El violonchelista sin tejado
Eran otros tiempos, e incluso a los ciudadanos se les ped¨ªa que tocaran m¨²sica por la calle. Ocurri¨® por ejemplo en M¨¢laga en 1982, cuando el por entonces alcalde Pedro Aparicio public¨® un bando en el que solicitaba a los ciudadanos que supieran cantar o tocar alg¨²n instrumento que demostraran sus habilidades en la calle. En ¨¦l se ordenaba a la polic¨ªa no s¨®lo que no se reprimieran esas manifestaciones, sino que las protegieran, siempre que no causaran molestias en las horas de descanso. Las ciudades se desperezaban tras una larga dictadura y los alcaldes intentaban devolver la calle a la ciudadan¨ªa.
Ahora que la calle es ya de todos, aqu¨ª no hay quien descanse. Y los alcaldes se han puesto a legislar contra el ruido. Por eso, ahora, en vez de animosos bandos se dictan ordenanzas que legislan el ocio a golpe de multas, pero sin ofrecer soluciones. Hace unos meses en M¨¢laga, la polic¨ªa se person¨® en el domicilio de un joven por la denuncia de un vecino. El hombre estaba desesperado ya que trabajaba de noche y necesitaba descansar de d¨ªa. El ¨¢rea de Medio Ambiente levant¨® un expediente con multa de hasta 600 euros. ?Qu¨¦ falta o delito hab¨ªa cometido este joven? Sencillamente, tocar el violonchelo. Lo hac¨ªa en casa, ya que los lugares de ensayo son privados y caros y ¨¦l pretend¨ªa entrar en la Joven Orquesta de Andaluc¨ªa. En el expediente se detallaba lo que los agentes constataron el d¨ªa que se personaron en la vivienda: "Desde la escalera se escuchaba el sonido de un instrumento musical". La prueba del delito.
Este caso, aunque algo especial, no es ¨²nico. El Ayuntamiento de M¨¢laga tramita casi un millar de denuncias por incumplir la ordenanza de ruidos. Unas 200 se corresponden con gritos en la calle, 164 son expedientes por electrodom¨¦sticos ruidosos y otras por tocar instrumentos en casa. La sanci¨®n por gritar en la calle puede rondar los 300 euros si es de d¨ªa y alcanzar los 450 si uno lo hace por la noche, por lo que se deduce que, a media tarde, estar¨¢ en torno a los 375 euros. Desconozco el m¨¦todo que tiene la polic¨ªa para medir un grito, y sobre todo, para constatarlo. A no ser que el agente llegue y te diga: "Vuelva usted a gritar como antes, que le vamos a medir el grito".
El Ayuntamiento tambi¨¦n ha encontrado una soluci¨®n para aquellos que gritaban y luego sal¨ªan corriendo. Y ha establecido un mecanismo de sanci¨®n dependiendo del medio de transporte utilizado para la huida. Hace unos d¨ªas, aprob¨® la nueva ordenanza de Movilidad, cuya principal novedad es que, a partir de ahora, ir en pat¨ªn por la ciudad m¨¢s r¨¢pido que un peat¨®n supondr¨¢ hasta 60 euros de multa. Una sanci¨®n que afecta igualmente a patinetes, monopatines o triciclos. ?Pero cu¨¢l es la velocidad de un peat¨®n?, se preguntar¨¢n. La ordenanza lo deja claro: "El equivalente a ir andando". Y, entonces: ?para qu¨¦ sirve un monopat¨ªn si hay que ir como si se fuese andando?
El documento est¨¢ lleno de confusiones. En el caso de los ciclistas, los l¨ªmites son similares, pero se exige que circulen por carriles bici o itinerarios se?alizados, medida harto dif¨ªcil de aplicar en M¨¢laga ya que no existe un solo carril bici en la ciudad. Yo no entiendo a algunos ayuntamientos. En vez de poner medidas para limitar el consumo de alcohol entre los j¨®venes, crean botell¨®dromos. Y en vez de poner carriles bici o crear circuitos para disfrutar del monopat¨ªn o la bicicleta, ponen multas. Si el Ayuntamiento de M¨¢laga se gasta 1,6 millones de euros al a?o para cortar una calle los fines de semana donde los j¨®venes pueden hacer el botell¨®n, no entiendo por qu¨¦ no se habilita un lugar para que toque el violonchelista, aunque s¨®lo sea un tejado. Y un protest¨®dromo, para poner el grito en el cielo, sin riesgo a que a uno le multen, despu¨¦s de que una universidad haya elegido a Juli¨¢n Mu?oz para dar un curso sobre la corrupci¨®n. No vale ahora con quitarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.