J¨®venes con duda
Se est¨¢n multiplicando los comentarios y referencias al reciente Informe del Ararteko sobre atenci¨®n institucional a las v¨ªctimas del terrorismo, como otros tantos signos de alerta y preocupaci¨®n m¨¢s que motivadas. Porque en ese informe se recoge que casi un 30% de los adolescentes vascos o bien justifican (15%) la violencia etarra o se muestran frente a ella silenciosos o indiferentes (14%). Esas cifras resultan escalofriantes pero no sorprendentes, en la medida en que ambas posturas, tanto el apoyo como el silencio-indiferencia, constituyen la atm¨®sfera cerrada que a¨²n se respira en muchos lugares o ambientes de Euskadi, y en la que esos adolescentes del informe se est¨¢n criando, con pocas o nulas posibilidades de contraste, apertura o ventilaci¨®n.
Escribi¨® Augusto Monterroso, con su dolorosa pero sabia y f¨¦rtil iron¨ªa, aquello de que "era un hombre tan peque?o, tan peque?o que no le cab¨ªa la menor duda". Los entornos en los que presumiblemente se desenvuelven muchos de los j¨®venes de los que hablamos son espacios donde reina un hermetismo sin resquicios; ¨¢mbitos sin hueco para la menor duda. O donde estos j¨®venes reciben tan poco aliento para la duda, la r¨¦plica, el posicionamiento cr¨ªtico, que no pueden sino plegarse al viento dominante.
Y hablar de ambiente cerrado, herm¨¦tico, significa referirse a una responsabilidad colectiva. Entiendo que la justificaci¨®n y la indiferencia que esos j¨®venes muestran frente a la violencia no tienen una sola causa o no se alimentan de una sola fuente. Que son multidisciplinares. Y es muy probable que dependan en gran medida del entorno familiar y social m¨¢s pr¨®ximos. Pero tambi¨¦n de la incapacidad (m¨¢s o menos expl¨ªcita) del sistema educativo para constituirse en modelo alternativo. Y tambi¨¦n de la (cuando menos) dejadez institucional que ha permitido durante a?os a los intolerantes ocupar, impune y megaf¨®nicamente, el espacio p¨²blico con su estela de efectos secundarios. Y creo que a todo esto hay que a?adirle la contribuci¨®n de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, que no se han caracterizado precisamente por erigirse en paladines (in)formativos de la precisi¨®n y la claridad democr¨¢ticas. Todos son, a mi juicio, factores de esta multiplicaci¨®n desastrosa que ahora recoge el informe del Ararteko.
Pero si he acudido a ese texto agridulce de Augusto Monterroso es tambi¨¦n por el tono. Porque entiendo que nada que afecte a los m¨¢s j¨®venes debe ser abordado desde la sola oscuridad, sin un punto de levedad u optimismo. Los adolescentes tienen todo el sitio del mundo por delante, es decir, terreno de sobra para nuevas siembras de tolerancia. Y aunque no se pueda introducir contramensajes en la intimidad de los hogares, s¨ª puede hacerse desde fuera; en las calles, en los medios de comunicaci¨®n y desde luego en las escuelas; s¨ª se puede y se debe cimentar desde ah¨ª, con determinaci¨®n, coherencia y constancia, transformadoras pedagog¨ªas democr¨¢ticas.
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