Un se?or honorable
Frascuelo tiene toda la pinta de ser un se?or honorable. Su porte es de torero de los de antes, y su retrato, una estampa de La Lidia. Es serio y elegante, y tiene la cara curtida por muchos sue?os rotos. Ayer, con 60 a?os cumplidos, y con el recuerdo a¨²n fresco de la grave cornada que se llev¨® en el San Isidro pasado, hizo el pase¨ªllo para reivindicar, una vez m¨¢s, su torer¨ªa, su af¨¢n de lucha y la necesidad de sentirse torero en su plaza y ganar contratos.
Las Ventas, dura y fastidiosa en muchas tardes, pero sensible cuando la ocasi¨®n lo merece, lo recibi¨® con una ovaci¨®n, que le oblig¨® a saludar desde el tercio. Es este Frascuelo un hombre querido en Madrid, y en su coraz¨®n, seguro, est¨¢ su firme decisi¨®n de responder ante el toro.
MART?N / FRASCUELO, RAFAELILLO, VALVERDE
Toros de Adolfo Mart¨ªn, -el quinto, devuelto-, bien presentados; primero y segundo, bravos, y casi todos descastados y de corto recorrido. El sexto, inv¨¢lido. Sobrero de Sep¨²lveda de Yeltes, devuelto; segundo sobrero, de Arauz de Robles, inv¨¢lido.
Frascuelo: dos pinchazos, media y dos descabellos (algunos pitos); media, media tendida y un descabello (algunos pitos).
Rafaelillo: pinchazo y estocada (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Javier Valverde: pinchazo y estocada (palmas); bajonazo (silencio).
Plaza de las Ventas. Viernes 29 de mayo. Vig¨¦simo tercera corrida de feria. Lleno.
Pero, ?ay!, el coraz¨®n tiene razones que las piernas no comprenden. Sufri¨® Frascuelo porque quer¨ªa estar en el sitio, no defraudar, decir a voz en grito que a¨²n es torero, pero las piernas, Dios m¨ªo, no le respond¨ªan. Y se mov¨ªan una y otra vez, y pugnaban por correr y escaparse del trance; y Frascuelo sufr¨ªa ante ese miedo incontrolable que te acogota las entra?as y no te suelta, ?maldita sea...!
El suyo fue el mejor lote de la descastada corrida de Adolfo Mart¨ªn; al menos, no sobresalieron los defectos de sus toros, porque destacaron m¨¢s las carencias de su matador. De entrada, se mostr¨® muy precavido, demasiado, muleta en mano, ante su primero, que iba y ven¨ªa sin muchas ganas, pero noblemente. Frascuelo evidencia pronto que no est¨¢ a gusto, que no se f¨ªa digan lo que digan, que esta noche quiere dormir en su cama, y se ve desbordado por el toro. El valor se le ha ido a los pies y no encuentra el sitio. Con esa inseguridad y desconfianza no es posible el toreo.
Despert¨® ante el cuarto con el capote entre las manos, se puso torero y dibuj¨® dos ver¨®nicas garbosas que quiso que fueran tres, pero los oles los interrumpi¨® el toro, que se llev¨® el enga?o entre los pitones. S¨ª se luci¨® Luis Carlos Aranda, que salud¨® al respetable tras colocar dos buenos pares de banderillas. Mientras la plaza aplaude al subalterno, Frascuelo coge los trastos, la ilusi¨®n otra vez intacta, y se dobla toreramente por bajo con el toro. Pero en esos pases primeros dej¨® todo el valor que ten¨ªa. El animal le puntea la muleta; el torero, que utiliza el pico, da pases muy despegados, de uno en uno, rectificando siempre la posici¨®n, y le asaltan las dudas y tambi¨¦n la desesperaci¨®n. El quinario pas¨® Frascuelo, fatiguitas de muerte, delante de ese toro que no hizo nada que hiciera pensar que le tuviera man¨ªa al torero. Pero el torero, por si acaso, preso de su imposible arrojo, se rindi¨® y dio por finalizada su corrida con la congoja entre los labios, el coraz¨®n part¨ªo por la pena, y con una nueva cicatriz en la cara por la mala pu?al¨¢ de otro sue?o hecho a?icos.
Qued¨® claro que no bastan las ilusiones. Y otra cosa m¨¢s: que un se?or honorable de 60 a?os cumplidos no debe tentar la suerte de la oportunidad ante los toros de Adolfo. Lo que no ha podido ser ya, no ser¨¢, y, adem¨¢s, es imposible.
S¨®lo voluntad, buena disposici¨®n y ganas de agradar pudieron mostrar Rafaelillo y Javier Valverde, que no tuvieron opciones con unos toros sin recorrido, que embest¨ªan al paso y con la cara a media altura. Se enfad¨® Rafaelillo con su mala suerte -el segundo sobrero era una birria total-; y el salmantino recet¨® una gran estocada a su primero de efectos fulminantes. Fue lo mejor de la tarde.
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