Lenguaje y t¨¦cnica
Los medios de comunicaci¨®n pasan en la actualidad por una transformaci¨®n profunda, comparable a la que provoc¨® la adopci¨®n del alfabeto fon¨¦tico escrito en la Grecia antigua o la invenci¨®n de la imprenta de tipos m¨®viles en el Renacimiento. Desde hace m¨¢s de un siglo, la electr¨®nica ampl¨ªa el alcance de la voz hablada o escrita, de las im¨¢genes. Los ordenadores personales, las unidades port¨¢tiles que combinan el archivo audiovisual con la telefon¨ªa, conectados a la red mundial, desarrollan un potencial que rebasa las necesidades b¨¢sicas de la comunicaci¨®n. Propician usos que reclaman contenidos, pero a la vez los subordinan a un papel superfluo. Formato variable capaz de contener y transmitir virtualmente todos los sonidos, todas las im¨¢genes, el medio t¨¦cnico -que, seg¨²n McLuhan, era la verdad del mensaje- se resuelve ahora en incertidumbre. En la confrontaci¨®n directa del usuario con el espectro electromagn¨¦tico, sonidos e im¨¢genes son los ¨²nicos media relativamente estables. Debi¨¦ramos prestarles, por tanto, la misma atenci¨®n que a su soporte. Impulsado por tecnolog¨ªas que operan con fuerzas insondables -a trav¨¦s de aparatos personalizados, ergon¨®micos, que requieren para su manejo un esfuerzo m¨ªnimo-, el mercado se mide con la naturaleza como si no tuviera l¨ªmites. La tecnolog¨ªa estimula la ilusi¨®n del crecimiento econ¨®mico, pero amenaza con inaugurar una cultura autodestructiva -una cultura de la incultura- en divergencia con respecto a las actividades constituyentes del cerebro humano: la producci¨®n de objetos cuya forma est¨¢ condicionada por la necesidad, la producci¨®n de lenguaje, de sonidos e im¨¢genes capaces de condensar la experiencia hist¨®rica. En la cultura, como en la naturaleza, lo utilitario se mezcla con lo l¨²dico. ?Responde a esa necesidad de lo l¨²dico el manejo compulsivo de aparatos hasta el l¨ªmite del aburrimiento, o bien tendemos al gasto m¨¢s all¨¢ de lo que puede soportar el cuerpo con su esfuerzo? Jugar siempre comporta algo de riesgo. Todos sabemos que el desgaste del cuerpo propio es la ¨²nica forma de medirse con el fuego del mundo. ?Nos autoriza eso a disponer del cuerpo ajeno como si fuera propio, igual que en tiempos de la esclavitud, a dilapidar la tradici¨®n milenaria, la luz del lenguaje, la inspiraci¨®n de la m¨²sica, el frescor de las im¨¢genes? Junto con sus antiguos aliados, m¨²sica y artes visuales, el lenguaje es nuestra principal tecnolog¨ªa, hecha de voces que representan cosas cuando est¨¢n ausentes. Antes que voces articuladas hubo seguramente ¨²tiles pesados, pero s¨®lo con ayuda de signos debieron ir haci¨¦ndose manejables. El lenguaje permite fijar formas, normas v¨¢lidas para cualquier persona u objeto, transmitirlas a trav¨¦s del tiempo. Y variarlas tambi¨¦n, ponerlas en entredicho. Algo que no podemos hacer con ning¨²n otro medio t¨¦cnico sin ayuda del lenguaje. Como el hom¨ªnido que sopesa una herramienta primitiva cuestionando su utilidad, contemplemos en la pantalla de ordenadores y m¨®viles su aspecto m¨¢s obvio: el fondo sobre el que aparecen letras e im¨¢genes es fuente activa de luz. Hasta hoy todo soporte de lo inscrito modulaba la luz del sol o de la l¨¢mpara de forma pasiva e indirecta. Ahora el fondo emite y nosotros tecleamos sobre el flujo de luz negros impulsos que se transmiten de inmediato al otro lado del mundo. Desde los primeros tiempos de la radio estamos confrontados a un haz de energ¨ªa que compromete la estabilidad de nuestros mensajes. Nada anula el atractivo de elucidar el alcance de los nuevos usos. Nada exige que creamos a ciegas en la ventaja de suplantar con prisa los m¨¢s viejos, que trabajosamente nos llevaron a pensar con alguna libertad, siempre dudosa.
Santiago Auser¨®n (Zaragoza, 1954), cantante y escritor de canciones, prepara una tesis en Filosof¨ªa sobre sonido y sentido. Un desarrollo m¨¢s amplio de la comparaci¨®n entre soporte impreso y digitalizado de la escritura puede encontrarse en la web del autor: www.lahuellasonora.com -Santiago Auser¨®n - Cuaderno - Archivos - Escrito en el ordenador, I, II y III.
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