El 'rolling' yonqui
La biograf¨ªa desautorizada de Keith Richards que se publica ahora en Espa?a cuenta las excentricidades y la adicci¨®n a las drogas del guitarrista del legendario grupo brit¨¢nico
Mick Jagger hab¨ªa decidido grabar en Toronto porque estaba cerca de Nueva York, lo cual le permit¨ªa seguir negociando el contrato; porque no planteaba problemas de visados, ya que Canad¨¢ pertenec¨ªa a la Commonwealth; y porque estaba lo suficientemente lejos del circuito generalista como para evitar a las masas hist¨¦ricas. Todo depend¨ªa de que los Stones llegaran silenciosamente, ensayaran durante una semana, tocaran los conciertos por sorpresa en el club para poder ser grabados y se marcharan antes de atraer la atenci¨®n masiva de los medios. Pero cuando los Rolling Stones se reunieron en el Harbour Castle Hilton del centro de Toronto, el 20 de febrero de 1977, descubrieron que mister Redlands, el nombre bajo el que se hab¨ªa registrado la reserva de Richards, no estaba all¨ª. Tras unas llamadas telef¨®nicas a Inglaterra, se supo que Keith se encontraba encerrado a cal y canto en Redlands junto a [su novia] Anita [Pallenberg] y [su hijo] Marlon.
Anita, la novia de Keith, le reprochaba: "Te crees Superman, ?verdad? Pues bien, s¨®lo eres Superman cuando tocas la guitarra"
En Redlands hab¨ªan recibido la visita de Barbara Charone, que estaba escribiendo la biograf¨ªa autorizada de Richards y que recordar¨ªa as¨ª los reproches de Anita a Keith:
"?Hace meses que no me haces el amor! ?Es m¨¢s importante la televisi¨®n que yo? Te crees que eres Superman, ?verdad? Pues bien, s¨®lo eres Superman cuando tocas la guitarra. Piensas que puedes controlar a las drogas, pero no puedes. S¨¦ lo que soy, y llevo siete a?os as¨ª".
Y continuaba: "Haces ver que no eres un drogadicto. Te limitas a encerrarte en el lavabo. Crees que la gente no lo sabe. No eres diferente a los dem¨¢s. T¨² tampoco puedes controlar a las drogas".
Richards segu¨ªa mirando la televisi¨®n, en silencio. Si te fijabas bien, ten¨ªa los ojos llenos de l¨¢grimas.
La maquinaria de los Stones estaba paralizada a la espera (las furgonetas para transportar el equipo y el equipaje, los coches para ir a buscar a Keith al aeropuerto, los ayudantes y camellos a tiempo completo), pero nadie lograba contactar con ¨¦l. Al final, los Stones le enviaron un telegrama: "Queremos tocar. T¨² quieres tocar. ?D¨®nde est¨¢s?".
Cuatro d¨ªas m¨¢s tarde, el 24 de febrero, Keith, Anita, Marlon y veintiocho piezas de equipaje part¨ªan en un vuelo de British Airways de Londres a Toronto. A medio vuelo, Keith se levant¨®, fue al lavabo a meterse otro chute y permaneci¨® all¨ª durante tres horas. Cuando regres¨® a su asiento y meti¨® en la bolsa la cucharilla quemada que hab¨ªa utilizado para calentar la hero¨ªna, no se lo dijo a nadie. A Anita le pareci¨® percibir cierta alarma en el asistente de vuelo, pero tampoco se lo dijo a Keith. "No s¨¦ por qu¨¦ lo hizo. A veces me pregunto si lo hizo expresamente, pero nunca hemos hablado del tema. Nuestro nivel de comunicaci¨®n estaba bajo m¨ªnimos, y yo nunca le contaba mis temores ni ese tipo de cosas". Entre los dos, llevaban dos gramos de hero¨ªna y coca¨ªna.
Teniendo en cuenta lo bien planificados que sol¨ªan estar los movimientos de los Stones, Richards podr¨ªa haberse dado cuenta de que algo iba mal al no ver a ning¨²n miembro de la organizaci¨®n del grupo en el aeropuerto internacional de Toronto que le facilitara el paso por la aduana, pero estaba tan colocado que pens¨® que los hombres que se api?aban alrededor de sus maletas eran personal de seguridad de los Stones. En realidad eran agentes de aduanas. Encontraron una peque?a piedra de hach¨ªs, de la que Anita no se acordaba, mezclada con algunas pastillas para la infecci¨®n vaginal, y la cuchara ennegrecida. No descubrieron la hero¨ªna ni la coca¨ªna. Se quedaron con la cuchara para analizarla y permitieron que el grupo siguiera su camino.
Menos de veinticuatro horas despu¨¦s de su llegada, Richards hab¨ªa adquirido unos treinta gramos de hero¨ªna y cinco de coca¨ªna. Anita cre¨ªa que Keith hab¨ªa hecho que le enviaran la droga. Era su pr¨¢ctica habitual cuando no ten¨ªa a un camello de confianza en la ciudad de destino. "En realidad nunca se lo pregunt¨¦, pero eso es lo que o¨ª", dir¨ªa m¨¢s adelante.
"Keith hab¨ªa enviado el material por correo y lo hab¨ªan pillado. En realidad, la polic¨ªa nos estaba esperando all¨ª. No s¨¦ si Keith era muy consciente de ello, porque ya lo hab¨ªamos hecho en otras ocasiones, hab¨ªamos enviado paquetes a diferentes lugares. Es una de esas cosas que esperas que funcione, ya sabes...". Con las drogas en la mano, Keith se retir¨® a uno de sus largos sue?os de hibernaci¨®n.
El 28 de febrero, las relaciones entre Keith, Anita y los Rolling Stones todav¨ªa no se hab¨ªan restablecido. En alg¨²n momento de ese d¨ªa, a Anita le dijeron que hab¨ªa unos hombres en el hotel que buscaban a Keith, pero ¨¦sta no se lo dijo a Keith ni al servicio de seguridad de los Stones. Por su parte, ¨¦stos tambi¨¦n fallaron a la hora de proteger a Keith. Sab¨ªan que se encontraba bajo vigilancia por el registro del aeropuerto, y aun as¨ª, pese a que era habitual que hubiese un vigilante a la puerta de la suite de Richards las veinticuatro horas del d¨ªa, aquella ma?ana no hab¨ªa nadie. Era como si alguien le hubiera tendido una trampa.
Nick Kent: "Alguien hab¨ªa llamado y hab¨ªa dicho: 'No os necesitamos', cosa que, teniendo en cuenta el panorama, no ten¨ªa ning¨²n sentido. Cuando lo detuvieron, Richards estaba en un estado totalmente paranoico, y como alguien les hab¨ªa dicho a los guardaespaldas que se fueran de all¨ª, lleg¨® a pensar que alguien de dentro de la organizaci¨®n de los Rolling Stones le hab¨ªa tendido una trampa".
Cuando la polic¨ªa llam¨® a la puerta, Anita pens¨® "que era Marlon, y en cuanto empec¨¦ a abrir, el inevitable pie por la rendija, y ah¨ª termin¨® todo. Les dije que no sab¨ªa nada, pero ten¨ªamos all¨ª todo el material".
Los quince miembros de la Polic¨ªa Montada del Canad¨¢ encontraron lo que estaban buscando minutos despu¨¦s de entrar en la suite. Lo dif¨ªcil no fue encontrar las drogas, sino despertar a Keith. (En una ocasi¨®n, a finales de los sesenta, ?lo hab¨ªan llevado de Nueva York a Londres sin que se despertara!). Pasaron tanto tiempo d¨¢ndole sopapos para conseguirlo que, como recordar¨ªa ¨¦l m¨¢s adelante, ten¨ªa las mejillas sonrosadas.
Richards: "Me despert¨¦. Me dijeron: 'Est¨¢ usted detenido'. ?Oh, genial! Lo que me decepcion¨® es que, cuando irrumpieron en la habitaci¨®n, ninguno de ellos llevaba el uniforme de la Polic¨ªa Montada. Iban todos con anoraks, llevaban bigote y las cabezas afeitadas. Eran unos cabrones que s¨®lo quer¨ªan que su foto saliera en los peri¨®dicos. Hab¨ªa unos quince alrededor de mi cama, intentando despertarme. Me hubiese despertado mucho antes si hubiera visto el uniforme rojo y el sombrero con el oso".
Tras interrogar a Keith y Anita en habitaciones separadas, los polic¨ªas montados obligaron a confesar a Richard, que necesitaba un chute y no quer¨ªa liar todav¨ªa m¨¢s las cosas. Los agentes lo trasladaron al centro de la ciudad y lo acusaron de tr¨¢fico [de drogas], lo que comportaba una pena de entre siete a?os [de prisi¨®n] a cadena perpetua. (...) Los Rolling y toda su organizaci¨®n estaban furiosos con Richards. S¨®lo seis semanas antes hab¨ªa escapado a una condena de prisi¨®n en Inglaterra con el severo aviso de que en la pr¨®xima estaci¨®n ser¨ªa encarcelado en lo que ¨¦l llamaba la casa grande. (...) Al d¨ªa siguiente, la prensa mundial se hac¨ªa eco del arresto en grandes titulares.
Keith Richards. Biograf¨ªa desautorizada, de Victor Bockris. Global Rhythm Press. Precio: 25 euros
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