Siempre que llueve escampa
Mi localidad en Mestalla estaba situada en la tribuna baja frente a la principal, un punto de vista que nunca hab¨ªa tenido del terreno valencianista. En medio de la afici¨®n cul¨¦, rodeado de bufandas blaugranas, con un par de rojiblancos infiltrados en medio de los c¨¢nticos blaugranas. Una localidad desde la que no pod¨ªa disfrutar de las gradas repletas de so?adores del Athletic ya que mi l¨ªnea visual era tal que cuando el bal¨®n alcanzaba cierta altura hab¨ªa que adivinar d¨®nde caer¨ªa, ya que la tribuna superior nos imped¨ªa ver la pelota. Era mi mejor localidad, a la que me hab¨ªa llevado una llamada de un amigo que me recordaba que no se puede faltar a estos encuentros a¨²n cuando yo estuviera enfadado con todos por c¨®mo se ha llevado lo referente a este encuentro. Enfado que ocultaba un profundo deseo de no acudir a un lugar en donde mi archivo de emociones se iba a encontrar, enfrentadas, olas rojiblancas enfrentadas contra olas blaugranas. Muchas emociones encontradas. Me dijo mi amigo que deb¨ªa estar para disfrutar de todo, de lo bueno y de lo no tan bueno, me dijo que le gustar¨ªa que viera aquel magn¨ªfico espect¨¢culo desde la grada, y con ese combustible me puse en marcha rumbo a Valencia. Creo que alguna vez les he hablado de la tensi¨®n de los opuestos de la que habla Mich Albon en su libro Martes con mi viejo profesor, esa tensi¨®n que descubre las contradicciones en las que nos movemos en nuestro diario caminar y en la que, finalmente, quien gana es el afecto. Y era esta emoci¨®n la que alimentaba nuestro coche rumbo al Turia.
Cuando despu¨¦s de encontrar nuestra localidad y tras firmar algunos aut¨®grafos y posar para unos cuantos cientos de fotos (disculpas para los que no pudieron ser convenientemente atendidos), por f¨ªn ocupamos nuestros asientos bien pertrechados con nuestros bocatas y unas cuantas botellas de agua para pasar el trago. Mi compa?ero de localidad era un elegante se?or con mucha experiencia en momentos blaugranas, una enciclopedia de vivencias cul¨¦s, y que tras presentarnos me cont¨® que era el socio 65 del FC Barcelona. Habl¨¢bamos de estas cosas de la pelota cuando el Athletic lanzaba su primer ataque contra la puerta de Pinto. Mi sabio compa?ero me dijo que ten¨ªa dudas de la solidez de la defensa del Bar?a en su juego a¨¦reo casi en el mismo momento en el que Toquero se transmutaba en un Endika del siglo XXI para llevar la euforia a la parte rojiblanca del estadio (bueno, la parte rojiblanca era casi todo el estadio, olvidando aquello de que se jugaba en campo neutral para convertir Mestalla en un San Mam¨¦s mediterr¨¢neo).
Estaba yo ensimismado escuchando c¨®mo la grada rojiblanca so?aba despierta con una victoria hist¨®rica cuando desde su asiento, ?Manel? (lo siento pero el ruido de Mestalla me impidi¨® quedarme con su nombre) orientaba a su equipo con un simple: ???T¨°ca-la!!! (???T¨®cala!!!)Y a ello se pusieron los blaugranas con Xavi al mando hasta que Tour¨¦ encontr¨® un hueco en el centro del campo del Athletic y a un palmo junto al palo de Iraizoz.
Y en ese momento sent¨ª una terrible contradicci¨®n en lo m¨¢s profundo de mi alma que me llev¨® a hundirme en mi localidad, al darme cuenta de que en el minuto 9 me hab¨ªa levantado en medio de todos los blaugranas para gritar el gol de Toquero y 21 minutos m¨¢s tarde era el gol cul¨¦ el que pon¨ªa mi coraz¨®n a mil revoluciones como un Wembley cualquiera. Cantar y quedarse af¨®nico con los goles de mis equipos era algo que ya conoc¨ªa, pero perder la voz por gritar los goles que le hac¨ªan a mis m¨¢s profundas convicciones futboleras era algo nuevo, algo sorprendente, algo contradictorio.
Y en medio de estas paradojas andaba mi mente mientras el Bar?a desplegaba lo mejor de su repertorio para llevar la tristeza a mi alma rojiblanca cuando mi honorable compa?ero me resumi¨® el partido: "Han sido ustedes un gran rival... Como siempre". Solo me qued¨® el darle las gracias y apretar un mano que me transmiti¨® a mi alma del Athletic todo el calor de la gent blaugrana.
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