Lamento por Babel
M¨¢s de un c¨ªnico ha dicho que la mejor definici¨®n de "bien" es "un mal necesario". Y me temo que confirma este aserto desencantado el estruendoso entusiasmo que est¨¢ oficialmente recomendado mostrar ante la diversidad de los lenguajes humanos. Lo que en la Biblia se presenta como maldici¨®n divina para castigar la pretensi¨®n humana (y humanista) de aunar a los hombres en Babel, o sea, en la tarea com¨²n de conquistar los cielos, es ahora visto como una bendici¨®n: cada lengua es una concepci¨®n del mundo irrepetible que multiplica nuestra riqueza de perspectivas, etc¨¦tera. En correspondencia, la extinci¨®n de cualquier lengua (es decir, que sus ¨²ltimos hablantes elijan expresarse en otra de mayor extensi¨®n) es una grave p¨¦rdida cultural, equivalente a la desaparici¨®n de alguna porci¨®n espec¨ªfica de la biodiversidad natural. Penita pena.
Las ventajas de una lengua ¨²nica para la comunicaci¨®n me parecen indudables
Es el colmo de la autocomplacencia in¨²til felicitarnos por lo inevitable, y la pluralidad de las lenguas lo es: como el lenguaje no es una funci¨®n natural, sino artificial, debe haber muchos. Pero si especulamos con lo m¨¢s deseable, por una vez estoy de acuerdo con la Biblia. Las ventajas de una lengua ¨²nica para la comunicaci¨®n humana me parecen indudables, y ser¨ªa estupendo que a ninguno nos faltaran palabras elocuentes ante ning¨²n semejante en ninguna parte del mundo. En cuanto a la p¨¦rdida de supuestas concepciones del mundo inscritas en cada idioma, se compensar¨ªan de sobra con la posibilidad de conocer a fondo la perspectiva personal de cada gran pensador y cada gran poeta: me interesa m¨¢s lo que piensa Shakespeare o Confucio que lo que se piensa an¨®nimamente a trav¨¦s del ingl¨¦s o del chino.
Los partidarios de Babel, empe?ados en convencernos de que multiplicar las lenguas multiplica la riqueza cultural, deber¨ªan llegar hasta el final y admitir que lo mejor ser¨ªa que cada uno tuvi¨¦semos nuestro propio lenguaje: el idiolecto, es decir, la lengua monocomprensible del perfecto idiota (en el sentido etimol¨®gico del t¨¦rmino). Tampoco resultan convincentes quienes tratan de asemejar la desaparici¨®n de una lengua a la extinci¨®n de una especie biol¨®gica, porque ning¨²n dinosaurio quiere ser abolido, pero en cambio s¨ª hay hablantes que prefieren cambiar de idioma cuando el que tienen no les ofrece m¨¢s que desventajas. Las lenguas no sufren por dejar de ser habladas, pero en cambio hay muchas personas que padecen si por razones de arqueolog¨ªa se les intenta mantener hablando la que menos les conviene...
Por supuesto, tambi¨¦n a?orar la lengua universal es perder el tiempo: lo m¨¢s parecido que tenemos a ella es el ingl¨¦s, pero no el de Marlowe o Dickens, sino el de la business school. En cuanto al esperanto, pese a su ingeniosa y racional construcci¨®n, no cabe sino certificar su fracaso. S¨®lo un indudable ¨¦xito se apunt¨® su creador, el industrioso doctor Zamenhof. A comienzos del pasado siglo, una empresa americana que se dispon¨ªa a patentar la primera c¨¢mara fotogr¨¢fica port¨¢til le pidi¨® un nombre para su producto que fuese igualmente euf¨®nico en cualquier lengua. Y Zamenhof acu?¨® la ¨²nica palabra de esperanto que todos hemos pronunciado alguna vez: kodak.
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