Michael Moore, m¨¢s de lo mismo
Un mu?eco inarticulado, vulgar hasta el esc¨¢ndalo, autor de lamentables frases hechas con inmediato poder para alterar la realidad, un criminal apabullantemente torpe y gris, le dec¨ªa con escandalosa suficiencia a un fulano gordo, obsesivo, tramposo, izquierdista, manipulador y procaz: "B¨²squese un trabajo serio, se?or Moore". Ocurr¨ªa en Farhenheit 9/11. Era un documental salvaje a costa de ser realista que revelaba los infinitos trapicheos de la familia Bush con los fundamentalistas que sembraron la duda del apocalipsis en la intocable Am¨¦rica, que mostraba la grotesca estupefacci¨®n del jefe de la patria cuando le cuentan en medio de una charla escolar que un avi¨®n se ha estrellado contra las Torres Gemelas, que el ins¨®lito desorden y los volcanes de sangre est¨¢n amenazando a la acorazada seguridad de la patria, que tu mundo se derrumba sin que tus supuestos y cient¨ªficos conocimientos lo hubieran supuesto. Ese documental sobre los impunes desmanes del poder, sus ramificaciones, su complicidad con el terror, era brillante, did¨¢ctico y pavoroso, era la ¨¢cida investigaci¨®n sobre la institucionalizada corrupci¨®n, sobre el espantoso estado de las cosas que han legitimado los canallas.
SICKO
Direcci¨®n, producci¨®n y gui¨®n: Michael Moore.
Int¨¦rpretes: Adrienne Alexander, Nicky Lazar y Michael Moore.
G¨¦nero: documental.
EE UU. 2007. Duraci¨®n: 113 minutos.
Ese documental vibrante y militante, espectacular y maniqueo, ten¨ªa antecedentes transparentemente personales, profundamente autorales. Michael Moore, el perro de presa progresista, el hombre deslenguado y audaz que mete el bistur¨ª en costumbres y rituales cotidianos como la surrealista y consentida familiaridad con las armas del ciudadano medio de Estados Unidos, el analista de horrendas consecuencias como la matanza en el instituto Columbine, retorna a la disecci¨®n testimonial de los horrores que perpet¨²an los de siempre y pagan inevitablemente los eternos perdedores en Sicko.
Ahora se ha quitado la barba, sabe que es un icono, muestra la angustia no ya de los que carecen de cualquier tipo de seguridad social, sino de la clase media que se ha pagado un seguro sanitario que le va a estafar, de los legitimados robos de instituciones bendecidas por el sistema y que se van a agarrar a la fraudulenta letra peque?a para ahogar las posibilidades de vida de los que est¨¢n seriamente enfermos, de los que creyeron que una p¨®liza rigurosamente pagada era el salvoconducto para la aparici¨®n del monstruo, del tumor combatible, tambi¨¦n de esa esperanza de vida que crees en tu ingenuidad que te la puede aliviar un seguro lleno de trampas, la f¨®rmula del sistema para perpetuar sus infames negocios pol¨ªticos, econ¨®micos, sindicales, sanitarios.
Admitiendo la necesidad de la denuncia, resulta que el estilo de Michael Moore, inicialmente original, te suena a f¨®rmula, a pl¨²mbeo, a conciencia estrat¨¦gica de todos los males que afectan al rey de la tierra, y el lenguaje es cansino y los prop¨®sitos son encomiables y todo suena a visto y o¨ªdo.
Y me acuerdo del acoso al fascista y armament¨ªstico Charlton Heston, al hombre que hizo posible que llegaran a su maravilloso final dos obras de arte tituladas Mayor Dundee y Sed de mal. Y no llego al final de la concienciada Sicko. Todo en ella parece verdadero, repetitivo, aburrido.
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