De Kennedy a Obama
Estados Unidos busca un nuevo comienzo con Cuba", dijo Barack Obama en la reciente Cumbre de las Am¨¦ricas. "S¨¦ que hay una jornada larga que recorrer para superar d¨¦cadas de desconfianza", a?adi¨®.
Pero no es la primera vez que un presidente de Estados Unidos inicia esa jornada.
Despu¨¦s de la crisis de los misiles, John F. Kennedy y Fidel Castro buscaron distender las relaciones. A trav¨¦s de su embajador ante la ONU, Castro le transmiti¨® a Kennedy su inter¨¦s por conversar. Poco despu¨¦s, Jean Daniel, periodista franc¨¦s, le pas¨® al Comandante el recado de la Casa Blanca: "Nada era posible con un vasallo sovi¨¦tico, aunque todo lo era con un Estado comunista independiente". Kennedy comenzaba a percibir las oportunidades que la neutralidad en el Tercer Mundo le brindaba a Estados Unidos.
No cabe esperar a que Cuba sea democr¨¢tica para iniciar un deshielo entre La Habana y Washington
El 22 de noviembre de 1963, Jean Daniel y el Comandante com¨ªan cuando les lleg¨® la noticia del magnicidio de Kennedy. Tres veces Castro dijo: "?Qu¨¦ noticia tan mala!". Poco despu¨¦s, Lyndon Johnson suspendi¨® la comunicaci¨®n con La Habana. No quer¨ªa parecer flojo con Cuba en v¨ªsperas de un a?o electoral. En 1964 Johnson arras¨® pero pronto Vietnam lo consumir¨ªa y la isla pas¨® a un segundo plano.
A mediados de los setenta, la distensi¨®n entre las superpotencias cre¨® un clima propicio a un cambio. La Administraci¨®n de Gerald Ford retom¨® el hilo directo con La Habana. Al comienzo, Henry Kissinger advirti¨® a los diplom¨¢ticos sobre el tono a emplear: "H¨¢blenle claro a Castro. Sean caballeros. H¨¢ganlo con altura y no como picapleitos".
Ambos Gobiernos obviaron sus precondiciones: Washington, que Cuba cortara los lazos militares con Mosc¨²; La Habana, que Estados Unidos levantara el embargo. Tambi¨¦n hicieron gestos conciliadores: Washington autoriz¨® a las subsidiarias estadounidenses en el extranjero a comerciar con la isla; Cuba reintegr¨® el rescate de dos millones de d¨®lares que hab¨ªa recibido por la devoluci¨®n de un avi¨®n secuestrado.
En marzo de 1975 el Departamento de Estado apunt¨®: "Si existe un beneficio en terminar con el 'antagonismo perpetuo', se encuentra en apartar a Cuba de la agenda nacional y las relaciones interamericanas, en anular el simbolismo de lo que, en esencia, es un asunto trivial".
Pero las conversaciones no llegaron a buen puerto. A fines de 1975, Cuba envi¨® tropas a Angola. Seg¨²n Estados Unidos, la osad¨ªa cubana de adentrarse en un escenario estrat¨¦gico de la guerra fr¨ªa las torpede¨®. Por su parte, Cuba culp¨® a la campa?a presidencial que se avecinaba re?ida y en la que Ford no pod¨ªa correr el riesgo que la diplomacia discreta saliera a la luz p¨²blica.
No obstante, Jimmy Carter recogi¨® la batuta del di¨¢logo. En septiembre de 1977 las secciones de intereses abrieron sus puertas en La Habana y Washington. Unos meses despu¨¦s, Castro moviliz¨® tropas a favor de Etiop¨ªa contra la ocupaci¨®n somal¨ª del desierto de Ogad¨¦n. De nuevo Washington mont¨® en c¨®lera por el atrevimiento cubano. As¨ª y todo, Carter y Castro persistieron con la comunicaci¨®n, incluso acelerando el ritmo en 1980 cuando el presidente enfrentaba una reelecci¨®n dif¨ªcil. Ronald Reagan hizo trizas a Carter y puso fin al esfuerzo m¨¢s concertado por aliviar las tensiones entre los dos gobiernos.
Reiniciar ahora la jornada no ser¨¢ f¨¢cil. A principios de los noventa, Estados Unidos reforz¨® el embargo, convencido de que Cuba inevitablemente se desmoronar¨ªa, y condicion¨® la normalizaci¨®n de relaciones a una transici¨®n democr¨¢tica. George W. Bush subi¨® la temperatura de mala manera y La Habana sigui¨® su rumbo sin pesta?ear.
Por eso, la iniciativa de Obama y la oferta de Ra¨²l Castro de dialogar son tan significativas. De darse un nuevo comienzo ser¨¢ porque ambas partes movilizaron voluntades y valent¨ªas. Una nueva pol¨ªtica estadounidense, sin embargo, no debe medirse por una apertura democr¨¢tica en Cuba. Eso, despu¨¦s de todo, le compete ¨²nicamente a los cubanos de la isla. M¨¢s bien la vara de medir debe ser si Washington y La Habana logran establecer acuerdos m¨ªnimos sobre temas de inter¨¦s mutuos como el narcotr¨¢fico y la migraci¨®n.
Tarde o temprano, Cuba cambiar¨¢. Por el momento, Washington y La Habana deben asentar la confianza necesaria para conversar luego de tanta hostilidad. Al final, Estados Unidos debe tomar en consideraci¨®n las sensibilidades cubanas y Cuba, por su parte, necesita convertir su cercan¨ªa geogr¨¢fica en un valor, en un activo. Es lo que Estados Unidos y M¨¦xico lograron despu¨¦s de 1940.
Por ¨²ltimo, los cubanos, en todas partes, debemos considerar lo que dijera Manuel M¨¢rquez Sterling, diplom¨¢tico y periodista de principios del siglo XX: "El civismo es, despu¨¦s de todo, la manifestaci¨®n definitiva de la independencia consolidada". M¨¢s a¨²n, debemos agradecer que Cuba est¨¦ a 90 millas de Estados Unidos. Pregunt¨¦mosles a los polacos c¨®mo les fue, durante siglos, estando tan cerca de Alemania y Rusia.
Marifeli P¨¦rez-Stable es vicepresidenta de Di¨¢logo Interamericano en Washington DC y catedr¨¢tica en la Florida International University en Miami.
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