Me den de baja, por favor
Tengo mala suerte con los fans: siempre me tocan los ejemplares m¨¢s impresentables. Puede que sea demasiado transparente: si voy a ver a Raphael, las enjoyadas se?oras que me rodean advierten mi horror y se dedican a ilustrarme sobre su grandeza, aparte de prevenirme que leer¨¢n con atenci¨®n lo que escriba. Si acudo a un concierto heavy, dispuesto a encuestar a los asistentes, me rodea el sector b¨¢rbaro de esa tribu generalmente pac¨ªfica y mi grabadora termina estrellada contra el suelo.
Volviendo de Barcelona, coincido con los rezagados del U2 Army. Parecen paramilitares de permiso, con cabezas rapadas, pantalones piratas y la obligada camiseta caqui que certifica que estuvieron en el inicio de la 360 ? Tour. Intento entablar conversaci¨®n; imposible, llevan mucho machaque encima. Ocurre que ya no puedo compartir su fe. Me asombra que alardeen de sus sacrificios: los montajes de U2 se aprecian mejor en el correspondiente DVD, que editar¨¢n en unos meses. Hubo aciertos gloriosos -algunos momentos de Zoo TV- pero tampoco entiendo que los dublineses se responsabilicen de mantener el concepto de Gran Espect¨¢culo en el territorio del rock. Gracias, pero suena a coartada para justificar esas codiciosas giras mastod¨®nticas. Igual que esas excusas para negar que lanzar ediciones U2 del iPod o el Black Berry constituyan un patrocinio.
U2 se niega a reconocer lo obvio: que est¨¢ adquiriendo los vicios de los megagrupos
?sta es una banda que se niega a reconocer lo obvio: que est¨¢ adquiriendo los vicios de los megagrupos frente a los que, se supone, ella ofrec¨ªa una alternativa. Como los Stones, convierten sus presentaciones en citas generacionales, autocelebraciones de su poder.
Cuidado: detesto el t¨®pico de renegar de Bono por su omnipresencia y su filantrop¨ªa. Tengo m¨¢xima simpat¨ªa por el personaje: entrevistarle sol¨ªa ser una experiencia intelectualmente vivificante, diversi¨®n garantizada y -si circulaba el alcohol- alg¨²n tema nuevo cantado a pelo. Cierto que Bono y sus socios han perdido su preeminencia ¨¦tica. Algunas decisiones empresariales, incluyendo el traslado de parte de sus negocios a Holanda para esquivar los (superiores) impuestos irlandeses, les dejan en mal lugar. Triste: durante a?os, U2 fue uno de los referentes morales de la Rep¨²blica de Irlanda; en contra de los automatismos que exigen identificarse con las minor¨ªas, atacaron al IRA por sus m¨¦todos y por su sectarismo.
De rebote, pierde autoridad una de sus voces m¨¢s sensatas del rock. Era leyenda dentro de la industria la llamada "charla de Bono". Cuando se encontraba con una banda en ascenso, el cantante compart¨ªa sus ense?anzas, que iban desde consejos econ¨®micos - "no te compres la mansi¨®n hasta que no saqu¨¦is el disco en directo"- a recomendaciones vitales: "en vez de quejarte de estar tocando en un pa¨ªs extranjero, aprovecha esa experiencia para ampliar horizontes".
Imposible hacer aqu¨ª una par¨¢frasis de aquellas advertencias. Eran astutas y graciosas, aunque no garantizaban resultados: Kurt Cobain desaprovech¨® aquella conversaci¨®n. El cabecilla de Nirvana pertenec¨ªa a un movimiento fundamentalista que hab¨ªa interiorizado que fichar por una multinacional constitu¨ªa la m¨¢xima traici¨®n a sus ideales. El miserable final de Cobain, recordaba Bono, no fue ¨²nico: Kristen Pfaff, bajista de Hole, apareci¨® muerta tras una temporada de agon¨ªas por el salto al sello Geffen.
Sospecho que, ahora mismo, tampoco Bono est¨¢ muy seguro de vivir seg¨²n sus propias orientaciones. Hace poco, protagoniz¨® un penoso renuncio. Dave Marsh, un dogm¨¢tico periodista musical estadounidense, le ret¨® a debatir p¨²blicamente los resultados pr¨¢cticos de sus flirteos con los "amos del universo". Bono acept¨®, aunque luego se lo pens¨®. Los argumentos de Marsh ten¨ªan peso pero su posici¨®n personal es endeble: pertenece a la guardia pretoriana de Bruce Springsteen (su esposa dirige, con Jon Landau, el management), del que funciona como bi¨®grafo oficial. Bono prefiri¨® no entrar en comparar posturas -hay un pacto de no agresi¨®n entre superestrellas- y se retir¨® del debate. Y me entristece: en otros tiempos, con su locuacidad y su sencillo humanitarismo, habr¨ªa salido triunfante del brete.
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