Destruir la Espa?a sagrada
El escritor Luis Mart¨ªn-Santos no consideraba la dictadura de Franco como un episodio aislado, sino como otra manifestaci¨®n del v¨ªnculo en Espa?a entre el poder pol¨ªtico y la fe cat¨®lica. Su respuesta fue la beligerancia
La reciente publicaci¨®n de una original biograf¨ªa de Luis Mart¨ªn-Santos, obra de Jos¨¦ L¨¢zaro y galardonada con el Premio Comillas en su ¨²ltima edici¨®n, ha vuelto a colocar en primer plano la propuesta literaria de uno de los m¨¢s estimulantes escritores espa?oles del siglo XX. Vidas y muertes de Luis Mart¨ªn-Santos ilumina, sin duda, las ra¨ªces abiertamente autobiogr¨¢ficas de la ¨²nica novela que alcanz¨® a publicar en vida, Tiempo de silencio, y tambi¨¦n de los fragmentos y borradores del texto en el que trabajaba cuando le sorprendi¨® la muerte, Tiempo de destrucci¨®n. Los datos que aporta Jos¨¦ L¨¢zaro o, mejor, que aportan quienes convivieron con el escritor y que Jos¨¦ L¨¢zaro transcribe interviniendo h¨¢bilmente en la disposici¨®n tem¨¢tica y emocional de los testimonios, no son relevantes porque satisfagan la curiosidad, incluso el morbo, ante una vida breve aunque repleta de experiencias singulares, desde pol¨ªticas hasta estrictamente ¨ªntimas. Su valor reside en otro ¨¢ngulo, en otra dimensi¨®n: sirven sobre todo para comprender lo que ten¨ªa en com¨²n y lo que diferenciaba la estrategia literaria de Mart¨ªn-Santos y la de uno de sus m¨¢s cercanos amigos, Juan Benet. Y, a trav¨¦s de ellos y de su compleja relaci¨®n, la encrucijada intelectual en la que se encuentran los escritores espa?oles de la ¨¦poca.
El franquismo era una rehabilitaci¨®n y puesta al d¨ªa de la asfixiante ortodoxia multisecular
Aza?a fantase¨® con escribir una novela en la que los cristianos fueran derrotados en 1492
Mart¨ªn-Santos y Benet comparten, en efecto, un caudal de lecturas que, frente al realismo social dominante en su tiempo, les lleva a buscar modelos alternativos en Faulkner, Joyce o Proust. Lo que les diferencia, sin embargo, es la decisi¨®n sobre el objeto, sobre la materia narrativa a la que se proponen aplicar los recursos y las t¨¦cnicas que extraen de la novela en lengua inglesa y francesa. Al trasluz de las cr¨ªticas de Benet a Tiempo de silencio se deduce que para el autor de Nunca llegar¨¢s a nada los nuevos recursos y las nuevas t¨¦cnicas exigen, a su vez, nuevos objetos, nuevas materias narrativas, y de ah¨ª que despache la obra de Mart¨ªn-Santos como una "novela de verbena"; en definitiva, como una suerte de realismo social disfrazado. Para Mart¨ªn-Santos, en cambio, el valor o, por decirlo de alg¨²n modo, la eficacia literaria de los nuevos recursos y las nuevas t¨¦cnicas surgir¨ªa de aplicarlas al objeto, a la materia narrativa en vigor y m¨¢s com¨²n: algo as¨ª como contemplar el mundo evocado por Baroja y el 98, el mundo de la literatura social, a trav¨¦s de los prismas novel¨ªsticos a los que ha tenido acceso a trav¨¦s de sus lecturas. Su cr¨ªtica de Nunca llegar¨¢s a nada parece de esta manera sim¨¦trica a la que Benet hace de Tiempo de silencio: Mart¨ªn-Santos le reprocha su car¨¢cter nebuloso; portentosamente literario, pero nebuloso.
No es posible sostener que la estrategia literaria de Mart¨ªn-Santos, la estrategia de contemplar el mundo de Baroja y el 98, el mundo del realismo social, desde otras ¨®pticas narrativas, provocara por s¨ª sola uno de los hallazgos m¨¢s portentosos de Tiempo de silencio, intuido tambi¨¦n en los materiales dispersos de Tiempo de destrucci¨®n: la s¨²bita recuperaci¨®n de una tradici¨®n cr¨ªtica en cuyos or¨ªgenes se encontrar¨ªan obras como El Lazarillo, La Celestina o el Quijote, al que, por cierto, Mart¨ªn-Santos dedica una de las m¨¢s inteligentes interpretaciones de su tiempo, concomitante con la que, a partir de Am¨¦rico Castro, subraya las ra¨ªces erasmistas de Cervantes. Pero, de igual manera, resultar¨ªa aventurado afirmar que sin esa estrategia literaria, sin esa decidida voluntad de contemplar la realidad espa?ola con ojos novel¨ªsticos diferentes, el minucioso cultivo de los cl¨¢sicos por parte de Mart¨ªn-Santos, y su disidencia pol¨ªtica con el pa¨ªs en el que le toc¨® vivir, hubiera podido cristalizar en una obra como la suya, tan radicalmente novedosa y, a la vez, tan tributaria de la tradici¨®n, de cierta tradici¨®n. La biograf¨ªa de Jos¨¦ L¨¢zaro insiste en una de las claves tal vez m¨¢s reveladoras del cruce de fuerzas literarias, biogr¨¢ficas y pol¨ªticas en cuyo epicentro se sit¨²a Tiempo de silencio, retomando una idea apuntada por Jos¨¦ Carlos Mainer en su edici¨®n del manuscrito inacabado de la novela p¨®stuma: Mart¨ªn-Santos considera que la dictadura de Franco es una manifestaci¨®n de la Espa?a sagrada, no un episodio aislado de la historia. Por consiguiente, los nuevos recursos y las nuevas t¨¦cnicas no reclamaban ignorarla desde el desprecio, como parec¨ªa proponer Benet, sino ser beligerante contra ella, demoler activamente sus cimientos, destruirla.
Estimulado por esta perspectiva, por esta forma de contemplar la dictadura no s¨®lo como desenlace contingente de la Guerra Civil sino tambi¨¦n como rehabilitaci¨®n y puesta al d¨ªa de una asfixiante ortodoxia multisecular, Mart¨ªn-Santos debi¨® de tropezar desde muy pronto con el origen del problema: la indisoluble asociaci¨®n del poder pol¨ªtico y la fe cat¨®lica en Espa?a, resultado de la lucha contra el islam peninsular. Juan Goytisolo ha se?alado la sorpresa que le produjo comprobar que, una vez redactada su novela Don Juli¨¢n, el Pedro de Tiempo de silencio evoca a "los moros" como el remedio que aguarda al otro lado del Estrecho, una menci¨®n que le pas¨® desapercibida en su primera lectura de la obra de Mart¨ªn-Santos. Pero la sorpresa de Goytisolo podr¨ªa proyectarse a¨²n m¨¢s atr¨¢s: tambi¨¦n Manuel Aza?a alude a la fantas¨ªa de escribir una novela en la que los cristianos fueran derrotados en 1492, en ese texto literario capital del siglo XX espa?ol que es La velada en Benicarl¨®. Ser¨ªa un error considerar que en estos y otros casos, como el teatro argelino de Cervantes o las Cartas marruecas de Cadalso, se manifiesta una preferencia por la ortodoxia musulmana en lugar de la cristiana. Sencillamente, se trata de iluminar la causa por la que, en Espa?a, la ortodoxia exige que el poder pol¨ªtico y la fe cat¨®lica marchen unidos.
El proyecto de destruir la Espa?a sagrada que abrazar¨¢ de manera expl¨ªcita Mart¨ªn-Santos explica en buena medida la complementariedad ideol¨®gica entre Tiempo de silencio y Tiempo de destrucci¨®n, y que deber¨ªa haber culminado en una tercera novela de la que, a tenor de la biograf¨ªa de Jos¨¦ L¨¢zaro, s¨®lo se conoce la intenci¨®n de escribirla, expresada ante algunos amigos. Por las p¨¢ginas de Tiempo de silencio discurren, as¨ª, los principales campos de batalla en los que la tradici¨®n cr¨ªtica en la que se sit¨²a Mart¨ªn-Santos ha plantado cara a la ortodoxia impuesta por el poder pol¨ªtico asociado a la fe cat¨®lica, casi siempre para acabar derrotada. El drama de Pedro, un investigador deseoso de emular a Ram¨®n y Cajal pero que debe conformarse con un destino de m¨¦dico rural en el p¨¢ramo castellano, no se comprende cabalmente si no se contempla en la perspectiva de la pol¨¦mica de la ciencia en Espa?a, iniciada por Masson de Morviliers y su art¨ªculo en la Enciclopedia, pero prolongada por Men¨¦ndez Pelayo y el 98. Tiempo de destrucci¨®n, por su parte, parec¨ªa apuntar, entre otros m¨²ltiples asuntos, al papel de la sensualidad y el erotismo, en particular a la verg¨¹enza que produc¨ªa la homosexualidad en la rancia burgues¨ªa espa?ola.
La prematura muerte de Mart¨ªn-Santos impidi¨® saber qu¨¦ desenlace preve¨ªa para su proyecto literario, y cabr¨ªa preguntarse si la inc¨®gnita que dej¨® sin resolver no sigue siendo la misma en torno a la que sigue dando vueltas la literatura espa?ola. A juzgar por la proliferaci¨®n de novelas sobre la Guerra Civil y el franquismo escritas desde la perspectiva de los derrotados, as¨ª como de las narraciones equivalentes que pretenden dulcificar la dictadura, se tiene en ocasiones la impresi¨®n de que al proyecto de la destrucci¨®n de la Espa?a sagrada le ha sucedido su sim¨¦trico: la sacralizaci¨®n de la Espa?a destruida, amparado bajo la invocaci¨®n de la memoria hist¨®rica o de la moda revisionista. Sea cual sea el valor de estos textos, y que, como siempre, depende del talento con el que un escritor concreto aborda la redacci¨®n de una narraci¨®n igualmente concreta, lo cierto es que la tradici¨®n cr¨ªtica que Mart¨ªn-Santos revel¨® y prolong¨® con su breve pero estimulante obra narrativa consist¨ªa en otra cosa. Consist¨ªa en no aceptar ning¨²n mito como sagrado, incluso aquellos mitos que m¨¢s nos conmueven y que sentimos como m¨¢s pr¨®ximos.
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