Drogas il¨ªcitas y diplomacia ciudadana
Resulta notorio que la "guerra contra las drogas" -fuertemente influida por el prohibicionismo- es costosa y contraproducente. Aunque Naciones Unidas asegure que el problema va super¨¢ndose, los datos objetivos muestran que empeora. Recientemente, en marzo, la ONU realiz¨® un balance de la d¨¦cada de la lucha antinarc¨®ticos que proclam¨® en 1998: al tiempo que numerosos representantes gubernamentales reafirmaban las virtudes de las pol¨ªticas aplicadas, las voces de muchas ONGs, expertos y movimientos sociales enfatizaron el fracaso del r¨¦gimen global antidrogas vigente.
Este r¨¦gimen pretende eliminar por medios represivos el cultivo, la producci¨®n, el procesamiento, el tr¨¢fico, la distribuci¨®n y el uso de sustancias psicoactivas declaradas ilegales. Cabe subrayar, sin embargo, que la prohibici¨®n subyacente al actual r¨¦gimen no es "pura": prevalece un modelo inconsistente de coerci¨®n. Por un lado, se castiga y se persigue a determinados protagonistas y con ¨¦nfasis a ciertas dimensiones del fen¨®meno. Por el otro, se toleran relativamente las pr¨¢cticas de algunos agentes en determinadas coyunturas y de acuerdo a criterios bastante opacos. Ya sea en su versi¨®n "pura" o "impura" la consecuencia de la prohibici¨®n ha sido invariable: genera m¨¢s corrupci¨®n, violencia, lucro e inestabilidad; hechos que afectan de manera desigual a las sociedades de la periferia y el centro.
El prohibicionismo s¨®lo ha generado m¨¢s corrupci¨®n, violencia y fortalecimiento del crimen organizado
Uno de los hechos m¨¢s preocupantes ligados al irresuelto asunto de las drogas es el auge del crimen organizado. Una nota distintiva identifica el desarrollo de la criminalidad organizada: ¨¦sta se expande en tres estadios. Tiene una fase "predatoria" inicial, consistente en la afirmaci¨®n territorial de grupos criminales que garantizan su poder¨ªo por medios violentos, y con ello logran defender su empresa il¨ªcita, eliminar rivales y asegurar el monopolio privado de la fuerza. Tiene una fase "parasitaria" posterior, que implica mayor influencia pol¨ªtica y econ¨®mica, combinada con una gran aptitud para corromper el Estado y la sociedad. Y tiene un ¨²ltimo nivel "simbi¨®tico" cuando para lograr su afianzamiento el sistema pol¨ªtico y econ¨®mico se vuelve tan dependiente del "par¨¢sito" -es decir, del crimen organizado- como ¨¦ste de la estructura establecida. En ciudades y regiones a lo largo del sistema internacional y en grandes porciones del territorio de algunos pa¨ªses los avances de la fase "simbi¨®tica" son elocuentes.
En el Norte la percepci¨®n de amenaza del crimen organizado se entrelaza con la cuesti¨®n del terrorismo y la posibilidad de que los Estados fallidos sirvan de santuario para ambos; lo cual significa todo un problema de seguridad. En el Sur la mirada sobre el ascenso del crimen organizado se vincula con la vulnerabilidad externa y la institucionalidad interna; esto es, se tratar¨ªa de un problema de gobernabilidad. As¨ª, la criminalidad organizada socava la democracia, debilita el Estado de derecho, facilita la corrupci¨®n, aumenta la injusticia social, produce costos directos e indirectos a la econom¨ªa, degrada el sistema pol¨ªtico y mina la soberan¨ªa.
Esta discordancia entre el Norte y el Sur puede tener consecuencias negativas para superar la cuesti¨®n del crimen organizado. Tal como lo muestra el manejo de otros temas -por ejemplo, el terrorismo transnacional- hay dos alternativas diferentes y dos enfoques dis¨ªmiles. Respecto a las alternativas puede existir una postura defensiva que intenta lidiar preferentemente con las dimensiones del fen¨®meno en el propio territorio u otra postura ofensiva que busca transferir masivamente al exterior el ¨¢mbito de lucha. Respecto a los enfoques puede existir uno que enfatice los instrumentos militares para superar la cuesti¨®n u otro que propicie medios no exclusivamente punitivos. Si aquel antecedente se repitiese habr¨¢ que esperar que el combate contra el crimen organizado se libre preponderantemente en la periferia y por la fuerza.
Una v¨ªa, entre otras, para evitar ese escenario, para impugnar el prohibicionismo actual y para exigir que los Estados reviertan el florecimiento del crimen organizado, es a trav¨¦s de la activaci¨®n de una diplomacia ciudadana, en particular en el tri¨¢ngulo occidental compuesto por Latinoam¨¦rica, la UE y Estados Unidos. Entiendo por ese tipo de diplomacia el que grupos no gubernamentales desarmados usurpen benignamente un rol tradicional del Estado, asuman una labor de interlocuci¨®n leg¨ªtima con distintas contrapartes en el exterior y desplieguen alianzas novedosas con la sociedad civil internacional.
Se podr¨ªa estimular entonces la concreci¨®n de coaliciones que ayuden a cuestionar y repensar las pol¨ªticas prevalecientes frente a las drogas. Asimismo, se podr¨ªa demandar una estrategia integral de los Estados frente al asunto del crimen organizado, de tal modo que se haga hincapi¨¦ en sus efectos delet¨¦reos para la gobernabilidad, se eluda la militarizaci¨®n de su enfrentamiento y se asuma que las perspectivas en extremo soberanistas para su tratamiento resultan disfuncionales. Por ¨²ltimo, se podr¨ªan alentar espacios de di¨¢logo para que los Gobiernos de Latinoam¨¦rica, Estados Unidos y Europa conf¨ªen m¨¢s entre s¨ª: en cuanto a las drogas y el crimen organizado sobresale un revelador dilema de prisionero que ya es muy gravoso para todos y cada uno. Es hora de un viraje en esta materia y para ello la diplomacia ciudadana puede ser crucial.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andr¨¦s, Argentina.
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