No son pir¨®manos, son aprovechados
El perfil de provocador de incendios es el de una persona cuerda con intereses en juego o un imprudente - Los psic¨®patas se suman luego
El gran combate se libra en verano, con las lenguas de fuego multiplic¨¢ndose por la accidentada orograf¨ªa espa?ola y miles de personas enfrent¨¢ndose a las gigantescas paredes de llamas; o peor a¨²n: a los abrasadores y traicioneros remolinos que succionan y devoran lo que encuentran a su paso, sin distinguir entre el matorral y el bosque, entre los pinos y eucaliptos y los ¨¢rboles centenarios, entre la flora y la fauna, entre el pasto y las viviendas. La indignaci¨®n estalla al calor de la batalla, pero no encuentra sosiego cuando la tempestad de fuego y humo pasa y aparece el paisaje de la desolaci¨®n: arboledas consumidas, tierras calcinadas, despojadas de su cubierta vegetal, acu¨ªferos contaminados...; un paso m¨¢s hacia la desertificaci¨®n.
El potencial peligro de algunos enfermos lleva a someterles a vigilancia preventiva
Causar un gran incendio exige conocer el terreno y elegir el momento
S¨®lo alrededor del 5% de las quemas intencionadas es obra de pir¨®manos
De los 11.612 fuegos del a?o pasado, 385 dieron lugar a denuncias
"?Qui¨¦n ha sido?", reclama la gente, exacerbada por la sospecha de que los culpables burlaran la acci¨®n de la justicia y que, en cualquier caso, no hay castigo suficiente con que pagar tama?as fechor¨ªas. En las webs y en los bares, en las calles y en las casas, abundan las predicciones apocal¨ªpticas y las soluciones expeditivas, no muy diferentes a la antigua pr¨¢ctica de arrojar al incendiario a la hoguera, castigarle con cincuenta latigazos o someterle a la prueba del juicio de Dios: que atraviese desnudo un campo de troncos ardientes. Es la reacci¨®n refleja a la perturbadora asociaci¨®n del fuego y el p¨¢nico que se desata, sobre todo, en los casos, cada vez m¨¢s frecuentes, en que las llamas surgen en tierra de nadie, entre el campo y las urbanizaciones, y terminan amenazando las propiedades y las vidas.
La mano que maneja aviesamente el mechero -durante julio y agosto surgen a diario entre 25 y 30 nuevos incendios- conoce muy bien el terreno que pisa y las condiciones ambientales que convierten el monte en una bomba de efectos potencialmente devastadores. En verano acostumbra a prender la mecha cuando el requisito de "los tres treinta": viento de m¨¢s de 30 kil¨®metros por hora, temperatura superior a los 30 grados y humedad inferior al 30%, est¨¢ m¨¢s o menos cumplido, o en esas horas diurnas en las que la chicharrina alcanza su cenit. Aunque el fen¨®meno se resiste a la medici¨®n, y los accidentes y negligencias son parte del problema, la mayor¨ªa de los fuegos est¨¢n animados por el prop¨®sito de quemar. Nadie ha olvidado los 1.900 focos declarados en Galicia entre el 4 y el 15 de agosto de 2006. Esas fechas quedaron grabadas en la memoria ciudadana porque la alarma conmocion¨® a la sociedad y sacudi¨® las cuadernas de un Estado que, vista la magnitud del fen¨®meno y las versiones imaginadas que hablaban de motoristas armados con teas movi¨¦ndose campo a trav¨¦s, lleg¨® a pensar que se enfrentaba al desaf¨ªo de grupos mafiosos del crimen organizado.
"Hubo informes policiales que apuntaban en esa direcci¨®n, pero empec¨¦ a cuestionarlos el d¨ªa que aterric¨¦ en Vigo y me encontr¨¦ con que en la secci¨®n Efem¨¦rides de un diario local se reproduc¨ªa la noticia de que un d¨ªa como aquel 25 a?os atr¨¢s se hab¨ªan producido en Galicia 300 y pico incendios", comenta el fiscal coordinador de Medio Ambiente, Antonio Vercher. A instancias de la Fiscal¨ªa, la Guardia Civil realiz¨® un trabajo exhaustivo sobre el terreno y lleg¨® a la conclusi¨®n de que no hab¨ªa indicio alguno que acreditara la implicaci¨®n del crimen organizado. "Comprobaron que la inusitada proliferaci¨®n y propagaci¨®n del fuego era, antes que nada, consecuencia de las condiciones ambientales extremas. En aquellos d¨ªas, Galicia era un secarral que prend¨ªa con la menor chispa", ratifica Jos¨¦ Luis ?lvarez, capit¨¢n de la Polic¨ªa Judicial de la Guardia Civil.
A la denominada "cultura del fuego", tan extendida en el agro gallego, castellano y mediterr¨¢neo, que hace de la quema una herramienta para deshacerse de los rastrojos, despejar pasos, eliminar ¨¢reas de matorral, se uni¨®, en este caso, el "efecto llamada" que llev¨® a no pocos "espont¨¢neos" a sumarse a la org¨ªa de fuego. "Conviene no confundir al incendiario con el pir¨®mano, que es una persona con trastornos psiqui¨¢tricos", advierte Jos¨¦ Joaqu¨ªn Aniceto, coordinador de agentes medioambientales en C¨¢diz y estudioso de la cuesti¨®n. "Al utilizarlo err¨®neamente como sin¨®nimo de incendiario soslayamos el hecho de que la gran mayor¨ªa de los incendiarios son gentes normales que act¨²an as¨ª por inter¨¦s: convertir tierras de matorral en pastos para el ganado, facilitar la caza, quemas agr¨ªcolas incontroladas, venganzas... ?nicamente el 5% o 6% de los incendios intencionados son obra de enfermos pir¨®manos", apunta.
Es un dato que corroboran los investigadores policiales. "De los 26 incendiarios encarcelados que he entrevistado, s¨®lo uno puede ser clasificado como pir¨®mano. Se trata de una persona fascinada por el fuego que ha quemado desde siempre. En cuanto se le pone en libertad, la organiza", indica el capit¨¢n Jos¨¦ Luis ?lvarez. Pese a que la elaboraci¨®n de un censo de pir¨®manos ser¨ªa anticonstitucional, el potencial peligro de algunos de estos enfermos lleva a someterles a vigilancia preventiva en determinados momentos. Un incendio cercano puede desatar en ellos el af¨¢n de emulaci¨®n, y algunos acostumbran a celebrar su cumplea?os con un combinado de fuego y alcohol. Si el gran incendio de Guadalajara de julio de 2005 (ocho forestales expertos atrapados mortalmente) trajo consigo el nacimiento de la Fiscal¨ªa de Medio Ambiente y la creaci¨®n de la Unidad Militar de Emergencia (UME), que cuenta con casi 4.000 efectivos, la devastaci¨®n del campo gallego del a?o siguiente catapult¨® la investigaci¨®n sobre las causas y autor¨ªas de los incendios. A partir de entonces, la batalla contra el fuego adquiri¨® una nueva dimensi¨®n.
Durante estos a?os, los investigadores han trabajado en un programa destinado a responder a la pregunta de qui¨¦n quema el monte, una cuesti¨®n capital porque la gran mayor¨ªa de los fuegos pasan sin origen ni autor conocido y porque, como saben bien los incendiarios, ¨¦ste es un delito que se perpetra bajo el paraguas de la casi impunidad. De hecho, s¨®lo 385 incendios, de los 11.612 declarados el pasado a?o en Espa?a, dieron lugar a acusaciones o detenciones, casi siempre dif¨ªciles de probar o justificar, puesto que quienes act¨²an con malicia no acostumbran a quedarse a ver el espect¨¢culo de las llamas. "Se trata de encontrar la relaci¨®n causal entre autor¨ªa y delito para poder acotar los c¨ªrculos de sospechosos y encontrar al autor", apunta Jos¨¦ Luis ?lvarez. En ese prop¨®sito, los agentes han aplicado cuestionarios psicot¨¦cnicos y entrevistado a los autores confesos de 104 incendios intencionados.
Aunque lo exiguo de la muestra no permite, por el momento, acreditar perfiles cient¨ªficos muy definidos, la investigaci¨®n ha aportado ya datos significativos. Se sabe que en 27 de los 104 casos analizados, el responsable de la quema del monte actu¨® "sin un sentido claro", que 20 buscaban beneficiarse con el incendio y que otros 11 intervinieron movidos por la venganza. Los 46 restantes hicieron un uso inadecuado de las pr¨¢cticas tradicionales de utilizaci¨®n del fuego, pero actuaron sin dolo, sin el prop¨®sito de causar un desastre. En algunos casos, se trata de personas de edad avanzada que siguen trabajando en el campo, pese a que han perdido pericia y reflejos. El bosquejo de datos se completa con el an¨¢lisis de los incendiarios encarcelados por la gravedad de sus actos. Resulta que en estos casos, la mayor¨ªa de los fuegos, 36 de los 54 estudiados, fueron obra de ese tipo de incendiario que act¨²a "sin sentido", aparente o conocido.
"No se les puede clasificar como locos, aunque, cuando se les interroga, no van m¨¢s all¨¢ de decir que si quemaron el monte fue porque estaban all¨ª, porque se aburr¨ªan, por ver actuar a los helic¨®pteros y a las brigadas, y cosas as¨ª", se?ala Jos¨¦ Luis ?lvarez. Ese preso por incendiario s¨ª tiene un perfil dominante: var¨®n espa?ol, de entre 30 y 44 a?os, soltero con antecedentes de incendio en el 30% de los casos y por delitos ajenos al fuego en otro 30%. Posee un nivel educativo bajo (analfabeto o estudios elementales), vive solo o con sus padres en una casa aislada o en una aldea o pueblo. Si trabaja, lo hace, por lo general, en tareas del campo poco cualificadas y se integra bien en el mundo laboral. Est¨¢ o ha estado en tratamiento psicol¨®gico o psiqui¨¢trico y abusa de sustancias psic¨®ticas, sobre todo del alcohol.
?sos no son los rasgos de la gran mayor¨ªa de las personas que queman el monte por imprudencia o por inter¨¦s. "Debemos seguir trabajando en los perfiles psicosociales. Nos faltan muchas cosas por saber, y hay que tener en cuenta que quemar el monte es muy f¨¢cil y no implica un gran castigo", se?ala Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez, capit¨¢n de la Guardia Civil adscrito a la Fiscal¨ªa de Medio Ambiente. ?Habr¨ªa que endurecer las penas en un pa¨ªs como Espa?a de elevadas temperaturas veraniegas, amenazado por la desertificaci¨®n? "Nuestra legislaci¨®n es similar a la europea. Podemos pensar que las penas no son muy elevadas, pero ya tenemos condenas de 10 a?os de prisi¨®n. El C¨®digo Penal contempla hasta 20 a?os de c¨¢rcel cuando el incendio conlleva un riesgo para la vida de personas", explica el fiscal coordinador de Medio Ambiente.
Entre quienes combaten el fuego se ha instalado la convicci¨®n de que la batalla ha empezado a ganarse. Los cambios normativos que impiden la recalificaci¨®n de terrenos quemados o la venta de madera resultante de un incendio se est¨¢n revelando eficaces, al igual que la sustituci¨®n del principio "el que contamina paga" por el m¨¢s exigente: "el que contamina repara", establecido en la Ley de Responsabilidad Ambiental. "Hemos mejorado mucho. Hasta hace pocos a?os, un loco, un gamberro, un v¨¢ndalo pod¨ªa ir por las cunetas quemando todo lo que ten¨ªa a mano sin que nadie reaccionara. Ahora, la gente llama en cuanto ve una columna de humo y enseguida llegan las brigadas o el helic¨®ptero. Por eso, la mayor¨ªa de los incendios son s¨®lo conatos (superficie quemada inferior a una hect¨¢rea)", comenta Jos¨¦ Luis ?lvarez. Con 72 medios a¨¦reos, entre ellos, 22 aviones anfibios con capacidad de verter 5.500 litros, medio millar de especialistas en extinci¨®n y la unidad militar, el Gobierno central ha reforzado su capacidad de combatir el fuego, al tiempo que incrementaba el presupuesto -de los 30 millones del pasado a?o se ha pasado a 44- destinado a las campa?as de prevenci¨®n.
En este ambiente esperanzado, pero ajeno a toda euforia, una inc¨®gnita sigue siendo la coordinaci¨®n con las autonom¨ªas. "Deber¨ªa ser obligatoria y estar en funci¨®n de los intereses generales, no s¨®lo nacionales, sino tambi¨¦n comunitarios, porque no hay que olvidar que la UE tiene competencias en materias ambientales", opina Antonio Vercher.
?Tiene sentido que la direcci¨®n de la extinci¨®n de los incendios recaiga en las autonom¨ªas cuando los grandes medios est¨¢n en manos de la Administraci¨®n Central? "Las autonom¨ªas participan en todas las instancias de coordinaci¨®n. Nosotros actuamos a la demanda, ponemos los medios en la medida en que nos los solicitan", indica el subdirector de Pol¨ªtica Forestal y Desertificaci¨®n, Jos¨¦ Antonio Gonz¨¢lez. Tambi¨¦n ¨¦l cree que se est¨¢ ganando la guerra. "La masa forestal est¨¢ aumentando globalmente porque repoblamos m¨¢s de lo que perdemos", asegura. Ahora, en la can¨ªcula, toca apretar los dientes y defender los bosques, sin perder de vista que esta batalla se libra, en gran medida, en invierno, con la limpieza del monte y la retirada del combustible f¨®sil que alimenta la voracidad del fuego y facilita tanto el crimen incendiario.
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