Fin de la permisividad
La crisis econ¨®mica pone al descubierto los excesos de empleados y directivos - Las investigaciones de estafas que antes pasaban inadvertidas se han disparado - La recesi¨®n entierra el modelo del 'todo vale' y obliga a establecer m¨¢s controles
Las crisis, adem¨¢s de hundir empresas y generar parados, sacan a relucir una multitud de fraudes. Las supuestas buenas pr¨¢cticas de los empleados quedan en entredicho cuando las cuentas flojean y los an¨¢lisis detallados detectan los excesos, a veces delictivos, de los que se ha pecado. La lista la encabeza la estafa desproporcionada de Bernard Madoff. Pero asistimos tambi¨¦n a la ca¨ªda libre de ejecutivos, anta?o inmunes a los vaivenes financieros y ahora tocados de muerte porque vivieron por encima de sus posibilidades.
Las grandes consultoras, como KPMG, Ernst & Young o el grupo Kroll, han elaborado recientemente estudios que anuncian el aumento de investigaciones en asuntos de fraude econ¨®mico, sobre todo, el perpetrado en el seno de la empresa. Pero no debemos enga?arnos. Los empresarios est¨¢n tentados a mentir para salvar su empresa, pero por otro lado no van a pasar por alto ni una sola irregularidad en sus oficinas. La crisis no induce necesariamente al robo: simplemente lo deja al descubierto.
El 30% de espa?oles cree que hay fraude en su grupo, seg¨²n Ernst & Young
"Espa?a vive atr¨¢s en la prevenci¨®n de los hurtos", dice un profesor del IESE
"Cuando la empresa intuye que ha ganado 88 millones y al final son s¨®lo 80, pues lo pasa por alto. Ahora bien, si creen que han ganado ocho millones y resultan ser cero, la cosa cambia", ilustra Vicente Estrada, responsable de Forest & Partners, un grupo consultor especializado en auditor¨ªa forense. Y es aqu¨ª donde se descubren gastos de personal no justificables, contabilidades maquilladas, facturas falsas o, simplemente, que falta dinero en la caja.
Y es que los resultados econ¨®micos ya no son tan boyantes como anta?o, y los empresarios han decidido poner el ojo sobre aquellos euros a los que normalmente no daban importancia. Fernando Lacasa, responsable forense en KPMG, apunta que en tiempos de bonanza, los directivos echaban un r¨¢pido vistazo a las cuentas para hacerse una idea de la marcha de su empresa. "Ahora se fijan hasta en el ¨²ltimo ratio", cree. Las vacas gordas y los sistemas por incentivos provocaban irregularidades. "Ahora estamos volviendo a la sensatez", juzga.
Lacasa cuenta que el fraude puede acabar con la empresa. "Si lo perpetran tres directivos, la compa?¨ªa deja de existir", calcula. Explica que en este a?o de crisis han trabajado para tres grandes empresas del pa¨ªs que sufren agujeros por fraude de 25 millones cada una. "Una est¨¢ a punto de quebrar", deja caer.
Un reciente informe de Ernst & Young destapa que tres de cada 10 empleados espa?oles creen que se cometen "fraudes significativos" en el seno de su empresa, es decir, m¨¢s que robar bol¨ªgrafos y agendas. S¨®lo el 23% de los espa?oles cree que su directiva es "¨ªntegra y de fiar", frente al 46% de la media en Europa Occidental.
El mismo informe, sin embargo, enfrenta la opini¨®n de los expertos con la intuici¨®n popular. El 64% de los espa?oles est¨¢ convencido de que los casos de fraude aumentar¨¢n con la ¨¦poca de vacas flacas. La media de Europa Occidental se coloca en el 54%, mientras que los empleados del centro y el este de Europa lo cifran en el 55%.
"La empresa espa?ola ha vivido retrasada en la prevenci¨®n de estos problemas. Se han copiado los modelos europeos, adoptados por mimetismo", explica Jos¨¦ Ram¨®n Pin, profesor de ¨¦tica empresarial en la escuela de negocios IESE. Se refiere a los c¨®digos ¨¦ticos internos que las empresas utilizan para inculcar buenos modales a sus empleados. La diferencia con el resto de Europa es grande, explica. Pone el ejemplo de los regalos que reciben los directivos, unos l¨ªmites poco especificados dentro de nuestras fronteras, el uso de los gastos de personal o la inclusi¨®n de auditor¨ªas internas en el negocio.
Hay otra tendencia susceptible de aumentar el riesgo, que percibe Estrada. "Las empresas, en su af¨¢n de reducir costes, pueden eliminar los mecanismos de control de fraudes", comenta. Por ejemplo, el grueso de personal dedicado a revisar el papeleo administrativo y regular la contabilidad.
Ricardo Nore?a, responsable de auditor¨ªa interna del grupo Ernst & Young para la zona del Mediterr¨¢neo, resuelve que los estafadores tienen el camino f¨¢cil, porque la sociedad no ha impuesto la suficiente rigidez legal y ¨¦tica para evitarlo. "Lo hacen por dinero, porque pueden y porque no pasada nada. Lo hace todo el mundo", suelta.
Nore?a conoce muchas maneras de robar a la empresa. Sin dar nombres, explica que una responsable de un departamento de contabilidad de unos 50 a?os rob¨® a su empresa varios millones de euros falsificando los pagos. "Efectuaba transferencias a, por ejemplo, Cristaleros P¨¦rez, pero pon¨ªa su n¨²mero de cuenta. A veces los bancos no comprueban que encaje n¨²mero con cuenta", dice.
Jos¨¦ Lavilla, profesor de ¨¦tica en los negocios de ESIC, explica que la ¨¦tica s¨ª se ha vigorizado en tiempos de crisis: "Hay m¨¢s sensibilidad", cuenta. Lo que ocurre es que las grandes empresas no suelen tener vac¨ªos en este campo, pero "¨¦ste es un pa¨ªs conformado por las peque?as y medianas empresas, las pymes, donde las buenas pr¨¢cticas est¨¢n menos afianzadas". Pin, del IESE, recurre a los c¨®digos ¨¦ticos arriba mencionados para delimitar el bien del mal. Menciona una compa?¨ªa alemana. ?sta aconseja a sus empleados que, si escuchan casualmente una conversaci¨®n de la competencia, en un avi¨®n o un restaurante, avise de que "se lo est¨¢n cascando todo a su competidor".
No hay datos oficiales sobre cu¨¢ntos casos de fraude se dan. Muy pocos llegan a juicio y las empresas, por motivos obvios, prefieren no comunicarlos cuando no acuden a la v¨ªa penal. "El principal inter¨¦s de los empresarios es descubrir el delito y justificar el despido procedente del ladr¨®n", explica Lacasa.
?Cu¨¢l es el perfil del defraudador? Fernando Lacasa, que dej¨® el cuerpo de delitos financieros de la Guardia Civil para entrar en KPMG, lo retrata con la actitud fr¨ªa y desafiante de la polic¨ªa. El criminal lleva, por lo menos, dos a?os en la empresa. Tiene un cargo importante, como la direcci¨®n financiera. La empresa conf¨ªa ciegamente en ¨¦l. O se trata de un socio gestor, que ve c¨®mo el gran monto del dinero se lo lleva su compa?ero, el que ha puesto el capital. Lacasa no aspira a justificar su delito. "Todo se reduce a la avaricia. Gente con un sueldo de v¨¦rtigo que simplemente desea un coche mejor", sentencia.
Los ¨²ltimos estudios de esta consultora, de 2007, apuntan que el tramo de edad en que m¨¢s fraudes se cometen est¨¢ entre los 36 y los 45 a?os. La mitad de los estafadores ocupan un cargo en la alta direcci¨®n, y llevan entre tres y cinco a?os en la compa?¨ªa. El 85% son hombres, y desempe?an funciones en los departamentos de finanzas y operaciones y ventas. Act¨²an casi siempre solos. Una de cada cinco infracciones se sit¨²a entre los 1.000 y los 10.000 euros. Pero las hay mucho mayores. El 12% de los fraudes est¨¢n por encima de los dos millones de euros.
Las sospechas de robo no aparecen hasta muy adelante. Lacasa sostiene que se detecta el fraude cuando el infractor se ha rellenado varias veces los bolsillos de su traje. "La primera vez que roban es casi imposible detectarlos, a menos que sean muy torpes", explica. "Suelen saltar hasta en la octava, novena o d¨¦cima vez que cometen el robo".
Juan Ignacio Ruiz, secretario general del Instituto de Auditores Internos, avisa de que las investigaciones hay que hacerlas con discreci¨®n. Una vez se conoce el sospechoso hay que entrevistarse con ¨¦l varias veces. "No puedes entrarle con una acusaci¨®n. Hay que esperar a que se suelte", explica. Las grandes empresas de telecomunicaci¨®n suelen identificar al a?o a unos 20 trabajadores de los call centers por desviar dinero de las reclamaciones a cuentas personales, revela. El problema es que la mayor¨ªa de las veces estos centros est¨¢n gestionados por otras empresas subcontratadas. "Hay que localizarlos; estar seguros de que son ellos, y tantearlos hasta descubrir la verdad", procesa. Los superiores de estos trabajadores, prosigue, suelen tener un control bastante fluido de las operaciones. "El problema viene cuando ellos tambi¨¦n se apuntan al fraude", sostiene.
Hay que tener mucha mano para resolver el caso. Mano y psicolog¨ªa, que Ricardo Nore?a resume como dotes de comunicaci¨®n. Cuando se tiene delante al sospechoso hay que saber hablar, callar y poner las pruebas encima de la mesa cuando sea el momento. "Es bueno empezar con una pregunta abierta. Y conocer la respuesta de antemano, para detectar si miente. Entonces se le piden explicaciones sobre la prueba en cuesti¨®n. Se ponen nerviosos. Algunos se cierran en banda. Otros se sueltan y confiesan", cuenta. Cuando la investigaci¨®n es abierta, Vicente Estrada pone sobre la mesa el caso m¨¢s singular que ha visto. Un hombre que lleg¨® a robar a su empresa cuatro millones de euros y los guard¨® en su casa. "Un t¨ªo listo", a?ade. Y es que no gast¨® ni un c¨¦ntimo, que reservaba para su jubilaci¨®n. Cuando lo descubrieron, lo devolvi¨® todo y as¨ª no tuvo que pasar por la c¨¢rcel.
Cuando la compa?¨ªa se percata del fraude, es necesario actuar con discreci¨®n, pero con diligencia. El informe global sobre el fraude que Kroll elabora anualmente expone que la ¨²nica forma de recuperar el dinero sustra¨ªdo es actuar con rapidez. Es imprescindible evitar que el dinero huya a para¨ªsos fiscales o se pierda en activos irrecuperables. Kroll calcula que estos delitos le han costado a las empresas una media de 8,2 millones de d¨®lares (5,8 millones de euros) durante los ¨²ltimos tres a?os. La cifra representa un 22% a lo cosechado en el a?o anterior.
Si bien la avaricia de los estafadores no crece durante los tiempos de crisis, hay otro tipo de fraudes que s¨ª experimentan un aumento. Se trata del espionaje industrial; el robo de informaci¨®n confidencial. Guadalupe Barrena, del grupo de consultores e investigadores Paradell, cree que la crisis frena a los empleados a la hora de apropiarse de activos. "Actualmente la gente tiene miedo a perder su puesto de trabajo", dice, y no quiere arriesgarse a que le pillen, cuando la empresa est¨¢ m¨¢s atenta que nunca. "No obstante, si tienen que robar no lo hacen de forma material". Se refiere, sobre todo, al espionaje industrial, al robo de informaci¨®n confidencial. Un estudio del grupo concluye que este tipo de delitos han aumentado en un 60% en un a?o. "Lo que se roba hoy en d¨ªa es patrimonio intelectual, para as¨ª poder negociar con la futura nueva empresa con mayor ventaja sobre otros posibles candidatos", argumenta. Y no se corta ni un pelo: "El ADN espa?ol es fraudulento", sostiene Barrena.
Seg¨²n los estudios de la firma Paradell, los robos m¨¢s comunes en corporaciones son la apropiaci¨®n indebida de activos (un 30%), infracciones contra la propiedad intelectual (15%), fraudes contables (12%), sobornos (13%) y, finalmente, el blanqueo de dinero.
Juan Ignacio Ruiz tambi¨¦n tiene que enfrentarse al robo de informaci¨®n confidencial en su empresa. Actualmente se encuentra en un proceso de investigaci¨®n a un empleado por haber sacado supuestamente datos del centro para negociar con los proveedores. Esto le coloca en una posici¨®n privilegiada frente a sus competidores. No puede contar nada m¨¢s. L¨®gico. "Estas cosas pueden hundir a una empresa", concede.
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