Cuentos chinos
?Los chinos de Matar¨®? Estoy de acuerdo con la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n biempensante: en Espa?a hay que cumplir las leyes espa?olas, son intolerables las condiciones laborales de los talleres clandestinos, etc¨¦tera.
Sin embargo, deber¨ªamos dejar de hablar de "mafias chinas", o hablar tambi¨¦n de "mafias espa?olas", cuando nos referimos a estas cosas. ?Qu¨¦ es una mafia china? ?Un grupo de empresarios que explota a inmigrantes clandestinos y no cumple la ley? Vale. De eso, en Espa?a, a montones. Ignoro qu¨¦ hacen las "mafias chinas" cuando un trabajador se corta un brazo. Quiz¨¢, como las "mafias espa?olas", tiran el brazo a la basura y dejan al trabajador en la calle. ?se es un punto que no ha quedado claro y que los periodistas deber¨ªamos investigar: tal vez los chinos est¨¦n integr¨¢ndose m¨¢s deprisa de lo que pensamos.
La legislaci¨®n social europea es una excepci¨®n favorecida por la existencia de la URSS y de la te¨®rica alternativa comunista
Tambi¨¦n podr¨ªan evitar las autoridades montar este tipo de espect¨¢culo policial. La macrorredada de Matar¨® ha servido para dejar en la calle y cabreados a cientos de chinos, y no s¨¦ si para algo m¨¢s.
Ya que hablamos de esto, convendr¨ªa que supi¨¦ramos callarnos antes de pronunciar las palabras competencia desleal. Si un empresario espa?ol fabrica en Espa?a los mismos productos que se fabrican en China, o los que fabrican en Espa?a los talleres chinos clandestinos, no s¨®lo merece pagar todos los impuestos que paga: habr¨ªa que aplicarle, adem¨¢s, un impuesto especial sobre la estulticia. Y aplic¨¢rselo r¨¢pidamente, porque su empresa tiene los d¨ªas contados. ?Es injusto, dicen? S¨ª, el mundo es muy injusto. Para m¨¢s informaci¨®n, hay que dirigirse a los cuatro millones de parados, tirando a cinco, que hay en este pa¨ªs.
Quiero decir con esto que seguiremos comprando productos chinos, fabricados en China o fabricados en Espa?a.
No estar¨ªa de m¨¢s matizar un poco cuando, como yo mismo he hecho antes, calificamos de "intolerables" las condiciones de trabajo en esos talleres de Matar¨®. Tambi¨¦n era bastante intolerable la situaci¨®n de los millones de inmigrantes espa?oles que financiaron desde el extranjero el "milagro econ¨®mico" franquista, y las agotadoras jornadas de pluriempleo y servidumbre que soportaron nuestros padres para que nosotros tuvi¨¦ramos la opci¨®n de vivir mejor que ellos. Tolerable es lo que cada cual tolera. Usemos los calificativos legal e ilegal, suficientes para definir estos asuntos.
Otra cosa: es bastante normal, como nuevos ricos que somos gracias a las subvenciones europeas, que procuremos olvidar nuestro pasado reciente e intentemos considerar "normal" el Estado de bienestar de que disfrutamos. Pero no es normal. La legislaci¨®n social europea es una excepci¨®n, una extraordinaria conquista favorecida por la existencia de la URSS y de la alternativa (te¨®rica) comunista. No es exportable y, hoy por hoy, existen dudas razonables sobre si ser¨¢ sostenible a medio plazo. Es una rareza maravillosa. Visto desde fuera, el Estado de bienestar europeo aparece raro, muy raro.
A finales del siglo XIX y principios del XX, los pogromos en el este de Europa lanzaron sobre los pa¨ªses occidentales sucesivas oleadas de inmigraci¨®n jud¨ªa. En Londres, por poner un ejemplo, se levant¨® un clamor contra aquellos desgraciados que se hacinaban en Whitechapel, trabajaban por casi nada en los muelles y los mataderos, y reventaban las modest¨ªsimas conquistas laborales (la abolici¨®n del trabajo infantil en las minas, por citar una de ellas) de los obreros ingleses. Esos jud¨ªos, en cuesti¨®n de d¨¦cadas, transformaron Londres en una pr¨®spera ciudad de servicios, mientras la industria aut¨®ctona se desvanec¨ªa en la nada.
Como los catalanes no somos hip¨®critas, cuento con ver formidables operaciones policiales en las explotaciones agrarias: dicen que en ellas, a veces, los inmigrantes trabajan tambi¨¦n por debajo de la ley (y con patronos subvencionados desde Bruselas). Cuento con ver tambi¨¦n macrorredadas en las que aparezcan centenares de becarios de 35 y 40 a?os, y que los empresarios que les explotan acaben delante de un juez.
Y espero que la realidad, la pu?etera realidad, no se nos lleve a todos por delante.
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