El ¨¦xtasis de Sastre en el volc¨¢n
El espa?ol es cuarto tras ganar en el Vesubio y Menchov resiste los ataques de Di Luca
Carlos Sastre se fuga y convierte la fuga en una penitencia de belleza dolorosa por sus pecados, por sus errores, y, a trav¨¦s del dolor, simbolizado en la manera r¨ªtmica en que controla las exhalaciones, la respiraci¨®n con la boca abierta, los golpes del crucifijo de madera sobre su pecho descarnado, alcanza el ¨¦xtasis, una felicidad interna, muy dentro de su alma, a la que se niega a renunciar. Hay una ?vila ciclista voluptuosa, la que nace en Julio Jim¨¦nez, contin¨²a con ?ngel Arroyo y se multiplica en el Chava Jim¨¦nez y su cuadrilla. Y en las mismas tierras de granito, en las mismas monta?as y parameras azotadas por vientos inclementes en invierno, de la misma sangre en un valle endog¨¢mico, tambi¨¦n naci¨® una ?vila ciclista asc¨¦tica, heredera de Teresa de Jes¨²s, de Juan de la Cruz, la de Carlos de El Barraco, un ciclista que ayer alcanz¨® el ¨¦xtasis m¨ªstico en el escenario m¨¢s voluptuoso del Giro del Centenario, el volc¨¢n del Vesubio, de exuberante vegetaci¨®n y aromas, cimentado sobre las ruinas de Pompeya y Herculano, con vistas a Capri, la isla de aquella pel¨ªcula en la que un chaval¨ªn desesperado le clava un tenedor a las curvas que mejor han representado Italia nunca, las de las ancas de Sof¨ªa Loren, que llora desconsolada, tonta ella, por Clark Gable.
El ruso llega a la contrarreloj de ma?ana con 18s de renta sobre el italiano
Como el maligno pinche, Sastre clav¨® su tenedor en las curvas cerradas, ciegas, del Vesubio, pero ¨¦l no logr¨® despertar al volc¨¢n. Hab¨ªa partido una vez la carrera rota para hacerse perdonar el error del Blockhaus -"nunca deb¨ªa ser yo el que rompiera la carrera en lo m¨¢s duro", dijo, "luego lo pagu¨¦ y perd¨ª el podio y, quiz¨¢s, el Giro"-, lo que significaba, su nivel de exigencia es tan alto como su calidad escalando, que deb¨ªa ganar la etapa, como m¨ªnimo, y si lograba reventar a Pellizotti, el que ocupa el tercer escal¨®n del podio, mejor. En cierta manera se qued¨® a medias -"he ganado dos etapas, y eso es muy importante", dijo el ganador del ¨²ltimo Tour, quien no podr¨¢, por poco, repetir el logro de Contador el a?o pasado, cuando gan¨® el Giro a continuaci¨®n del Tour 2007, "pero esperaba m¨¢s, aspiraba a m¨¢s, mi objetivo era m¨¢s elevado, pero el error del Blockhaus..."-, en cierto sentido su escalada en solitario, en la que regul¨® perfectamente pese a no conocer la subida, como no conoc¨ªa ninguna del Giro, para evitar quedarse sin aire en lo m¨¢s duro, los ¨²ltimos dos kil¨®metros, cuando la carretera se transforma en un camino que conduce directamente al cr¨¢ter, y en la que coincidi¨® brevemente con Ivan Basso, partido hacia su redenci¨®n final, no hizo explotar el Giro, pero, en cambio, fue la chispa que gener¨®, a sus espaldas quiz¨¢s la jornada m¨¢s hermosa de ciclismo en mucho tiempo.
Detr¨¢s fue el momento de la generosidad sin medida de Di Luca, del coraje sin fin de Pellizotti, de la defensa inteligente, serena, de Menchov, que se encontr¨® con la situaci¨®n que hab¨ªa anticipado la v¨ªspera -"me gustar¨ªa que Sastre ganara la etapa", dijo-, salv¨® sin problemas la maglia rosa y que, pese a que no quiso admitir, premi¨® a su rival de ciclamino con la victoria en el sprint por la tercera plaza y los 8s de bonificaci¨®n. Menchov llega a la contrarreloj de ma?ana, 14 kil¨®metros por las calles m¨¢s tur¨ªsticas de Roma, con una ventaja de 18s sobre el rey de los Abruzos. "Con un segundo me habr¨ªa bastado", podr¨ªa haber declarado, como declar¨® Anquetil tras resistir por un pelo a los ataques de Poulidor en otro duelo volc¨¢nico m¨ªtico, el de las pendientes del Puy de D?me en el Tour de 1964 (una etapa que, por delante, gan¨® otro abulense precisamente, Julio Jim¨¦nez). Con un segundo de ventaja seguir¨ªa partiendo el ¨²ltimo en la contrarreloj final, con el derecho a controlar los tiempos intermedios de su rival.
Si no rompe la bicicleta, si no se cae, si no enferma y abandona, Menchov deber¨ªa ganar ma?ana el Giro del Centenario en Roma. Menchov, el ¨²nico que ha sido capaz de convertir un recorrido loco y ca¨®tico que renunci¨® a la memoria ciclista a cambio de las intuiciones de un experto en marketing -Dolomitas capados en la primera semana, Apeninos multiplicados en la ¨²ltima, la invenci¨®n de la doble cronoescalada- y la oposici¨®n de unos rivales fogosos, presos de un estr¨¦s hist¨®rico, en un canto a la l¨®gica -sacar tiempo en la contrarreloj, defenderlo en la monta?a-, una tarea que s¨®lo uno con el car¨¢cter de Indurain habr¨ªa conseguido. Menchov se reclama el heredero de Indurain, para eso le educaron, pero a¨²n no lo es.
Ganar¨¢ ma?ana a Di Luca, el Chiappucci del navarro, en una contrarreloj. "Pero como es tan corta no podr¨¢ doblarlo en las calles de Roma como hizo Miguel con Chiappucci en Mil¨¢n en el 93", suspira aliviado Angelo Zomegnan, el ide¨®logo del Giro de los centoanni.
19? etapa: 1. C. Sastre. (Cerv¨¦lo), 4h 33m 23s. 3. D. di Luca (Ita. / LPR), a 30s. 4. D. Menchov (Rus. / Rabobank) m. t. 5. I. Basso (Ita. / Liquigas), a 35s. 16. L. Armstrong (EE UU / Astana), a 1m 42s. General. 1. D. Menchov, 81h 13m 55s. 2. D. di Luca, a 18s. 4. C. Sastre, a 2m 40s. 5. I. Basso, a 3m 33s. 12. L. Armstrong, a 13m 29s.
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