La Barcelona 'ni-ni'
Como la generaci¨®n ni-ni, que ni estudia ni trabaja, acaso tambi¨¦n sea Barcelona la ciudad ni-ni: ni taurina ni antitaurina. Me llev¨® a los toros, el domingo, mi amigo Neal, irland¨¦s afincado en Espa?a, buen aficionado. El cartel promet¨ªa: Morante de la Puebla, El Juli y Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, con toros de Juan Pedro Domecq. Un reparto de lujo, de esos que el empresario To?o Matilla est¨¢ citando en La Monumental con el ¨¢nimo de recuperar el prestigio de la plaza. Mucho ¨¢nimo se necesita en una ciudad cuyo ayuntamiento se autoproclama "antitaurino".
Pues bien, la respuesta a ese cartel fue cuando menos tibia: el p¨²blico no llegaba a la media entrada. Y no se dir¨ªa que fuera por dinero, a la vista de que las localidades al sol eran las mayoritariamente desiertas. Yo pagu¨¦ 30 euros en primera fila de general a la sombra, un precio muy correcto. La floja afluencia protaurina se correspond¨ªa como un espejo a la antitaurina: no eran m¨¢s de 15 en la esquina Marina / Gran Via.
La floja afluencia protaurina se correspond¨ªa con la antitaurina
Puede que unos y otros se est¨¦n reservando para el gran hit de la temporada, la actuaci¨®n en solitario, el 5 de julio, de Jos¨¦ Tom¨¢s, emblema del resurgir de La Monumental. Las entradas se agotaron a pocas horas de ponerse a la venta. No parece aventurado pronosticar que la respuesta antitaurina estar¨¢ a la altura. Es decir, la Barcelona ni-ni es la del "?c¨®mo pudiste perderte eso!". Acab¨¢ramos: la Barcelona pija.
Yo no entiendo de toros, pero s¨ª de pijos. La tarde del domingo me pareci¨® magn¨ªfica: seis orejas, a dos por diestro, aupados por la puerta grande. Dicen los expertos que en La Monumental se aplaude en exceso. Dice Neal que lo mejor estuvo en el segundo de Morante, cuya estocada, recibiendo imp¨¢vido el diestro, fue electrizante: traspas¨® limpiamente el coraz¨®n de la bestia, que cay¨® desplomada. Pero yo me quedo con la muerte del primero de El Juli: herido sin remedio por un medio pinchazo, el animal concentr¨® su mirada en el torero, quien le correspondi¨® con igual fijeza, adelantando el busto y extendiendo los brazos atr¨¢s. Eran dos proas enfrentadas y quietas. Hasta que el toro empez¨® a hundirse y el torero le acompa?¨® lentamente, hincando la rodilla, la muleta recogida bajo el sobaco. Sabr¨¢n perdonarme: pertenezco a la Barcelona ni-ni. Vemos ¨®pera por todas partes. Neal no lo entiende.
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