La batalla de los egos
El boxeo ha tenido tres grandes escritores en la segunda mitad del XX, pero s¨®lo uno de ellos puede ponerse un par de guantes sin que la imagen, por la raz¨®n que sea, nos parezca incoherente. George Plimpton era un arist¨®crata fascinado por el boxeo como fascina a un antrop¨®logo una nueva tribu, y la silueta delgada y diminuta de Joyce Carol Oates no invita a pensar en grandes batallas sobre el ring. Pero Norman Mailer, el ¨²nico heredero de Hemingway, el hombre de acci¨®n que fue veterano de guerra y candidato a la alcald¨ªa de Nueva York, que tuvo seis esposas y atac¨® a una de ellas con un cuchillo, que le mordi¨® una oreja a un actor al mejor estilo Tyson, el hombre de la personalidad desmesurada y autor de desmesurados libros, ¨¦l s¨ª: ¨¦l s¨ª ten¨ªa la rara combinaci¨®n de presencia f¨ªsica y aura psicol¨®gica que asociamos con los grandes boxeadores. En una palabra: ten¨ªa el ego. Su ego monumental explica esa fascinaci¨®n que sinti¨® siempre por Muhammad Ali, y explica, por supuesto, el ¨¦xito con que llev¨® a cabo la empresa, mucho m¨¢s dif¨ªcil de lo que parecer¨ªa a simple vista, de escribir sobre ¨¦l. Mailer le dedic¨® esa maravilla que es El combate -la cr¨®nica sobre la pelea Ali-Foreman en Zaire, en 1975- y una de sus mejores piezas period¨ªsticas: En la cima del mundo. En la cual, como no podr¨ªa ser de otro modo, Mailer comienza hablando de egos.
En la cima del mundo
Norman Mailer
Pr¨®logo de Andr¨¦s Barba
Traducci¨®n de Juan Esteban C¨¢rdenas
451 Editores. Madrid, 2009
119 p¨¢ginas. 14,50 euros
"Muhammad Ali se presenta como el m¨¢s perturbador de todos los egos", escribe Mailer. "Una vez que se adue?a del escenario, jam¨¢s amaga con dar un paso atr¨¢s para ceder su lugar a los dem¨¢s actores". Para Mailer, Ali tiene el ego m¨¢s grande de Estados Unidos: "Lo que distingue el noble ego de los boxeadores profesionales del ego m¨¢s ruin de los escritores es que los primeros viven experiencias en el ring que a veces resultan grandiosas, incomunicables, s¨®lo comprensibles para otros boxeadores que han alcanzado un nivel similar o para mujeres que han tenido que vivir cada minuto de un angustioso parto: experiencias que son, en ¨²ltimo t¨¦rmino, misteriosas". A ese misterio en general, y al misterio en particular que es Muhammad Ali, se dedica Mailer durante estas setenta p¨¢ginas, y su material de estudio no podr¨ªa ser mejor. En 1971 Ali, antiguo campe¨®n de los pesos pesados, intent¨® recuperar el t¨ªtulo ante Joe Frazier; y la pelea, por lo que hab¨ªa sucedido en los tres a?os y medio precedentes, por el ambiente social y pol¨ªtico que se viv¨ªa en Estados Unidos, era mucho m¨¢s que el intento de volver a apropiarse de un cintur¨®n. "El combate del siglo", la llam¨® esa hiperb¨®lica man¨ªa norteamericana: pero esta vez la hip¨¦rbole se ajustaba a la realidad.
Y es por eso que el magn¨ªfico pr¨®logo de Andr¨¦s Barba es tan necesario en este libro. La cr¨®nica es Mailer en estado puro; pero es imposible vivirla como merece ser vivida sin haberse empapado de antecedentes. "Para entender cabalmente el texto", escribe Barba entre muchas otras iluminaciones, "hay que retrotraerse unos a?os atr¨¢s, a una entrevista un tanto accidental realizada por un periodista llamado Lypsite para el Philadelphia Inquirer". Estamos en 1967; la guerra en Vietnam acababa de estallar, y Ali era candidato al famoso draft. El resto, bueno, el resto lo recuerdan los lectores: el periodista preguntando qu¨¦ opinaba Ali de la guerra, y Ali pensando un rato y respondiendo al cabo de un instante de esos que cambian vidas: "A m¨ª el Vietcong ¨¦se no me ha hecho nada". En el original: "I ain't got no quarrel with them Vietcong". Una frase inculta, una frase espont¨¢nea, una frase carente de la premeditaci¨®n que Ali, ese ilustre insolente, daba a cada cosa que le sal¨ªa de la boca. Esas ocho palabras est¨¢n por todas partes en el combate con Frazier, lo moldean, lo deciden. Porque Ali, tras negarse a ir a la guerra, fue sancionado y, aunque logr¨® evitar la c¨¢rcel, no evit¨® la prohibici¨®n de pelear. As¨ª que la cr¨®nica de Mailer sorprende a Ali en un momento dif¨ªcil: ya no es el hombre que flota como una mariposa y pica como una abeja. Es un hombre golpeado, un hombre hundido por los mejores esfuerzos del sistema. Un hombre que ya es historia.
En la cima del mundo es parte de las razones por las que las novelas de Mailer, para muchos, no est¨¢n a la altura de su mejor nonfiction. Es el guante que encuentra su mano: pocas veces un tema se hab¨ªa topado con su autor con esta propiedad. Los textos de Mailer sobre Picasso o sobre Marilyn Monroe son grandes ejemplos de su penetraci¨®n psicol¨®gica -Mailer era capaz de entender la esencia de sus v¨ªctimas de una mirada-, pero en los escritos sobre Ali revela un grado m¨¢s alto de sinton¨ªa: en sus palabras, en las p¨¢ginas de El combate y de En la cima del mundo, uno de los hombres m¨¢s complejos del siglo XX es casi (subrayo casi) comprensible. Mailer entend¨ªa a Ali probablemente como nadie lo ha entendido, porque un campe¨®n de pesos pesados y un escritor que se ve¨ªa como Mailer se ve¨ªa no son, en el fondo, distintos. "Cuando se alzan con el t¨ªtulo de campe¨®n", escribe Mailer de los pesos pesados, "empiezan a tener vidas interiores comparables a la de Hemingway, Dostoievski, Tolst¨®i, Faulkner, Joyce, Melville, Conrad, Lawrence o Proust". Son los mismos nombres que Mailer, seg¨²n declar¨® una vez, ten¨ªa en mente a la hora de escribir.
En una de las ¨²ltimas entrevistas que dio, poco despu¨¦s de publicar El castillo en el bosque, Mailer imagin¨® que llegaba al cielo y un ¨¢ngel le preguntaba c¨®mo le gustar¨ªa reencarnar. "Bien", respond¨ªa Mailer, "me parece que me gustar¨ªa ser un atleta negro. No importa d¨®nde me pongas, estoy dispuesto a correr riesgos. Pero s¨ª, eso es lo que quiero ser, un atleta negro". Leyendo En la cima del mundo podemos aventurar en qui¨¦n estaba pensando. -
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