La escalofriante quietud de Luque

Pudo ser una tarde hist¨®rica para este chaval sevillano de s¨®lo 19 a?os, pero se lo impidi¨® el mal manejo del estoque, que le cerr¨® a cal y canto una puerta grande que ten¨ªa abierta de par en par por su valor desmedido, por su quietud escalofriante, por su perfecta colocaci¨®n, por la gracia sevillana de su toreo y, se?oras y se?ores, porque clava las zapatillas en la arena y no las mueve pase lo que pase.

Y lo que pas¨® es que cimbre¨® Las Ventas, entusiasm¨® al respetable y dijo claro y alto que quiere ser un figur¨®n del toreo.

Y eso que toda la tarde hizo un vendaval de espanto que convirti¨® los enga?os en banderolas. Pero, amigos, cuando se quiere triunfar, no hay r¨¢faga que se resista. Cuando hay un torero dispuesto a morir para alcanzar la gloria, hasta el viento se achica y parece refugiarse en tablas.

La nobleza del encaste Juampedro parece tornarse en genio y violencia

Y es que ayer Daniel Luque lleg¨® a Madrid a demostrar que es un torero de una pieza; as¨ª, toda su labor a su primero fue un compendio de hero¨ªsmo inteligente, de pundonor y arrojo, que conmocion¨® a todos. Con unas garbosas ver¨®nicas recibi¨® al toro, que no hizo una buena pelea en varas y se qued¨® corto en banderillas. Cogi¨® la muleta y se fue al centro del ruedo, sin temor al viento. Hasta all¨ª lleg¨® galopando su oponente, firme el torero, y lig¨® una templada y emocionante tanda de derechazos. Con la izquierda, y sin posibilidad de mantener la muleta tersa, dibuja algunos naturales, se cambia el enga?o de mano y se pasa los pitones rozando la taleguilla. Cuando los tendidos bramaban de emoci¨®n, Luque se llega a cambiar en la siguiente tanda hasta tres veces la muleta de una a otra mano, sin mover las zapatillas, que puso la plaza en pie y se hizo presente el delirio. Termin¨® con unas ajustadas bernardinas antes de emborronarlo todo con el estoque. Hubo poco toreo, es verdad, a causa del viento y del corto viaje del toro, pero sobr¨® torero por los cuatro costados. No hubo toreo grande, pero s¨ª un torero arrebatador, que pis¨® unos terrenos inveros¨ªmiles, esos que s¨®lo se atreven a retar los aut¨¦nticos h¨¦roes.

El valor extraordinario -y el buen gusto- de este joven torero volvi¨® a ponerse de manifiesto ante el sexto, un b¨²falo descastado al que ense?¨® a embestir con el capote, y al que embarc¨® en la muleta por ambas manos con mando, temple, torer¨ªa y empaque. Ah¨ª quedan para el recuerdo varias tandas extraordinarias de derechazos, cruzado siempre, y dos kirikikis, y un pase del desprecio, y un recorte, y un molinete, y grandiosos pases de pecho que incendiaron la plaza de Las Ventas. Lleg¨®, entonces, el silencio emocionante cuando se perfil¨® para matar. Se cerr¨® la puerta grande, s¨ª, pero Luque est¨¢ ya en el coraz¨®n de todos los aficionados.

Le acompa?aron Uceda Leal, quien, entre el viento y que ¨¦l no le cogi¨® el aire a sus toros, pas¨® desapercibido. Dio la impresi¨®n de estar desmotivado, como fuera de la plaza, y nunca remont¨® el vuelo; ni siquiera ante el noble cuarto. El tercero era El Fandi, que reduce su tauromaquia al tercio de banderillas, en el que es tan espectacular como impuro. Le toc¨® el artista de la tarde, el quinto, y como este torero es, ante todo, un atleta, pues se fue sin torear. Ya ven...