A dos metros bajo tierra
La nueva arquitectura sumerge sus cimientos - Una oficina de Selgas y Cano ejemplifica una tendencia org¨¢nica
Cavar un hoyo es un viejo recurso que suele resultar rompedor. Son muchos los animales que se resguardan de fr¨ªos y miedos en madrigueras, y los habitantes de Matmata, al sur de T¨²nez, viven en mudanza perpetua. En esa l¨ªnea de orden natural, sentido com¨²n y resultados sorprendentes trabajan los arquitectos madrile?os Jos¨¦ Selgas y Luc¨ªa Cano. En sus proyectos m¨¢s ¨ªntimos (su propia vivienda, levantada hace tres a?os, y ahora su estudio a las afueras de Madrid) demuestran que les gusta la vida entre los ¨¢rboles. As¨ª, mientras la mayor¨ªa de los arquitectos apuesta por las alturas y las vistas despejadas, ellos se concentran en las ra¨ªces. La vida a ras de suelo. Y en ese empe?o, su arquitectura es un laboratorio de pruebas: cuestionan las tipolog¨ªas e indagan en el uso de los nuevos materiales. Aunque no haya en ese ideario pr¨¢ctico ninguna vocaci¨®n formal, tampoco temen a la forma: la idea es partir de cero y no contentarse con los cerramientos o las soluciones al uso. Ni siquiera con las formas habituales. Aunque el edificio resultante siempre rompa moldes, Selgas y Cano construyen arquitecturas l¨®gicas, edificios que hablan de pruebas y de industria para, de modo parad¨®jico, acercarse a los lugares. Dentro de esa ambici¨®n, pocos aislantes mejoran la vida subterr¨¢nea.
El proyecto es una cuadratura log¨ªstica del trabajo de muchas empresas
Si cuando firmaron su sorprendente vivienda, con cubierta-jard¨ªn y lucernarios como burbujas, los arquitectos partieron de una idea sencilla: un teatro de verano, con funci¨®n infantil y escalones convertidos en gradas, para este peque?o proyecto (su estudio de apenas 60m2) part¨ªan, de nuevo, de otra idea sencilla: trabajar a la sombra de un ¨¢rbol. M¨¢s de lo mismo en esa b¨²squeda, casi rom¨¢ntica, de una vida para vivirla.
El resultado es un invento. A la manera de Bukminster Fuller, que ide¨® la casa Dymaxion -autosuficiente energ¨¦ticamente, econ¨®mica y resistente a terremotos- con componentes prefabricados, Selgas y Cano han construido un tubo de ensayo con la cubierta de un vag¨®n. Funciona como oficina, parece perdido en el bosque y est¨¢ enterrado en su jard¨ªn. Transparente al norte, para que entre luz, y cerrado al sur, para evitar el calor y ubicar all¨ª las mesas de trabajo. Tiene el techo curvo, ventila por los extremos y convive, sin despeinarse, con la hojarasca y los hierbajos.
Como ocurre con las mejores historias, la idea fue sencilla. Pero la ejecuci¨®n, compleja. Todos los componentes son piezas de cat¨¢logo, pero un estudio de 60m2 no es un tren. Por tan poco no se pone en marcha una f¨¢brica. ?C¨®mo hacerlo? Selgas y Cano encontraron su alma gemela en Gonzalo Guddat, empleado en una empresa danesa que les resolvi¨® la cubierta. El proyecto es, como cualquier obra, una cuadratura log¨ªstica del trabajo de muchas empresas. S¨®lo que, salvo el hormig¨®n del subterr¨¢neo, la mayor¨ªa del trabajo se realiz¨® en seco: plexigl¨¢s, silicona, tabl¨®n de obra recuperado y repintado con pintura epoxi y... algunos d¨ªas de lluvia. "Por votaci¨®n, los d¨ªas en que las gotas de lluvia golpean el pl¨¢stico son los mejores", dice Selgas, un convencido de la vida a dos metros bajo tierra.
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