Un vistazo cr¨ªtico a 30 a?os
La positiva transformaci¨®n experimentada por pueblos y ciudades desde las primeras elecciones municipales democr¨¢ticas en 1979 ha sido, con raz¨®n, considerada uno de los mejores ¨¦xitos del nuevo r¨¦gimen. A estas alturas, sin embargo, tomar por referencia la administraci¨®n municipal de la etapa de la dictadura puede dar lugar a comparaciones muy gratificantes en muchos aspectos, pero resulta insuficiente. Un total de 30 a?os despu¨¦s es ya hora de analizar con una mirada cr¨ªtica el balance global de la gesti¨®n municipal democr¨¢tica.
Lo primero que salta a la vista es que, con sus m¨¢s y sus menos, la nueva etapa apenas ha modificado el furor inmobiliario, el af¨¢n de construir cuanto m¨¢s y donde sea que hab¨ªa caracterizado los ¨²ltimos 15 a?os del franquismo. El paisaje del pa¨ªs hab¨ªa sido una de las grandes v¨ªctimas de aquel modelo urban¨ªstico. Aunque a la generaci¨®n municipalista de 1979, como les gusta llamarse a s¨ª mismos a sus integrantes, le duela reconocerlo, lo cierto es que la destrucci¨®n del paisaje no se detuvo en 1979, sino que ha continuado.
La destrucci¨®n del paisaje no se detuvo en 1979, sino que ha continuado. Este aspecto de la gesti¨®n municipal ha fracasado
Poner fin a aquella destrucci¨®n era uno de los objetivos iniciales. No se ha logrado. Hay ah¨ª, pues, un fracaso que en parte importante cabe achacar a la gesti¨®n municipal de estas tres d¨¦cadas. Tambi¨¦n es cierto que es una responsabilidad compartida con las diputaciones y los sucesivos gobiernos. ?Alguien puede sentirse orgulloso del aspecto general de la costa catalana? A la ruptura y desnaturalizaci¨®n del paisaje en la primera l¨ªnea de mar llevada a cabo en las d¨¦cadas de 1960 y 1970 le ha seguido despu¨¦s la de la segunda l¨ªnea. Y contin¨²a. Y en la monta?a, tres cuartos de lo mismo.
Una de las urgencias de los primeros consistorios democr¨¢ticos fue llevar a cabo lo que en aquel momento se bautiz¨® como el "recosido" interior de las ciudades. Es decir, abordar la dignificaci¨®n de los suburbios para integrar a sus habitantes en la ciudad. Para que dejaran de ser el lugar donde la ciudad cambia de nombre, como dijo Francisco Candel. ?ste es, probablemente, uno de los ¨¢mbitos en los que m¨¢s se ha trabajado, a los que m¨¢s esfuerzo y dinero se ha dedicado y m¨¢s ¨¦xitos se ha logrado. Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que, al mismo tiempo, las ciudades medias y grandes de Catalu?a han sido el escenario de la degradaci¨®n de muchos de sus barrios viejos, c¨¦ntricos en no pocos casos. As¨ª como bajo los ayuntamientos franquistas se produjo un ca¨®tico e insuficiente asentamiento de las oleadas de inmigrantes peninsulares, bajo los ayuntamientos democr¨¢ticos se ha producido un tambi¨¦n ca¨®tico e insuficiente asentamiento de las nuevas oleadas inmigratorias. Y tuvo que ser el primer Gobierno de Maragall el que acudiera en 2004 con la Ley de Barrios a socorrer a unos ayuntamientos que hab¨ªan asistido inermes, cuando no insensibles, al hundimiento de los cascos viejos de sus localidades.
Estos ejemplos no son los ¨²nicos que cabe aportar a un balance cr¨ªtico provisional. Tambi¨¦n era un objetivo de 1979 cambiar las prioridades en el transporte urbano, en beneficio del p¨²blico y del ferrocarril. ?Alguien cree que se ha alcanzado? M¨¢s bien parece lo contrario: el transporte en autom¨®vil privado sigue en auge, y ay de quien ose cuestionarlo.
Lo interesante de estos ejemplos es que muestran d¨®nde radica una de las debilidades del actual sistema municipal, que s¨®lo puede satisfacer a quienes sacan tajada de ella. Pasados 30 a?os, los ayuntamientos siguen siendo un poder indefenso ante la presi¨®n inmobiliaria. Los consistorios carecen de fuerza ante las presiones de los constructores, que cabalgan a lomos de una demanda tur¨ªstica que ha crecido espectacularmente, de la necesidad de alojar a un mill¨®n y medio de inmigrantes y de los intereses de los inversores que han hinchado la burbuja inmobiliaria. Ahora como hace 30 a?os, adem¨¢s, la inspecci¨®n urban¨ªstica local es de todo punto insuficiente para atajar la picaresca de la que promotores y constructores se valen d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n para sortear la normativa sobre alturas, superficies edificables, etc¨¦tera. Son elementos que contribuyen a dar a pueblos y ciudades ese aire ca¨®tico y desarreglado del que los consistorios son tambi¨¦n responsables.
Se conmemor¨® en su d¨ªa la primera d¨¦cada de los ayuntamientos democr¨¢ticos. Despu¨¦s, la segunda y ahora, la tercera. Mejor ser¨¢ no conmemorar la cuarta si el pa¨ªs no ofrece un mejor aspecto. No m¨¢s autocomplacencia, por favor.
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