El mejor amigo
?Cansado de ser un mindundi? ?De que nadie le respete? ?De que le traten como a un vulgar clasemediero sin ambiciones? Tranquilo. No necesita comprar un yate. Ni pasar un fin de semana en un resort. La soluci¨®n es m¨¢s sencilla: visite pisos en venta.
No hace falta que quiera comprar los pisos. S¨®lo vis¨ªtelos, y descubrir¨¢ el m¨¢gico mundo de color de los agentes inmobiliarios. As¨ª como lo oye: el agente inmobiliario lo tratar¨¢ a cuerpo de rey. Lo recibir¨¢ con una sonrisa en los labios y ser¨¢ sol¨ªcito y cort¨¦s. Le ofrecer¨¢ caf¨¦. Halagar¨¢ sus gustos por horteras que sean y coincidir¨¢ con sus opiniones. Hoy por hoy, el agente inmobiliario es el mejor amigo del hombre.
Sin duda, esto implica una evoluci¨®n en la especie. Hace dos a?os, las inmobiliarias nadaban en compradores potenciales. No devolv¨ªan las llamadas, ni se esmeraban en convencerlo a uno de nada. Lo toma o lo deja. Y si usted pretend¨ªa regatear, la ¨²nica respuesta era una carcajada y un portazo. En aquellos tiempos, la publicidad de las agencias ofrec¨ªa sus servicios a los compradores. Ahora los ofrece a los vendedores. En otras palabras, antes aseguraban que ten¨ªan el piso de nuestros sue?os. Ahora, juran que pueden deshacerse de ¨¦l.
Por eso, cuando me siento deprimido, visito pisos en venta, s¨®lo para dejarme querer.
En manos de un agente inmobiliario, la vida es m¨¢s hermosa. Sus ojos convierten un cubo de basura en un "m¨®dulo de reciclaje". Su voluntad transforma el oscuro trastero detr¨¢s de la cocina en una "habitaci¨®n para invitados". Y bajo el calor de sus caricias, una tuber¨ªa herrumbrosa se vuelve un "acabado noble". Yo quiero casarme con un agente inmobiliario. Yo quiero que mi cirujano pl¨¢stico sea agente inmobiliario. Y mi psic¨®logo. Quiero vivir en un mundo lleno de ellos.
Y, sin embargo, cada vez que termina una visita, me siento sucio. S¨¦ que no comprar¨¦ ese piso, y aun as¨ª, estrecho la mano que me ofrece con una sonrisa confiada. Para consolarme de mi hipocres¨ªa, pienso que ¨¦l tambi¨¦n sabe que el piso es invendible, y que s¨®lo lo ofrece porque este juego le hace tanta ilusi¨®n como a m¨ª. Si es que en el fondo, todos somos unos sentimentales.
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