puede encontrar en la llamada Biblia de la civilizaci¨®n maya-quich¨¦, el Popol-Vuh, o Libro del Consejo, y en el Enuma elish, el poema babil¨®nico de la Creaci¨®n. Pasados los a?os, un periodista del New York Daily News protest¨® ante el portavoz de la Casa Blanca porque el presidente Reagan contaba la gesta de un heroico comandante de una fortaleza volante derribada sobre el canal de la Mancha que en realidad proced¨ªa del gui¨®n de una pel¨ªcula de Henry Hathaway protagonizada por Dana Andrews. Y la respuesta que recibi¨® de Larry Speakes fue incontestable: si el Presidente cuenta algo cinco veces, es verdad. Se trata de una argumentaci¨®n en cierto modo equivalente a la que Bertrand Russell utilizaba al afirmar que el riesgo que tenemos los lectores de peri¨®dicos es el confundir la verdad con el cuerpo de letra doce, el de los m¨¢s escandalosos titulares.
Efectivamente, ese poder demi¨²rgico de la palabra como creadora, m¨¢s que reproductora, de la realidad se fortaleci¨® extraordinariamente con la escritura, que da consistencia y estabilidad perdurable a lo dicho por alguien alguna vez, pero tambi¨¦n se vio considerablemente incrementado con la segunda gran revoluci¨®n tecnol¨®gica en t¨¦rminos de comunicaci¨®n, que fue la imprenta de tipos m¨®viles. La prensa, a partir del siglo XVIII potenci¨® todav¨ªa m¨¢s este efecto veredictor de lo impreso al difundir los peri¨®dicos por doquier, democratizando la palabra impresa. Y el fen¨®meno no cesa, sino que se agranda con los avances de nuestra era de la comunicaci¨®n audiovisual digitalizada, de los confidenciales en la red, las bit¨¢coras y los correos rodantes. A veces, sin embargo, el tiro sale por la culata. La crisis actual del Gobierno laborista, al que la prensa brit¨¢nica se refiere como el Smeargate porque en este caso el boato era calumnia, y fue con facilidad desenmascarada, comenz¨® cuando Damian McBride, asesor de Gordon Brown, empez¨® a mandar emilios afirmando que el l¨ªder tory David Cameron padec¨ªa una enfermedad vergonzosa y que su segundo era un reconocido cr¨¢pula de tomo y lomo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.