Politizar el albero
Perm¨ªtanme aclararlo de entrada: no me tengo por un antitaurino militante, ni por motivos ideol¨®gico-identitarios ni tampoco ¨¦ticos; todo lo m¨¢s, ser¨ªa un agn¨®stico, indiferente o profano en lo relativo al arte de C¨²chares. Es cierto que jam¨¢s he asistido a una corrida; pero tampoco lo he hecho a una carrera automovil¨ªstica, a un partido de rugby, a un combate de boxeo o a un concurso de comer cal?ots, y sin embargo no creo que ninguna de esas actividades deba ser restringida, estigmatizada o prohibida; porque, como dijo justamente un diestro del toreo -el Guerra, me parece-, "tie que haber gente pa to".
De otro lado, y por razones de oficio, me consta que el entonces llamado antiflamenquismo -la hostilidad a los toros y al cante, tenidos por s¨ªntomas de atraso social, de decadencia y de barbarie- hall¨® poderoso eco entre la intelectualidad espa?ola desde finales del siglo XIX. Su m¨¢ximo palad¨ªn fue el pintoresco escritor madrile?o Eugenio Noel, pero gentes tan serias como Leopoldo Alas (Clar¨ªn), P¨ªo Baroja o Azor¨ªn no se quedaron atr¨¢s. Miguel de Unamuno defin¨ªa "la afici¨®n taurom¨¢quica" como "el principal exponente de nuestra ramploner¨ªa" y, entre los hombres de Estado, Pi i Margall escribi¨® en 1900: "Conservar las corridas de toros es ya, adem¨¢s de un anacronismo, un crimen de lesa patria". En suma: los argumentos (morales, econ¨®micos, est¨¦ticos, pol¨ªticos...) a favor o en contra del espect¨¢culo taurino estaban formulados hace ya 100 a?os, y han cambiado poco. Conviene subrayar que, en este debate, el catalanismo ha desempe?ado un papel insignificante: los primeros antitaurinos catalanes eran m¨¢s bien poetas vanguardistas tipo Joan Salvat-Papasseit; entre los de ahora, parecen abundar mucho m¨¢s los defensores de los animales (los casi 11.000 votantes del Partido Antitaurino contra el Maltrato Animal, por ejemplo) que los maulets.
M¨¢s que el catal¨¢n, es el nacionalismo espa?ol el que marca territorio con la cuesti¨®n de las corridas de toros
Pero a ciertos medios y sectores les conviene dar otra imagen: la de un movimiento antitaurino catal¨¢n "alentado por independentistas y radicales de izquierda" -puro rojo-separatismo, vamos-, un movimiento antiespa?ol al que es preciso responder y derrotar. Tal ha sido el tratamiento que no pocas cabeceras y plumas han dado a la actuaci¨®n de Jos¨¦ Tom¨¢s en la Monumental el pasado domingo, al parecer con la complicidad del diestro.
Vean, si no, c¨®mo titulaba el lunes el decano de la prensa espa?olista capitalina: "Gesta de Jos¨¦ Tom¨¢s por la libertad de la Fiesta en Catalu?a". Su m¨¢s directo competidor en el terreno de lo carpetovet¨®nico dedic¨® al asunto portada, editorial y seis p¨¢ginas, adornadas con frases como ¨¦sta: "A Barcelona le quieren quitar el alma de piel de toro". No se precisaba gran perspicacia para descifrar la met¨¢fora: lo que le quieren quitar a Barcelona es el "alma espa?ola". Para preservarla, pues, el mismo Jos¨¦ Tom¨¢s que reh¨²ye lanzarse al ruedo de la Maestranza o de Las Ventas acude al coso de la Gran Via barcelonesa como protagonista ¨²nico de una corrida que se transforma -vuelvo al editorial precitado- en "reivindicaci¨®n y defensa de la Fiesta" frente a las insidias tripartitas. Y no viene solo; le acompa?an, junto a miles de aficionados, forofos y gentes del papel couch¨¦, conspicuos representantes de una transversalidad ideol¨®gica que ni siquiera es preciso adjetivar: Daniel Sirera, Carmen Calvo, Jos¨¦ Barrionuevo, Nicol¨¢s Redondo Terreros..., s¨®lo faltaba Boadella.
As¨ª, pues, ?qui¨¦n est¨¢ haciendo del futuro del toreo en Catalu?a un campo de batalla simb¨®lico, identitario, pol¨ªtico? No digo que el nacionalismo catal¨¢n no haya tenido ninguna parte en ello aunque, francamente, creo que ahora mismo sus preocupaciones prioritarias son otras, y de mucho mayor calado. Hoy es m¨¢s bien el nacionalismo espa?ol -que tiene su financiaci¨®n y su estatuto bien resueltos desde hace varios siglos- el que se dedica a marcar territorio, a ondear banderas rojigualda, ya sea en la cima del monte Gorbea, ya en las proximidades de la plaza de las Gl¨°ries Catalanes.
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